La teoría de los vidrios rotos se estrena este jueves

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¿Se puede hacer comedia pura en Uruguay? "La teoría de los vidrios rotos" quiere probarlo

La película de Diego "Parker" Fernández se estrena este jueves en cines
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26 de agosto de 2021 a las 05:04

El hombre: un perito de una empresa de seguros.

El lugar: un pueblo en “la región 15”.

La misión: ver qué es lo que está pasando, descubrir cómo es que tantos autos se prenden fuego por la noche, cuando todos están durmiendo.

La película: La teoría de los vidrios rotos, la segunda producción como director del uruguayo Diego “Parker” Fernández, que se estrena este jueves 26 en cines y que pone de nuevo a su responsable en el rumbo de la comedia. ¿Comedia? Sí. ¿Uruguaya? Sí. Comedia uruguaya. Y, según dice el propio Fernández, comedia “pura”, o sea, comedia que solo busca un objetivo: entretener durante cada uno de 82 minutos.

La teoría de los vidrios rotos llega con varias mochilas al cine. Primero, con dos premios del Festival de Gramado abajo del brazo. Después, con un elenco abultado que incluye al argentino Martín Slipak, a César Troncoso, Jorge Temponi, Jenny Galván, Moré, Josefina Trías, Christian Font y más. Por último, con el entusiasmo que tiene su director, que debutó con la película Rincón de Darwin en 2013, en retomar sus orgíenes, en hacer pasar bien al público y, sobre todo, de concluir un viaje de varios años que siempre tuvo un norte fijo: la historia que se puede ver, desde el jueves, en pantalla.

El argentino Martín Slipak es el protagonista de la película

¿Cómo es para un director la instancia previa a la segunda película, donde se supone que ya se pasó por el momento de debut, pero donde todavía no hay un camino tan trazado?

En Uruguay esa etapa es un viaje, sobre todo por las expectativas que los demás ponen en ella, mucho más que uno, incluso. Sí es cierto que después de la primera película ya te enfrentaste a determinadas cosas y las superaste, y tenés cierto oficio. Hay más tranquilidad, también. En mi caso, esta película es bastante más ambiciosa que la primera. Siempre quise comenzar con una especie de road movie más pequeña, con pocos personajes y que me diera como para, después, pasar a algo más grande. Si hubiera seguido en ese rumbo, La teoría de los vidrios rotos hubiera salido mucho más rápido, pero no era la manera de hacerla. No podíamos, por ejemplo, prender fuego autos fuera de cuadro. Este no es un proyecto personal, intimista; es una película de género, torcida, revuelta, revolcada. Y por eso tuvo algunos momentos en donde estuvo a punto de irse al cajón, pero no pasó porque siempre agarraba el guion y lo que leía estaba muy bueno desde todo punto de vista. Los proyectos tienen que estar buenos artísticamente, pero también humana y financieramente. Porque está bueno poder estrenar sin deudas.

¿De dónde sale la comedia de La teoría de los vidrios rotos?

Tiene un parentesco con un unitario para Canal 4 que hice, que se llamaba Dos mollejas, que era sobre un tipo que una noche comía dos mollejas y empezaba a tener alucinaciones, veía vacas y todo se le complicaba en un fin de semana. Ese grado de comedia medio absurda y fácil, que en su momento gustó, tiene su lugar acá. Siempre busqué esa veta. De hecho, y creo que por error mío, Rincón de Darwin siempre se tomó mucho más en serio de lo que pretendí. Mi objetivo es que esta película esté buena, que guste más o menos, pero que también retome mi origen en la comedia.

La película es otra evidencia de que el espectro de lo que podemos ver en el cine uruguayo se ha ampliado mucho en los últimos años. ¿Coincide con eso?

Sí, hay una búsqueda mayor, hay mayor diversidad, sin dudas. De todas formas, hoy lo hablaba con Jorge Temponi: en el estante de las películas uruguayas, ¿cuántas comedias hay? Comedias puras, no comedias dramáticas. Son pocas. Y eso marca nuestra idiosincrasia, nuestra naturaleza. Pero sí, hay más posibilidades de hacer otros géneros y está buenísimo. A mí me gusta el cine de autor, y he hecho cosas que se acercan a eso, pero personalmente me gusta más hacer películas que obras. Y tomo decisiones que, quizás, si me interesaba entrar a un festival, no tomaba. Como poner a un tipo cantando en la Luna, por poner un ejemplo de La teoría. Así que la decisión fue ir a la comedia, y nos metimos a fondo.

Moré, en La teoría de los vidrios rotos

¿Por qué cree que nos cuesta abrazar la comedia?

Para empezar, porque se toma como algo más liviano, más industrial y comercial. Como si fuera algo malo. Tenemos la concepción de que llegar a hacer cine es un arte intelectual, más que una industria o una herramienta para contar historias que le gusten a la gente y listo. Esto igual está cambiando.

¿Dónde ve ese cambio?

Se están abrazando las ideas de los proyectos con todo. La película Al morir la matinée (2020), por ejemplo, abrazó un género (el slasher, subgénero dentro del terror) y fue para adelante. A mí no es el tipo de película que más me gusta, pero creo que está buenísimo que las apuestas sean así de decididas. Obviamente que está buenísimo hacer películas de autor, siempre. Pero tampoco, si es el caso, podés pretender abrir en cinco cines y romper la taquilla. Sabés a lo que estás jugando. Y de este lado también lo sabés: si querés jugar con el tipo de película que es La teoría de los vidrios rotos, tenés que ir para adelante y meterle cariño. Eso está pasando: las películas se la juegan más hacia donde quieren ir. Y no solo las de género; pasó lo mismo con la última película de Manolo (Nieto), El empleado y el patrón, que es una película de autor que se trazó un camino, y que lo está transitando de manera sólida.

¿Cómo balanceó la cantidad de personajes que aparecen en la película?

El guion de esta película era un roble. Lo que hice fue apuntalarlo con lenguaje audiovisual, y donde había ciertas puertas, abrirlas. Pero sí, hubo mucho laburo fuerte para que todos esos personajes pudieran coexistir. Pero teníamos a Troncoso, a Slipak, gente con mucho oficio que ya sabe cómo pararse, cuándo moverse y cuándo no. Así es muy fácil.

Diego Fernández

¿Por qué eligieron a Aiguá, en Maldonado, como locación?

Había escuchado que era un lugar muy grande que después había quedado despoblado, y eso me llamaba la atención. Y un fin de semana, cuando el proyecto estaba a punto de irse al cajón, estuve por allí con mi esposa, y me gustó mucho. Empecé a pensar en él como locación. Hay una película de Wim Wenders, Don't come knocking, en la que hay un pueblo que no está vacío, pero sí desolado. Y eso mismo nos daba Aiguá, y queríamos tenerlo en la película. Además, donde pusiéramos la cámara teníamos la sierra de fondo. Era como un estudio a cielo abierto.

Además de esa película de Wenders, ¿qué otras influyeron a La teoría de los vidrios rotos?

Hay un poco de Matlock, la serie que mirábamos después del liceo. Era un poco berreta, pero se tomaba a sí misma muy en broma, y eso a esta película le caía como anillo al dedo. También tenía otras referencias bastante claras. Una fija fue El gran Lebowski, una película de género que se toma decididamente como una comedia, y que tiene un protagonista insólito que cae a un lugar en el que no encaja. También una danesa que se llama Terriblemente feliz, que no es muy conocida y es mucho más oscura, pero que tiene eso del policía llegando al pueblo como un forastero, y que lo maltratan. Acá hay algo de eso, también.

La película se filmó en locaciones en Aiguá

Doce minutos de historia
En la carrera de Fernández hay un corto crucial: Nico & Parker (2000), el recorte de una noche en la que dos amigos (Federico Veiroj y Leo Lagos) toman cerveza en un auto y se dedican a esperar a la salida del cuartel de bomberos, para seguirlos en caso de que haya un incendio. El corto, dirigido por Fernández y Manuel Nieto, fue presentado en programa doble junto con la película Pi, del estadounidense Darren Aronosfky, en Cinemateca, en un año en el que el propio director estadounidense (que luego haría, entre otras, Requiem por un sueño y El cisne negro), vino a Uruguay a presentarla. 
“El corto sigue presente porque, para empezar, pegó primero. Además se estrenó en doble programa con Pi, y me acuerdo de que ese fin de semana fue una de las cosas más vistas del Uruguay, por la película, claro. Pero hubo una movida linda que hizo que pegara. Para mí fue muy hermoso. La queríamos estrenar en cines comerciales y nos dijeron que no porque eran pibes chupando cerveza.”

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