Sebastián Teysera de La Vela Puerca
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > ENTREVISTA

Sebastián Teysera cuenta cómo La Vela evita "el principio del fin" y anticipa el show en el Centenario

El vocalista de la banda habló sobre el inminente histórico show en el Centenario, y explicó cómo el grupo evita el desgaste y las situaciones que dispararían un eventual final
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26 de marzo de 2022 a las 05:03

La Vela Puerca está siempre evitando que aparezca el principio del fin. Que sucedan las situaciones que facilitan el desgaste, que hacen perder la conexión y el entusiasmo con la música, las que agotan e invitan a dejar todo atrás. La banda apuesta a seguir viviendo y a mantener una esencia intocable que viene de origen y que han logrado mantener durante 26 años. Y por ahora lo vienen logrando con éxito.

Para lograrlo se han autoimpuesto algunas reglas en cuanto al trabajo en sus discos, a sus giras y al resto de sus actividades, pero vienen además de un período que se prestó para la reflexión y para rumiar sobre el lugar de la banda en sus vidas, sobre el vínculo con el público y lo que les genera salir a tocar. Ese período fue, por supuesto, la pandemia. Dos años en los que La Vela prácticamente no tuvo actividad, pero que no fue del todo tiempo muerto.

La banda aprovechó para componer su próximo disco, que saldrá en mayo y del que ya se publicó un primer adelanto, La pastilla, canción en la que están acompañados por el rapero Diego Arquero y que apunta por dónde irá la línea de este nuevo trabajo. Se sumará otro adelanto el próximo 1 de abril.

Un día después de ese lanzamiento, La Vela se presentará en el Estadio Centenario, su primera vez en solitario en ese escenario, en un espectáculo que originalmente estaba previsto para el 19 de marzo. Un conflicto entre la productora del show, AM, y Cafo, la institución gestora del recinto deportivo, ocasionó un cambio de fecha para un show que será largo, con un repertorio de 35 canciones. Y que también será una celebración, un reencuentro, y que para la banda tiene aire de renacimiento definitivo. Parafraseando uno de sus lemas, festejan que sobrevivieron.

Así lo percibe el vocalista Sebastián Teysera, que habló con El Observador en la previa del espectáculo sobre cómo viven este show, cómo sonará lo nuevo de la banda, y sobre cómo se preocupan constantemente por evitar que el final asome su cabeza.

¿Qué representa para ustedes llegar al Centenario?

Es una parada, es la primera vez que vamos a tocar ahí solos. Lo hicimos en el festival Centenariazo (en 2004, y la grilla estaba integrada además por Buitres, Astroboy, Buenos Muchachos, Trotsky Vengarán y la banda argentina Los Piojos), y ahí tocamos súper tarde, hacía un frío tremendo. No tenemos un lindo recuerdo. Ahora tenemos la revancha. No lo tomo como algo tan místico, pero sí es volver después de la pandemia a un concierto masivo en Montevideo, un encuentro. Aunque ya tocamos en el Museo del Carnaval y en La Trastienda, es volver a un espectáculo grande, con todo lo que eso implica. Y estamos con ganas y con la responsabilidad que requiere, después de esos dos años sin tocar ni el timbre. 

Imagino que también lo toman como una celebración.

Es un festejo y un renacer. Han pasado muchas cosas en estos dos años, que a nosotros nos sacaron la alfombra de los pies de un día para el otro. Hubo un montón de replanteamientos de maneras, de tiempo para pensar en lo que teníamos, muchas reflexiones. Pero sobrevivimos, y también tomamos como un festejo el show del Centenario porque nos reencontrarnos con la gente, eso que en el medio de la pandemia no sospechabas si iba a volver a suceder o no. 

Teysera en Mi semilla, el estudio de la banda inaugurado en 2020

¿Cómo se arma un repertorio para un show así?

Siempre buscamos el equilibrio entre no ser totalmente egoístas y tocar lo que tenemos ganas sin importarnos el público, y ser totalmente condescendientes y darle al público lo que quiere y a nosotros nada. Entre esa mediación está lo que nosotros queremos tocar. Hay canciones que están en el freezer hace tiempo y es una buena oportunidad para sacarlas, y lo que la gente quiere, que como diría una canción, está clavado. Entre todo eso quedó un show de 35 temas; este concierto amerita no escatimar en canciones. Venimos de tocar bastante, hicimos una gira por Argentina y ya nos sacamos las telarañas de esos dos años de ostracismo. Será un paseo por todos los discos, con la sensación de ansiedad de tener un disco debajo del brazo y todavía no poder tocarlo. Es una especie de renacer y cierre de etapa, para arrancar otra aventura con doce canciones nuevas que dan aire. 

¿Qué representa poder volver a subir a un escenario y tener ese contacto directo con la gente después de dos años?

Renueva. Este tiempo nos hizo valorar lo que teníamos. A veces vas como caballo de tiro, de gira en gira, y estos años cumplieron lo de que "no hay mal que por bien no venga". Si le vemos un lado positivo fue eso, hacernos extrañar lo que hacíamos, volver a valorarlo. Y después de dos años estaba la cosa de subir al escenario y ver si la banda estaba prendida fuego como al principio. Personalmente quería ver cómo estaba la movida, porque la situación te hacía replantearte si seguir o no. Y vi una banda que estaba como el primer día, y por un lado me dije "qué bueno", y por otro "puta madre, ¿cuánto va a durar esto?" (risas). Vi que la esencia sigue estando ahí, que es gran parte de la razón por la qué hacemos lo que hacemos y por la que nos gusta lo que hacemos. Estos dos años fueron un momento idóneo para estar con el culo lleno de preguntas, para decidir algo. 

Y también para componer.

Por lo general no tenemos tiempo para dedicarle a los discos, salvo el primero, Deskarado, porque no hacíamos nada. De ahí en más, los discos siempre están supeditados a las giras y al poco tiempo. No somos una banda de esas que dicen "esta canción la compuse en el hotel de Berlín, tal y tal". No. Nosotros estamos de gira, y dormimos y tocamos. Nada más. Por eso creo que en este disco se nota bastante el hecho de haber tenido tiempo para componer. Debemos haber hecho diez demos de cada canción, las llevábamos para un lado, para el otro, y todo con tiempo. Hacía mucho que no teníamos tanto espacio. Entonces, de nuevo, no hay mal que por bien no venga. El hecho de tener nuestra propia sala y poder encerrarnos ahí también nos salvó la cabeza. Había que sacarle el máximo jugo posible, y lógicamente teníamos que sacar un disco, porque si después de dos años sin hacer nada salís a la cancha sin nada nuevo, no es lo mismo.

La Vela Puerca se presenta este 2 de abril en el Centenario

La Vela siempre tuvo igual esa cuestión de que los discos salen cuando tienen que salir, lleven el tiempo que lleven, ¿no?

Todos los discos salieron entre tres y cuatro años después del anterior. Y eso también pasa porque no componemos en las giras. Cuando sacás un disco lo girás dos años, y cuando empieza de alguna forma a decaer, te ponés a pensar en sacar otro dentro de un año, o un año y medio. Y ahí, de a poco, vamos poniendo y tirando melodías, pero siempre es muy orgánico. Nunca tuvimos el deber marketinero de sacar el disco porque hay que hacerlo, porque después eso se va a notar arriba del escenario, lo notás vos, lo nota la gente. Hay muchos principios del fin y ese es uno.

¿Cómo fue el proceso de composición de este próximo disco?

Al principio fue al revés de lo habitual, porque como no nos podíamos juntar yo estaba en casa, que tengo un estudio chiquito, y me puse a tocar solo. Toqué el bajo, la batería, la guitarra. Después nos empezamos a juntar de a poco, llevé esos demos y entre todos lo armamos. Fue una dinámica diferente, ya había una estructura, una forma de tocar la batería, que nunca había pasado. A mí de toda la vida me gustó llevar la canción desnuda y que todo el mundo se vaya sumando. Acá fue al revés, llegué con las cosas más armaditas. Pero les dije "esto es lo que yo hice, va por acá estéticamente, pero puede hacerse otra cosa". Cada uno tiene que sentirse parte de la canción, porque sino en vivo se nota. Pero ya había una estética musical rumbeada en este caso. 

¿Por dónde va esa estética?

Es un disco para mover la patita, pero al mismo tiempo estás cantando cosas heavy. Tiene esa dualidad: estoy bailando, lavando los platos, pero cantando cosas que se pelean con esa música. Siempre tuvimos esa otra faceta, pero queríamos que musicalmente fuera para arriba, no tan introspectivo y oscuro, a bailar pero escuchando y prestando atención. Es un baile filosófico. 

¿Y a nivel de letras?

Imaginate con todo este tiempo si habrá cosas para escribir. La pandemia fue un momento bastante radical, desde las cosas buenas como la solidaridad, hasta lo más negativo. Siempre estoy al borde de no hacer una metáfora súper loca, ni tampoco decir que tengo la bandera de la verdad; tengo lo que pienso y lo que siento, son mis estados de ánimo y de los que me rodean, de lo que veo y lo que escucho, lo que leo, y va por ahí. No hay nada de tomar partido con nada. Esa línea fina es la que transitamos. Tuve tiempo de escribir las canciones, había algunas que tenían cuatro letras, y no me cerraba ninguna, las trataba de juntar y tampoco, y decía "hago otra más y si me vuelve a pasar lo mismo me quedo con diez letras". Fue un proceso muy lindo porque hubo tiempo de jugar y de escribir en primera persona, en segunda persona, en tercera persona, jugar con todas esas cosas. 

Volviendo a lo musical, ¿hay también un ánimo de patear su propio tablero en este disco?

Patearte tu propio tablero es el gran desafío y el más divertido. Tratar de hacer cosas nuevas sin perder la esencia, porque La Vela ya tiene una identidad sonora y compositiva, pero dentro de eso tratamos de meternos en bosques nuevos. Siempre estuvo eso, porque otro de los principios del fin es repetir fórmulas, y ver en esa aventura de la pateada de tablero hasta dónde llegás, cómo llegas. Otra vez, el tiempo y el momento eran totalmente idóneos para hacerlo. No te digo de patear el tablero y rozar el suicidio artístico como en El impulso (risas), pero algo así. Volver a algo bailable, para arriba, con la edad que tenemos. No íbamos a volver a hacer ska, teníamos que buscarle otra vuelta. Nos metimos un poco con el soul.

Y con el rap, como en La pastilla.

Sí, también con el rap. Grabando le preguntaba a Diego Arquero, "¿cuándo respiran ustedes? ¿dónde respiran?". La cantaba y me pasaba por arriba la letra, llegaba muerto. El productor me decía, "seguís cantando", y yo le respondí "cuando veas que estoy morado parame".

En 2020 La Vela festejó 25 años de trayectoria

Arquero ha dicho alguna vez que creció escuchándolos a ustedes. ¿Cómo es darse cuenta de que ya está ahí esa generación siguiente que los tiene como referentes?

Primero te hace sentir viejo (risas). Me asombra por momentos. Pero creo que las canciones han sobrevivido y traspasado generaciones, y eso me encanta. A veces estoy en un concierto y la gente que está ahí adelante es más joven que la canción que estoy cantando, y eso me enorgullece. Te da esa sensación de "vale la pena seguir cantando". Es la oportunidad también de conocer mundos nuevos, porque como siempre hay cosas que te gustan y cosas que no, cosas que te parecen muy buenas y cosas que no, pero uno tiene una banda y compone canciones y tiene que saber en que está la movida joven, para entenderla y disfrutarla. Te explican los nuevos códigos, las nuevas ramas que salen de las cosas. Lo hicimos nosotros cuando éramos pendejos también. No queremos ser de esos viejos cascarrabias que creen que todo es una mierda.

Aunque pasó medio desapercibido en medio de la pandemia, en diciembre de 2020 festejaron 25 años de trayectoria. ¿Cómo fue llegar a ese aniversario?

Si me pongo a pensar, tengo 48 años, tengo más años de banda que de vida, porque ya vamos 26. Creo que si desde un principio hubiéramos pensado en durar todos estos años, no lo habríamos logrado. Creo que vivir el presente y proyectar, pero de a poquito, sin grandes pretensiones, fue una de las razones por las que seguimos acá. Y siendo los mismos, además. Es algo que nos llena de orgullo. En la vida nos tocó hacer esto, y nos gusta lo que hacemos, lo respetamos a morir, lo cuidamos con sus altos y bajos, y nos encanta poder seguir siendo los mismos, ser amigos desde antes de tocar. Es lo que somos. Lo seguimos disfrutando. No tenemos que forzarlo para seguir viviendo de esto. También está bueno saber que esto un día se va a terminar, y con eso en la cabeza lo disfrutamos más. 

¿Terminar porque un día puedan decir no va más o simplemente por el paso del tiempo?

Porque todo en algún momento se termina. Si vos sos consciente de eso, vas a disfrutar el camino mucho más, que es lo contrario a lo que pasa ahora, que todo el mundo busca la inmediatez. Para nosotros lo más importante nunca fue la meta sino el camino, entonces esto en un momento se va a terminar.

¿Alguna vez tuvieron la idea de largar todo?

Nunca pasó, porque nunca acogotamos a la gallina. Siempre tuvimos un termómetro bastante certero al respecto de no pasarnos de rosca. Mi termómetro siempre fue el momento de estar por salir al escenario y que te digan "faltan cinco minutos". Si vos decís "ojalá faltara uno", estás bien. Si decís "ojalá faltaran diez", alarma. Hay que parar. Y ahí nos organizamos, sabemos parar a tiempo para valorar lo que tenemos. Eso es fundamental. Si vos seguís, seguís y seguís, llega un momento que te explota el estrés, no disfrutás lo que hacés. Es otro de los principios del fin. Si hacemos cosas que no nos convencen, que salen forzadas, canciones que después en el escenario no sabemos cómo defenderlas porque no estamos totalmente convencidos de lo que hacemos o decimos, todas esas cosas son pequeñas reglas que hemos respetado. Y por eso estamos acá. 

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