Brasil sufre el impacto del clima extremo que los expertos atribuyen al calentamiento y al fenómeno El Niño.

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Sin electricidad, la mayor favela de Río de Janeiro soporta un nuevo récord de temperatura

Agobiados, los habitantes de Rocinha recurren a la provisión de agua por parte de las autoridades y resisten en casas bajas, de ventanas pequeñas y techos metálicos
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19 de noviembre de 2023 a las 08:26

Uno a uno, los habitantes llegan para hidratarse bajo una tubería de agua fresca en lo alto de Rocinha, la mayor favela de Río de Janeiro, en Brasil, en un intento por soportar la persistente ola de calor, empeorada por las fallas en el suministro de energía.

Gran parte del centro y el sureste de Brasil sufre desde hace varios días temperaturas agobiantes y atípicas para la primavera austral, con sensaciones térmicas de hasta 59,7°C el viernes pasado en la “Cidade Maravilhosa”, un récord desde el inicio de las mediciones en 2014.

Los expertos coinciden en que los efectos son más agudos en los barrios más pobres, con una fuerte densidad de población y viviendas precarias separadas apenas por pasajes estrechos. "Está muy caliente, agonizante, la luz falta a toda hora. Aquí, gracias a Dios, todavía hay agua. Pero dentro de poco se acabará", dice Renato de Oliveira, un vendedor de 44 años.

Dentro de las casas, sin aislamiento apropiado para el calor y poco ventiladas, la situación empeora. "Se genera una sensación de sauna", dice André Cándido, de 52 años, un habitante de Rocinha. Levantada sobre una colina en el sur de Río, no muy lejos del acomodado barrio de Leblon, Rocinha está atravesada por calles empinadas y serpenteantes.

Bajo el sol ardiente del mediodía, varios albañiles empapados en sudor combaten las altas temperaturas "bebiendo mucha agua" y con duchas de manguera cuando pueden, entre ellos Kleber Vital.  Sin respiro en la noche por la falta de electricidad, duerme con las puertas y ventanas abiertas, explica Vital, de 38 años.

“Los habitantes de Rocinha viven en casas bajas, de ventanas pequeñas y techos metálicos, que realmente no son adecuadas para una condición de mucho calor como la de la última semana”, dice Denise Duarte, profesora de la facultad de Arquitectura y Urbanismo en la Universidad de Sao Paulo.

Los vecinos se manifestaron esta semana para protestar por los cortes de energía, que según algunos se debe al aumento de consumo y al crecimiento desordenado de la favela. Telarañas de cables colgando de los postes de alumbrado público evidencian las conexiones eléctricas informales. "Las personas no pueden ni siquiera conectar un pequeño ventilador para suavizar el calor", lamenta André Cándido.

Las fallas eléctricas causaron "mucho sufrimiento", dice Benedito de Freitas, un ebanista de 68 años que cita casos de niños y personas mayores que enfermaron por el calor, o pasan hambre debido a alimentos dañados en heladeras inservibles por los apagones.

Algunos suben hasta lo alto de la colina, una zona boscosa donde sopla la brisa. Vienen a cargar agua o bañarse bajo un chorro de agua fresca que sale de una tubería oculta entre el follaje. Es toda "una bendición", explica De Freitas.

Otra pareja disfruta de esta breve pausa refrescante: "Lo llevamos como podemos, con duchas y bebiendo mucho líquido", dice Maria de Alivamento. Para su compañero, Daniel Cunha, un empleado de almacén, la fuente de agua les supone también un "ahorro" de dinero.

Brasil sufrió en los últimos meses el impacto del clima extremo que los expertos atribuyen al calentamiento y al fenómeno El Niño: altas temperaturas, una sequía histórica en el norte e intensas lluvias acompañadas de ciclones en el sur del país.

El calor en Río de Janeiro podría finalmente ceder en los próximos días, con previsiones de lluvia y viento. Sin embargo, adaptar las favelas al calor extremo es una "tarea que llevará un siglo en Brasil", afirma Duarte. Según la urbanista, las autoridades podrían empezar ya por construir grandes espacios públicos que sirvan de refugios en momentos críticos.

A medio plazo, los expertos proponen planes para "reconvertir" algunas de las viviendas en edificios de mediana altura con suficiente capacidad para albergar a varias familias y liberar así espacio con el objetivo de sembrar árboles. No obstante, nada es sencillo en las empinadas favelas de Río de Janeiro.

 

(Con información de AFP)

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