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22 de enero 2023 - 5:04hs

Tenía solo seis años cuando, tras la separación de sus padres Susana y Sarkis, un juez determinó que su hermano Roberto se quedaría con su madre y él, Sergio Markarian, viviría con su papá. No entendía nada aún de la vida, y luego de haberse criado en Vilardebó y Rocha, se fue a vivir de golpe a Buenos Aires. Su mamá y su hermano permanecieron en Montevideo.

“Fue una vida dura, difícil”, dice Markarian a Referí. Y cuenta: “Sos chico y te vas adaptando. Viví en Lanús en la época que era Lanús, con calles que se inundaban, con potreros, trabajando también. Había para comer, pero no para comprar un cuaderno”.

Con el tiempo, comenzó a adaptarse al nuevo país que lo adoptó junto a su papá y ya de chico, comenzó a trabajar, más allá de ir a la escuela. “Hice de todo. Mi viejo compró unos telares y yo hacía las bobinas con nueve años. Luego hacía aparado de calzado y yo lo ayudaba. Preparaba la capellada del calzado donde va el empeine. Tiempo después, alquiló un galpón, puso una carpintería y yo entregaba placares. Ya ahí tenía 16 años. Me vine a Montevideo con mi viejo cuando me recibí de bachiller allá y cuando tenía un proyecto de vida con un amigo para seguir en Argentina, pero que no prosperó”.

Estuvieron “muchos años incomunicados. Recuperé la relación con mi mamá y mi hermano cuando volví, 12 años después de haberme ido”.

@AUFoficial En octubre de 2021, Markarian estuvo en la presentación del libro de Ariel Longo

En ese lapso en Buenos Aires, vivió momentos complicados del país como cuando derrocaron al presidente Juan Domingo Perón en 1955 en un golpe de estado encabezado por Eduardo Lonardi. “Los aviones que bombardearon la Plaza de Mayo, pasaban sobre nuestras cabezas con las puertas abiertas. Tenía 10 para 11 años, estaba en quinto año y mi maestra era revolucionaria y sabía lo que iba a pasar ese día. Ella nos dijo en la clase: ‘Niños, hoy es el día de la libertad’”. Años después, ya dirigiendo en Paraguay, le tocó vivir la caída del dictador Alfredo Strossner.

Su pasión de niño era el fútbol y el club Lanús. Hasta hoy recuerda el equipo de 1957 que fue vicecampeón de River de Labruna y Loustau. “Iba colgado en los camiones. Me llevaban los vecinos. De local, iba con mi viejo”.

Fue a practicar a dicho club a los 15 años, aunque su proyecto era estudiar y trabajar en La Plata. “Quería ser químico industrial y mi amigo también”.

Diego Battiste Aguilera y Sosita debutaron como titulrares con él en Primera, con solo 15 años

Jugaba de volante central y a veces de 10. “Era bueno, pero no seguí para ser profesional. Cuando fui técnico, me reía porque les decía a mis jugadores que le pegaba bien con los cuatro rebenques, los dos pies con la parte interna y la externa”.

Cuando llegó a Uruguay no tenía amigos, y se reencontró con su hermano, quien con los años “fue rector de la Universidad. y un genio de las matemáticas, Honoris Causa en Ingeniería. Un fenómeno. Fui un cultor de la amistad. Tengo amigos que nos escribimos en Argentina, en España y en varios países. El desarraigo fue importante”, explica.

Entró en Acodike y le empezó a ir muy bien. Se había preparado en las academias Pitman. “Eso me permitió ser muy independiente económicamente”.

En 1965 los armenios conmemoraban los 50 años del genocidio de los turcos. Allí, lo nominaron para hacer la voz masculina en un programa que se iba a emitir por canal 4 –que luego no se emitió– y a Elizabeth, una joven, para hacer la voz femenina. “Fuimos a un ensayo de lo que iba a ser el programa y desde allí no nos separamos más. Nos casamos poco tiempo después”, cuenta.

El 15 de junio de 1974 le cambió la vida. Se sentó frente al televisor en blanco y negro en aquel mediodía frío para ver el debut de Uruguay ante Holanda en el Mundial de Alemania. Fue uno de los bailes más grandes que se llevó la selección en su historia, pese a que solo perdió 2-0. Tanto ama al fútbol, que la emoción lo embargó y se puso a llorar.

Masahide Tomikoshi Cruyff y Pablo Forlán van por la pelota en el debut de Holanda y Uruguay en el Mundial de Alemania 74

“Mi esposa Elizabeth me vio llorar por Uruguay y me dijo: ‘Si tanto te importa, ¿por qué no hacés algo?’. Y le contesté: ‘Tengo 30 años, jugar no puedo. Lo único que puedo hacer es el curso de técnico’, y me fui a anotar al curso a la pista de atletismo.

Recuerda que le hicieron un examen cultural y el técnico que entre otros, se lo tomó Roque Máspoli. Tenía que ser presentado por alguien para poder hacerlo y lo hicieron los preparadores físicos de Peñarol, Alberto Langlade y de Nacional, Moreira. “Di el examen teórico que incluía historia del deporte y geografía. Yo no sabía nada porque había estudiado en Argentina. Mi señora es maestra y me preparó. Luego debí dominar, conducir, patear al arco, cabecear. Me aprobaron y al año siguiente, 1975, hice el curso”.

El equipo de Bella Vista que logró el ascenso a la A en 1976; Sergio Markarian posa con los jugadores

Al poco tiempo, tocaron timbre en su casa dos dirigentes de Bella Vista y lo contrataron para dirigir la Quinta en la B. “A las pocas semanas estuve trabajando en Bella Vista y armé la Quinta que salió campeona con una campaña preciosa con Rubens Navarro, (Apraham) Yeladian, Hernán Sosa y (Óscar) Carussini, entre otros”.

Ese día el equipo de Primera perdió con Rampla que se perfilaba como futuro campeón de la B. Fue cesado el técnico Juan Aguiar y el profe Antonio Tchakidjian, y le ofrecieron el equipo, pero no aceptó porque para él “eran compañeros”.

Al final se quedó Aguiar como su supervisor y el profe. “Para mí era dirigir en Primera, era tocar el cielo con las manos. Salimos campeones, ascendimos a la A. Salía de mi trabajo tres o cuatro horas para entrenar. Me apretaron en el laburo y allí dejé Bella Vista que me hizo un homenaje, con una medalla de oro”. Poco tiempo después, Sebastián Bauzá padre, quien fue presidente papal durante más de 20 años, le ofreció el equipo de Primera en la A. “Ahí me obligó a decidirme. Dejé un sueldo bárbaro, andaba en un Mercedes Benz, era un clase media alta”.

La emoción de Julio Moreira por el título de Bella Vista y el ascenso a la A; junto a él, Sergio Markarian y Aldo Traverso

Y recuerda lo que fue ese cambio radical. “Vinieron años difíciles porque el fútbol paga mal. Desde 1977 hasta 1983 me endeudé, la pasé difícil, hice muchos esfuerzos. Vendí el Mercedes, compré un séptimo de un restorán de 18 de Julio y Cuareim. Dejaba de entrenar y me quedaba hasta las 3 de la mañana”.

Pero igualmente pudo invertir y compró la primera mochila con video grabadora JVC que llegó a Uruguay para filmar los entrenamientos. Así lo explica. “Hicimos una especie de escuela piloto en River en 1981, un grupo de 12 chicos que entrenábamos con una metodología mía, de los cuales 10 jugaron en Primera. Hicimos un trabajo maravilloso que lo filmamos. Los chicos veían las filmaciones y le corregíamos los errores. Dos de ellos fueron internacionales con Uruguay: Ruben ‘Nano’ Dos Santos y Pelé Correa”.

La vieja casona de River en la que concentró la selección uruguaya campeona de la primera Copa del Mundo en 1930

Y con orgullo cuenta: “Recuperamos la casona de River para concentrar, pintamos las paredes con los jugadores, arreglamos la cocina, compramos colchones. Con una ayuda enorme de Nelson Agresta que era el veterano del equipo. Mi motivo fue recuperar ese lugar en el que había concentrado Uruguay para el Mundial de 1930 y había cantado Gardel. El club pagó el techo, el resto fue entre el cuerpo técnico y los jugadores, a veces mangando”.

Y habla de momentos duros que vivió en dos clubes, uno de ellos, Danubio, del que es hincha.

“Pepsi me dio un dinero para apoyar el proyecto de los niños y River usó ese dinero para pagar sueldos y le pagó a todos, menos a mí. Nos iba a ver todo el mundo porque River era una maquinita. Entonces decidí irme. Me fui al Prado a llorar porque me iba de River y no quería que mis jugadores me vieran. Fue muy emocionante por la relación que habíamos tenido”, recuerda.

Y explica de su primer pasaje por Danubio, cuando lo salvó del descenso un año antes, en 1980. “Danubio no me pagó el premio de salvarlo del descenso. Andaba en ómnibus, bajo la lluvia muchas veces. Fue mi primera calentura en el fútbol”.

Su visión con Aguilera y Sosita

Walter Taibo fue quien hizo debutar en Primera a fines de 1980 a un jugador que mostraba cosas distintas: Carlos “Pato” Aguilera. Pero Markarian fue quien le dio la titularidad. “Cuando fui a River mi delantera era Alvarito Lois, el Canario Villar, el Pato Torres, Leo Moura, Piolín Ponce y López Báez, y Aguilera era el proyecto que había que buscar dónde ponerlo, porque en Quinta era 9 y era una aventura ponerlo en esa posición en Primera. Ahí apareció la idea de que jugara de 7 y medio. Él siempre se acuerda”.

El Pato Aguilera cuando jugaba en River; arriba, el primero desde la izquierda es Nelson Agresta

Dice que sus propios hijos lloraban cuando le pegaban al Pato en la cancha. “Por eso él quiere tanto a mi familia. Lo debo haber visto cuatro veces desde 1981, sufrí todas sus peripecias y la alegría de verlo recuperado, arrepentido, hombre formado, que habla bien y recomienda bien a los jóvenes. Es un ser querible, siento orgullo por él. Pero la relación es de amor puro, mucho cariño”.

Cuando se fue de River, volvió a Danubio. Había visto jugar a la Sexta y lo deslumbró un gurí de 15 años. Era Ruben Sosa.

Así lo recuerda: “Me peleaba con (el presidente Héctor) Del Campo que me decía que estaba loco por subirlo a Primera. Yo lo llevaba suave y un día vino Del Campo y me dijo: ‘Sergio, la hinchada me tiene loco, quiere que sea titular’. Y le contesté: ‘¡Pero usted me decía que estaba loco!’.

Cuenta una de las anécdotas que vivió con Sosita cuando concentraban en El Caño, la histórica concentración danubiana.

@DanubioFC Ruben Sosa en sus inicios con la camiseta de Danubio: un crack ya desde muy joven

“Estábamos concentrados y comíamos en el primer piso de la sede. Ruben andaba de noviecito con una chica que iba al liceo y ella pasaba de noche por la puerta cuando volvía y él pegaba la nariz contra el vidrio. Yo noté la ansiedad y le dije a Osvaldo Giménez que era mi ayudante: ‘Llevalo a que la salude y traelo enseguida’. Y ahí me cayó el reproche de algún jugador que no los dejaba ni ver a la novia como Zeoli”, explica.

Con Danubio tiene una gran relación. Cuando empezó la pandemia era director deportivo, pero se fue para que le pagaran a los jugadores del club.

En 1983 se fue a Olimpia de Paraguay y comenzó su notable periplo en el exterior ya que fue campeón en ese país, en Perú y en Chile y lo llevó a dirigir a la selección guaraní, la peruana y la de Grecia.

AFP Sergio Markarian cuando dirigió a la selección de Grecia

“Mi proyecto era dirigir a nuestra selección. Cuando me fui, la prensa uruguaya ya me había distinguido técnico del año. Era el candidato de la prensa en 1982 y un dirigente de Nacional, Da Prá, me habló para contratarme. Después nombraron a Omar (Borrás) y ahí empieza mi historia de frustraciones. Me fui al exterior para demostrar que tenía valor de mercado. Fui campeón con Olimpia, con Sol de América, con Cerro Porteño, con la selección, luego en Perú, y siempre fui candidato, pero nunca llegué. Esa historia de frustración la tuve, pero tengo el orgullo que quienes me ganaron en el mano a mano, tenían sus méritos. Cuando lo designaron a Pichón (Núñez), me llamó (el neutral Raúl) Inzaurralde, estaba en Universitario, con el que había sido campeón, y me vine. También me llamaron antes de contratar a (Óscar) Tabárez”, comenta.

Markarian como técnico de la selección peruana

Conoció a algunos campeones del mundo de 1950 con los que entabló muy buena relación.

“Con Roque (Máspoli) tuve mucha relación porque él era vicepresidente y yo secretario de la Asociación Uruguaya de Entrenadores de Fútbol (Audef). Aprendí mucho de él, primero como persona y después como técnico. Conocí a (Omar) Míguez y a (Juan) Schiaffino. A (Alcides) Ghiggia lo vi jugar en Danubio porque yo era hincha, pero no tuve trato. Tengo un esquema hecho de puño y letra de Schiaffino de cómo jugaba Uruguay en 1950. Me lo regaló Eduardo Rivas. Lo tengo guardado como una reliquia. Ahí se muestra algo que dije toda mi vida. En el traspaso de la WM al 4-3-3 aparece el back adelantado y el back retrasado. La pelota pasaba por Obdulio (Varela) y este distribuía, no era un pelotazo hacia Míguez. Julio Pérez hacía paredes, los extremos desbordaban… Con el tiempo, hubo una falsificación del estilo uruguayo que nos hizo grandes”.

Juan Lopez, al fondo a la derecha, mirando la final del Mundial de 1950 ante Brasil

También habla del técnico de aquella selección, Juan López. “Siempre fue muy afectuoso conmigo. Nos conocimos por el fútbol y su hermano mellizo trabajaba en alcoholes de Ancap y yo dentro de la refinería de La Teja. Yo estaba cuando empezó la dictadura y los obreros apagaron la antorcha. Pasamos momentos difíciles. Por mi relación con su hermano, Juan era muy hincha mío. Una tarde en el Franzini estaba haciendo el calentamiento con Bella Vista afuera, con una camisa celeste. Alguien me tocó el hombro y me dijo: ‘¡Qué bien te queda la celeste!’. Me di vuelta y era él”.

Markarian tiene claro que “el fútbol uruguayo es muy cruel. No le rindió el merecido homenaje a Juan López, al profe De León –un mojón en el fútbol uruguayo– y a Bentancor –que era de otra línea– y él fue un monstruo, un señor del fútbol. Tuve mucha relación con él”.

Captura de pantalla El profesor José Ricardo De León instaló un estilo de fútbol en Uruguay

Perdió la final de la Copa Libertadores de 1997 con Sporting Cristal ante Cruzeiro, tras perder a dos jugadores fundamentales como el Chorry Palacios y Flavio Maestri. De allí a hoy, nunca más un equipo peruano llegó a esas instancias.

Lo contrató Ionikos de Grecia, un club que está en el barrio de Nikia –que significa “Victoria”–, un barrio pobre en el que los griegos hicieron la resistencia a los nazis.

“Era un club acostumbrado a la B o a la C de Grecia. Llegué que me comía el mundo porque había sido campeón en varios países y les dije a los jugadores que quería ser campeón y me miraban como si fuera un marciano. A los pocos días vino algunos futbolistas me dijeron: ‘Sergio, está todo muy lindo contigo, pero no digas más que vamos a ser campeones, porque acá gana Olympiacos y nada más’. Y era cierto. Pero hicimos una tremenda campaña. Clasificamos a copas europeas y el alcalde invitó al pueblo entero a comer cordero asado en la plaza”, cuenta.

Con Paraguay fue campeón del Preolímpico 1992 y quinto en los Juegos Olímpicos de Barcelona.

La frustración por no llegar nunca a dirigir a la celeste, nunca se le fue, aunque no tiene rencores.

Dirigió y sacó campeona a la selección paraguaya en un Preolímpico

“Está muy claro que no era amigo de los militares en la dictadura, ni de los blancos, los colorados o del Frente cuando estuvieron en el poder, ni de Paco Casal. Con él me encontré una vez porque yo había dicho que no era amigo del poder y él creyó que lo decía solo por él. En la charla, lo entendió bien”.

Con Panathinaikos le ganó a Porto de Mourinho en cuartos de la Copa UEFA de visita, pero luego cayó en la vuelta tras alargue.

“Le gané a Barcelona que me ganó la revancha y a Porto de visita con (José) Mourinho. Cuando terminó el partido, me vino a felicitar. En su primer libro me dedicó un par de páginas. Jugaban Costinha, Deco, Postiga, un equipazo. Nunca habían perdido de locales por la UEFA. Ganamos 1-0 y cuando nos íbamos de la cancha, los dos estábamos con gabardina negra, llovía mucho. Él estaba más cerca del túnel que yo, me entretuve en la mitad de la cancha, me tiró de la gabardina y me dijo: ‘Mister, te felicito’ y me comentó: ‘Mirá que todavía no terminó, falta la vuelta’. ‘Yo te felicito a vos, tenés flor de equipo’, le contesté. La revancha fue muy dura, él llegó con ventaja de que no jugó por liga y nos ganaron en el alargue”, explica.

Tiene dos hijos, Aram Sergio y Gabriel Andrés y cinco nietos varones. Dios juega un gran papel en su vida y así lo comenta.

“Es decisivo, no podría ser quien soy sin él. Un chico que se fue a Argentina sin mamá, a un barrio raro, lo meten en la escuela, le toman examen para ver si entra en primero o segundo e ingresa en segundo, fui el menor siempre en la escuela, me hice solo. Sufrí el desarraigo de cambiar de país, luego cambiar el rumbo en mi vida, y hacer una carrera dentro de la empresa, cambiar otra vez de rumbo para ser técnico, pese a que el ambiente me rechazaba”, dice.

Diego Battiste Markarian nunca pudo dirigir a la selección uruguaya y siente eso como una frustración

Y agrega: “De niño en Lanús, me sentaba en el cordón de la vereda con un amigo y nos corría el agua podrida por debajo de la rodilla y filosofábamos, y en ese momento Dios me cuidó, me dio un camino, me convertí al cristianismo en una iglesia de la calle Rivadavia, acepté a Jesús como mi único salvador y he tratado de vivir una vida digna. Me he equivocado centenares de veces y cuando me doy cuenta, por supuesto que pido perdón a la persona y a Dios. Hoy sigo el mismo camino, trato de predicar con mi trabajo y con mi actitud. Reconozco que la batalla terrenal la he perdido, pero la batalla espiritual la gané, porque Jesús está al lado mío”.

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