Determinada y perseverante en la misión de sacar a Reino Unido de la Unión Europea, que la llevó al poder hace casi tres años, la primera ministra británica Theresa May acabó por aceptar el sacrificio máximo: dejar el cargo para salvar su acuerdo de Brexit.
"Seguimos trabajando para garantizar que le damos el Brexit al pueblo británico", afirmó el miércoles antes de prometer a sus diputados que dejará las riendas del partido y del gobierno si logra que se apruebe el impopular texto que negoció con Bruselas.
Tras acordar a Londres un corto aplazamiento en la fecha del Brexit, inicialmente prevista para este viernes, la UE advirtió que si Reino Unido no adopta el acuerdo esta semana deberá presentar un plan B antes del 12 de abril. Ante esta perspectiva, y después de haber rechazado dos veces el texto cerrado por May con Bruselas, los diputados tomaron el control de la agenda de debates y el miércoles trataban posibles alternativas que van desde negociar una unión aduanera con la UE hasta convocar un segundo referéndum, pasando por la anulación pura y dura de todo el proceso.
Una y otra vez, desde que llegó al cargo en 2016, May afirmó que su misión era "cumplir con el resultado del referéndum", que en junio de ese año decidió el Brexit por 52% de votos.
Tras ver rechazado por el Parlamento británico en enero el acuerdo que con tanto esfuerzo había logrado con la UE, volvió a involucrarse en duras negociaciones con la Unión Europea, tras las cuales el texto volvió a sufrir un histórico revés.
Si ahora logra por fin su aprobación, habrá sido sido "a base de estoicismo y perseverancia", en opinión de Iain Begg, profesor de Ciencias Políticas en la London School of Economics.
Pero si fracasa se la recordará como la dirigente que tuvo que pedir un aplazamiento in extremis de la fecha de salida, arriesgando el futuro del país y el propio Brexit por insistir con su plan pese a la oposición de un Parlamento donde no tenía mayoría.
May llegó al poder en las caóticas semanas posteriores al referéndum, cuyo resultado provocó la dimisión del conservador David Cameron, de quien fue ministra del Interior durante seis años.
Pese a ser euroescéptica, se había pronunciado a favor de la permanencia en la UE, pero se implicó poco en la campaña y lo hizo insistiendo en la necesidad de limitar la inmigración.
Solo un año después de llegar a Downing Street, convocó unas catastróficas elecciones legislativas anticipadas destinadas a fortalecer su posición en las que, sin embargo, acabó perdiendo la mayoría absoluta y quedó dependiente del apoyo del pequeño partido unionista norirlandés DUP para poder gobernar.
Desde entonces los ataques de euroescépticos y proeuropeos de su propia formación la han hecho tambalearse en varias ocasiones.
Varios de sus ministros la fueron abandonando por el pedregoso camino, descontentos con su idea de negociar una estrecha relación con la Unión Europea, entre ellos dos ministros del Brexit, Dominic Raab y David Davis, y el jefe de la diplomacia Boris Johnson.
Pero hasta ahora, May siempre había sobrevivido y seguido adelante convencida de que su plan era "el mejor para Reino Unido".
AFP
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