Por Aime Williams
El presidente estadounidense corre el riesgo de irritar a los congresistas demócratas, lo cual podría dificultar la aprobación del Congreso de acuerdos significantes
Donald Trump admira a los líderes autócratas, pero pocos líderes autócratas admiran al Trump tanto como el brasileño Jair Bolsonaro, también conocido como el Trump Tropical. Bolsonaro, parte de una nueva ola de líderes conservadores que está echando a un lado a los presidentes izquierdistas de América Latina, no ha tenido reparos en elogiar a Trump ni en imitar su estilo y retórica.
Por lo tanto, no es sorprendente que, como pretendiente en busca de un acuerdo comercial, Bolsonaro tenga un socio dispuesto a escucharlo en la administración Trump. Pero tampoco es sorprendente que, a los demócratas de la cámara, quienes no albergan mucha simpatía por Trump, no les interese hacer tratos con el gobierno de Bolsonaro.
La semana pasada, varios influyentes congresistas demócratas favorables al comercio advirtieron que no aceptarían ningún tipo de acuerdo comercial significante con Brasil, y le enviaron una carta al representante comercial estadounidense Bob Lighthizer listando la letanía de cosas malas que el presidente de Brasil ha hecho.
Los legisladores, todos demócratas de la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara — la cual debe aprobar cualquier acuerdo comercial más amplio — citaron la "retórica y las acciones reprensibles" del gobierno de Bolsonaro, incluyendo "su total desprecio por los derechos humanos básicos, la necesidad de proteger la Amazonia, los derechos y la dignidad de los trabajadores, y un historial de prácticas económicas anticompetitivas". Añaden que no creen que Bolsonaro aceptaría un trato similar al que obtuvieron los demócratas en el Tratado entre México, EEUU y Canadá (T-MEC), donde Washington exigió mayores derechos laborales y protecciones ambientales.
Lo interesante de esta carta es la línea que se trazó en la arena: hay algunos gobiernos con los que los demócratas no negociarán. Pero también resalta otra tendencia: el auge del miniacuerdo comercial. Río y Washington, de hecho, ya están sosteniendo conversaciones comerciales, aunque de bajo perfil. En un evento reciente en Washington, un diplomático brasileño dijo que ambas partes estaban trabajando en un acuerdo limitado que incluiría el comercio digital y las prácticas regulatorias, que se completaría para finales de año. Con suerte, dijo Nestor Forster, encargado de negocios de la embajada brasileña en Washington, se puede lograr un "acuerdo más significativo" en el futuro.
Hay muchas cosas que la administración Trump puede hacer sin tener que acudir al Congreso, especialmente si el propósito es alimentar los egos haciendo un gran alboroto por los acuerdos de bajo impacto que no hacen nada para cambiar los aranceles o las cuotas. El acuerdo entre EEUU y China fue un miniacuerdo comercial, al igual que el acuerdo entre EEUU y Japón. Si el acuerdo entre EEUU y la UE se materializa alguna vez, también será un miniacuerdo.
El Congreso ha estado cada vez más insatisfecho con estos miniacuerdos, pues los considera otra forma en que la administración Trump ignora a los legisladores para tomar decisiones unilaterales. Se supone que el Congreso ejerce el poder sobre el comercio con las naciones extranjeras y sobre los proyectos de ley de recaudación de ingresos. Cualquier acuerdo que requiera que se redacte una nueva legislación — y esto incluye la modificación de los aranceles — debe pasar por el Congreso. Pero de lo contrario, Trump tiene la libertad de hacer tratos comerciales políticamente oportunos con quien desee, al igual que ha encontrado formas de venderle armas a quien quiera (ignoró el desacuerdo del congreso con la venta de armas a Arabia Saudita el año pasado).
La cuestión es si un miniacuerdo comercial con Bolsonaro corre el riesgo de irritar a los congresistas demócratas y dificultarle aún más a la administración lograr la aprobación de acuerdos comerciales significantes en el futuro.
El comercio bilateral entre EEUU y Brasil tiene un valor de solo US$100 mil millones al año, una sexta parte del comercio entre EEUU y México a pesar de que la economía brasileña es mucho más grande. Trump no puede evitar acudir al Congreso para siempre; la cámara, controlada por los demócratas, tiene una capacidad considerable para demorar las leyes que él quiere que se aprueben, especialmente sobre cualquier acuerdo comercial importante que requiera un cambio legislativo. Pero cuando necesite ese apoyo, podría haber un ajuste de cuentas.
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