Javier Conde

Javier Conde

Es periodista de la sección Mundo de El Observador

Mundo > Elecciones en EEUU

Trump tironea la democracia al límite, y más allá

El ataque contra la integridad electoral somete a Estados Unidos a una prueba mayúscula en tiempos de populismo y pandemia
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07 de noviembre de 2020 a las 05:03

Donald Trump ha escogido salir de la Casa Blanca dando un portazo.

Es de temer pero no sorprende. Entre otras cosas porque lo había anunciado al endosar durante esta atípica campaña en medio de una pandemia terrible un carácter fraudulento al sufragio por correo: una letra de cambio, un voto sin el respaldo requerido, aún cuando el recurso del voto ausente, como se llamó en sus inicios, se remonte en Estados Unidos tan lejos como a la mitad del siglo XIX para permitir, entonces, que sufragara la abundante tropa envuelta en la guerra civil secesionista.

Y menos aún sorprende luego de cuatro años de mandato tumultuoso. Una de las acepciones que la Rae señala para tumulto es la de "desorden ruidoso". ¿Se recuerda más estruendo en las presidencias recientes de Estados Unidos en lo que va de este siglo, por poner un período aún fresco en la memoria?

"Acabamos de vivir cuatro años de la presidencia más divisiva y deshonesta en la historia de Estados Unidos, una que atacó los dos pilares de nuestra democracia: la verdad y la confianza. Donald Trump no ha pasado un solo día de su mandato tratando de ser el presidente de todo el pueblo y ha roto las reglas y destrozado las normas de una manera que ningún mandatario se ha atrevido", escribe en The New York Times  el columnista Thomas L. Friedman, tres veces ganador del Premio Pulitzer, en un artículo en el que desarrolla la idea, quizás en un tono de hondo pesimismo, de que a falta de conocerse el ganador en las elecciones, hay un perdedor: Estados Unidos.

Porque la ola azul de Biden careció de la contundencia suficiente, ni tampoco hubo una "ola moral" de rechazo generalizado al tipo de liderazgo que divide al país, apoyándose en la opinión de, precisamente un experto en liderazgo, Dov Seidman, autor del libro Cómo: por qué cómo hacemos algo significa todo (How: Why How We Do Anything Means Everything).

Durante cuatro años, Donald Trump, que emergió desde los reality shows para ganar de manera sorpresiva en 2016, puso en jaque a la democracia de referencia en el mundo occidental, arrastrando en su deriva al partido Republicano, "secuestrado" por ese liderazgo impetuoso, que pelea con sus aliados en el mundo y hace migas con mandatarios de cuestionable proceder; que acorrala a medios y periodistas a los que acusa de fabricar fake news -una de sus especialidades, como se ha verificado-; y que desconoce y aborrece la ciencia y el conocimiento frente al cambio climático, el gran asunto de este tiempo, y frente a la pandemia que ha causado en Estados Unidos un estrago inaudito que, quizás, explique su inminente derrota.

El diario El País de España tituló el pasado 3 de noviembre, el día de las elecciones, que en Estados Unidos se sometía a escrutinio la ola populista que recorre el mundo, tan amplia y diversa que acoge en su seno a eso que ahora se identifica en algunos parajes como ultraderecha -por ejemplo, Jair Bolsonaro, que no escondió nunca su preferencia por Trump-  pero también hombres de izquierda o que provienen de ese campo como Andrés Manuel López Obrador, en México, y Nayib Bukele, en el pequeño y sufrido El Salvador.

La "ola populista" que emerge tocando la fibra nacionalista -Make América Great Again,el célebre MAGA-., cuestionando el proceder corrupto de los políticos y rechazando las intermediaciones entre el líder y su pueblo encuentra eco popular y plantea enormes retos para las democracias, venidas a menos. 

Friedmann escribe en su artículo del New York Times que hay sin duda malestar y en particular en hombres de la clase trabajadora sin título universitario que ven en Trump un baluarte contra las implicaciones sociales, culturales y económicas de una realidad demográfica en la que dejan de ser mayoria.

Contar todos los votos

Donald Trump no quiere que se cuenten todos los votos, solo, dice, los "legales". Aquellos, se entiende ,que se produjeron el día de las elecciones, que fueron muchos menos que los emitidos en las jornadas previas al 3 de noviembre.

A sabiendas de que el voto por correo implica mayor tiempo para su conteo, porque depende de normas que varían de un estado a otro, Trump dobló su apuesta al autoproclamarse triunfador de las elecciones en la noche del 3 de noviembre cuando millones de papeletas no habían sido escrutadas.

"De hecho, nosotros ganamos esta elección", dijo, y añadió que había sido una "noche magnifica", como en otras oportunidades dijo que era notoriamente bueno su desempeño frente al coronavirus o como celebró la mejora de los datos del paro diciendo que era "un gran día" para George Floyd, el afroamericano asesinado por policías que desató una ola de protestas antiraciales no vista en décadas. El "desorden ruidoso" ha sido una constante aunque no todo atribuido a Trump.

Gritó fraude después, amenazó con ir a la Corte Suprema, pidió que se paralizara el conteo en estados donde se estaba revirtiendo su ventaja inicial -algunos de ellos clave o péndulo- y denunció la aparición de "papeletas sorpresa".

Una estrategia cuestionada desde las propias filas republicanas. El líder de la mayoría conservadora en el Senado, Mitch McConnell, desalentó al presidente al señalar, por una parte, que no era inusual que "la gente" diga que ganó las elecciones, pero que decir eso "es diferente a finalizar el recuento".

De hecho, lo que ha ocurrido es que los conteos han seguido adelante y estados con un número importante de votos electorales como Pensilvania (20) y Georgia (16) se volvieron azules a falta de 4% y 2% de boletas por escrutar. Esos 26 votos electorales le darían a Biden 289 de los 538 votos del Colegio Electoral, lo que lo convertiría en el 46 presidente de Estados Unidos. Biden puede suma además Nevada (6) e incluso Arizona (11), donde el que recorta distancias es Trump, ¿serán éstas también papeletas sorpresa?

Pero más allá de la voz de Trump diciendo que solo pierde si lo roban y que esto es un fraude en toda la regla, escasea el acompañamiento. El Consejo Nacional para la Integridad Electoral, un organismo bipartidista que reúne a 40 exfuncionarios, exsecretarios de gabinete, oficiales militares retirados y líderes cívicos, rechazó en muy pocas pero contundentes palabras las afirmaciones de Trump contra el proceso electoral:

“El presidente pasó 15 minutos usando el podio de la Casa Blanca para hacer afirmaciones falsas que socavan la integridad de nuestras elecciones y perjudican a los funcionarios electorales que trabajan arduamente en todo el país y que han desempeñado sus funciones de manera admirable". 

"No hay absolutamente ninguna base para estas afirmaciones irresponsables". 

"Los políticos pueden decir lo que quieran, pero es el pueblo estadounidense quien decide a sus líderes, no al revés. Nuestro proceso constitucional exige que contamos cada voto ”.

La intervención de Trump a la que hace referencia el Consejo Nacional de Integridad Electoral ocurrió el jueves y llevó a tres cadenas de televisión en Estados Unidos a cortar al mandatario porque estaba "mintiendo", algo insólito en la historia moderna de las elecciones estadounidenses.

¿Cuánto más durará la tensión en Estados Unidos? Los votos electorales darán a cada candidato su definitiva posición e indicarán quien de los dos reúne los 270 votos necesarios para obtener la presidencia. Y ya parece un hecho que Joe Biden superará esa cifra. Luego el proceso, que tiene unos pasos estipulados a seguir antes de que el mandatario electo asuma el 20 de enero de 2021, deberá enfrentar y resolver las acciones que Donald Trump pueda emprender.

Y "lo peculiar del trumpismo es que ni siquiera intenta obtener el apoyo de la mayoría de los estadounidenses", dice Gautam Mukunda, doctor en ciencias políticas por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y autor del texto Indispensable: cuando los líderes realmente importan

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