Un milenario alerce chileno encapsula claves para la adaptación frente al cambio climático

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Un milenario alerce chileno encapsula claves para la adaptación frente al cambio climático

Se estima que el ejemplar tiene una antigüedad de 5.000 años. Está a punto de ser certificado como el árbol más longevo del mundo y su estudio genera expectativas en el ámbito científico
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23 de abril de 2023 a las 05:00

En el sur de Chile, en el área más húmeda y turbosa del bosque valdiviano, protegido de incendios y de la tala que diezmaron a la especie, un gigantesco alerce sobrevivió miles de años y su tronco encapsula valiosa información para la ciencia frente a la adaptación al cambio climático. Se trata del Gran Abuelo, un ejemplar de la especie “Fitzroya cupressoides” de 28 metros de altura y 4 de diámetro que está a punto de ser certificado como el árbol más viejo del planeta.

Los biólogos estiman que tiene una antigüedad de 5.000 años. Unos 150 años más que el pino Matusalén, un ejemplar de la especie “Pinus longaeva” que descubrió en la década de 1930 Edmund Schulman, un paleontólogo que se dedicaba a fechar sequías y eventos cósmicos a través de los anillos de los árboles.

"Es un sobreviviente. No hay ningún otro árbol que haya tenido la oportunidad de vivir tanto", explica Antonio Lara, investigador de la Universidad Austral y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia de Chile, parte del equipo que estudia la edad del árbol.

Al filo del barranco donde está ubicado, en la región de Los Ríos, a 800 kilómetros de Santiago, la capital del país, el Gran Abuelo esquivó el fuego y la sobreexplotación de esta especie endémica del sur del continente americano, donde por siglos su madera, debido a su extremada resistencia, se utilizó para construir casas y embarcaciones.

Su tronco grueso y sinuoso, tapizado de musgos y líquenes, es recorrido por lagartijas y ranitas Darwin. Sus ramas, de hojas perennes y delgadas, conviven con pájaros como el chucao o el peuquito. A su alrededor crecen otros árboles menos longevos, como coihues, mañíos y tepas. Su fama trascendió las fronteras. Hasta allí llegan los turistas para fotografiarse con el "árbol más antiguo del mundo".

Luego de una hora de caminata por un sendero atravesado por las raíces de un tupido bosque de alerces jóvenes de entre 300 y 400 años, asoma el Gran Abuelo, al que la fama le trajo algunos riesgos. Para protegerlo, la Corporación Nacional Forestal debió aumentar el número de guardaparques que lo cuidan y restringir las visitas.

El milenario alerce lo descubrió Aníbal Henríquez mientras patrullaba el bosque en 1972. Dieciséis años después, Henríquez falleció cuando vigilaba a caballo el mismo bosque. "No quería que la gente y los turistas supieran en dónde estaba porque sabía que era muy valioso", cuenta su hija, Nancy Henríquez, también guardaparque.

Un milenario alerce chileno encapsula claves para la adaptación frente al cambio climático

El nieto de Aníbal, Jonathan Barichivich, creció jugando entre alerces y es uno de los científicos que estudia la especie. Actualmente, trabaja en el Laboratorio de Ciencias del Clima y del Medio Ambiente de París. Hace dos años, investigando sobre el cambio climático, extrajo junto a su colega Antonio Lara una muestra usando el taladro manual más largo que existe. Incluso así no llegaron al centro. Con la muestra extraída estimaron en principio que el Gran Abuelo tenía unos 2.400 años y, a través de un modelo predictivo, completaron lo que faltaba.

"El 80% de las posibles trayectorias entregan que el árbol tendría 5.000 años", dice Barichivich, que espera publicar pronto su investigación. El estudio generó expectativas en el mundo científico. La razón: la dentrocronología, la rama de la botánica que estudia la edad de los árboles a través de los anillos del tronco, tiene limitaciones a la hora de medir ejemplares más antiguos. Muchos tienen el centro podrido.

Mientras se determina si destrona al Matusalén, el Gran Abuelo entrega valiosa información: "No sólo se trata de su edad, hay muchas otras razones que le dan valor y sentido a este árbol y la necesidad de protegerlo", plantea Lara. Hay muy pocos árboles milenarios en el planeta. La mayoría tiene menos de 1.000 años y poquísimos superan los 2.000 o 3.000 años.

"Los árboles muy antiguos tienen genes y una historia muy especial, porque son símbolos de resistencia y de adaptación. Son los mejores atletas de la naturaleza", describe Barichivich. "Son como un libro abierto y nosotros somos los lectores que leemos cada uno de sus anillos", explica Carmen Gloria Rodríguez, asistente de investigación del Laboratorio de Dentrocronología y Cambio Global de la Universidad Austral.

Las páginas de este libro vivo hablan de años secos en sus anillos más angostos, y lluviosos en los más anchos. También dan testimonio de incendios y terremotos, como el más potente registrado en la historia de la humanidad, el que tuvo epicentro en la región el 22 de mayo de 1960, conocido como “el terremoto de Valdivia”, cuyo alcance se extendió hasta las costas de Japón.

Un milenario alerce chileno encapsula claves para la adaptación frente al cambio climático

Lejos de ser un testigo mudo, el Gran Abuelo narra la historia de los últimos 5.000 años, una gran "cápsula del tiempo" que almacena información sobre el pasado y el modo en que estos árboles lograron adaptarse a los cambios del clima y su entorno. "Si estos árboles desaparecen, desaparece con ellos una clave importante de cómo la vida se adapta a los cambios del planeta", plantea Barichivich.

"Es un árbol muy antiguo y sólo por existir debería ser ya suficiente para cuidarlo", destaca Barichivich. Para visitar a El Gran Abuelo primero hay que registrarse. El celo tiene una razón.

La ubicación de Matusalén se mantiene en reserva, luego de que un estudiante hachara de raíz en 1964 a Prometeo en el Parque Nacional de las Grandes Cuencas, en Nevada. Hoy, sus restos, de 5.000 años de antigüedad, se guardan en tres cajas de cartón en el Laboratorio de Investigación de los Anillos de los Árboles, en la Universidad de Arizona.

No será el caso del Gran Abuelo, preservado con celo por el cuerpo de guardabosques de la Corporación Nacional Forestal.

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