Los problemas ambientales vinculados al cambio climático son anunciados desde hace años

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Un remoto país amenazado por el aumento del nivel del mar

Islas en el Pacífico entre las más vulnerables al cambio climático
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10 de julio de 2016 a las 08:37
Por Mike Ives / The New York Times

Un día muy brillante de invierno, una marejada arrasó con un dique oceánico cerca de esta ciudad, en el remoto y bajo país insular de Kiribati, destrozando puertas y ventanas en el hospital Betio, y lanzando arena y escombros por todo el pabellón de maternidad.

Beero Hosea, de 37 años, un mozo, apagó la electricidad y ayudó a cargar a las madres aterradas entre los escombros y el agua hasta una escuela cercana.

"Si la próxima está combinada con una tormenta y vientos más fuertes, ese será nuestro fin", notó. "Va a cubrir a toda esta isla".

Durante años, los científicos han estado pronosticando que gran parte de Kiribati podría ser inhabitable en cuestión de décadas, debido a una acometida de problemas ambientales vinculados al cambio climático. Y por el mismo lapso, muchos aquí han prestado poca atención. Sin embargo, mientras que los científicos son renuentes a atribuir cualquier evento específico, climático o de mareas, al aumento en los niveles del mar, la marejada del invierno, conocida como marea rey, fue una escalofriante llamada de atención.

"Nos impresionó", dijo Tean Rube, una pastora de la iglesia Kiribati Uniting. "Nos dimos cuenta de que el cambio climático es real".

Vulnerables
Los países insulares en el Pacífico están entre los más vulnerables, física y económicamente, al cambio climático y a los eventos climáticos extremos, como inundaciones, terremotos y ciclones tropicales, dijo el Banco Mundial en un informe del 2013. Mientras las potencias mundiales sostienen reuniones cumbre para negociar tratados sobre cómo reducir y mitigar las emisiones de carbono, los habitantes de la pequeña Kiribati, una excolonia británica con 110 mil habitantes, están debatiendo cómo responder antes de que sea demasiado tarde.

Gran parte de Kiribati, una colección de 33 atolones coralinos e islas de arrecife dispersas en una franja del océano Pacífico, más o menos del doble del tamaño de Alaska, no está a más de seis pies sobre el nivel del mar. Los modelos climáticos más recientes indican que los océanos del mundo podrían aumentar de cinco a seis pies para el 2100. La perspectiva del aumento en el nivel del mar y la intensificación de las tormentas "amenazan a la mismísima existencia y la subsistencia de grandes segmentos de la población", le dijo el gobierno a Naciones Unidas en un informe el año pasado.

En el estudio se expone el futuro de Kiribati con detalles apocalípticos. El agua arrasaría las vialidades elevadas, paralizando la economía; los arrecifes coralinos degradados a causa del calentamiento del agua harían posible que olas más fuertes golpearan la costa incrementando la erosión, y trastocarían el suministro de alimentos que depende muchísimo en los peces a viven en los arrecifes. Las temperaturas más altas y los cambios en las precipitaciones incrementarían la prevalencia de enfermedades, como la fiebre del dengue y el envenenamiento por ciguatera.

Planes
En respuesta, esencialmente, Kiribati (se pronuncia KII-rii-ba en el idioma local) ha estado elaborando planes para cuando desaparezca. El gobierno ha promovido "la emigración con dignidad" para la que exhorta a los habitantes que tienen capacidad para trabajar que consideren mudarse a otros países. Adquirió cerca de 6.000 acres en Fiyi, un país insular a más de 1.600 kilómetros de distancia, como un refugio potencial. Fiyi es más elevada y tiene una costa más estable, por lo cual es menos vulnerable.
Anote Tong, un expresidente que consiguió que se hiciera la adquisición en Fiyi, dijo que también tenía el propósito de ser un llamado de atención al mundo. "El problema del cambio climático es real, grave, y nos gustaría hacer algo al respecto, si es que se van a tomar el tiempo para ello", dijo en una entrevista reciente. Sin embargo, hacer que un país completo empaque no es fácil, y podría no ser posible. Y muchos habitantes de Kiribati siguen siendo escépticos respecto de la necesidad de prepararse para una eventualidad que podría tardarse décadas todavía.

Los escépticos incluyen a los habitantes rurales, menos instruidos, de las islas exteriores, que dudan que puedan desarrollar las habilidades necesarias para sobrevivir en otros países, y cristianos que ponen más fe en la protección de Dios que en los modelos climáticos. "Según su creencia bíblica, no nos vamos a hundir porque Dios es la única persona que decide el destino de cualquier país", dijo Rikamati Naare, el editor de noticias de radio Kiribati, la transmisora operada por el Estado.

La adquisición de terrenos en Fiyi no fue el primer esfuerzo para abordar el futuro peligroso de Kiribati. El Banco Mundial lideró el Programa de Adaptación de Kiribati, iniciado en el 2003, con el cual se ejecutaron planes para el manejo del agua de lluvia, se construyeron rompeolas costeros. El banco dice que con el proyecto, que costó US$ 17,7 millones, se ha conservado agua dulce en Tarawa y se ha protegido cerca de una de los más de 1.140 kilómetros de costa de Kiribati.

Sin embargo, el informe del 2011, encargado por el gobierno, pone en duda que el proyecto del Banco Mundial haya ayudado a Kiribati a prepararse para el cambio climático. Y, si bien los planes de los manglares y la administración del agua han ayudado, en un estudio del 2014 se dice que la primera ronda de rompeolas, hechos de sacos de arena, habían resultado ser contraproducentes y habían ocasionado mayor erosión.

"La adaptación es solo este gran esfuerzo prolongado, horrible y duro", hace notar el principal autor del estudio, Simon Donner, un profesor de geografía en la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver. "Es ingenua la idea de que una organización externa solo pueda llegar con dinero, experiencia e ideas a implementar algo con facilidad. Lo que necesitas es fondeo sistemático, de largo plazo; el tipo de cosas que es difícil sacar adelante con la ayuda para el desarrollo".

Denis Jean Jacques Jordy, un especialista sénior en ambiente, en el Banco Mundial, reconoció que "tuvimos algunos problemas" con los primeros rompeolas, pero dijo que los subsecuentes, hechos de rocas, estuvieron mejor diseñados.

No hay ninguna escasez de ideas para evitar el destino ambiental de Kiribati. La construcción que ha hecho China de islas artificiales en el Mar de la China Meridional muestra la promesa de la sofisticada tecnología en la ingeniería insular. Tong encargó una investigación sobre el aumento en el nivel del mar en la costa de Kiribati.

Sin embargo, tales medidas son financieramente poco realistas para un país pobre en recursos, que depende de la ayuda, como Kiribati. "No es que el lugar vaya a quedar sumergido", comentó Donner y notó que, de hecho, algunas de sus islas habían aumentado de tamaño en los últimos años debido a la recuperación de tierras o a la dinámica costera natural. "Se trata de que vivir aquí se vuelve prohibitivo. Ese es el verdadero reto de Kiribati".

La crisis paralela del agua dulce también se puede arreglar, a un costo. El agua potable es escasa en varias islas y el agua salada de las mareas altas se ha filtrado a algunos pozos. Muchos de los habitantes del sur de Tarawa, donde vive la mitad de la población del país, ahora recibe el agua potable exclusivamente de los tanques del agua de lluvia. A los expertos les preocupa que, a medida que aumente el nivel del mar, habrá muchos más riesgos para las reservas frágiles de los mantos freáticos. Kiribati podría invertir en equipo de desalinización o traer agua potable en buques, pero se trata de un país que tiene un solo camino pavimentado.

"Todo se puede hacer", dijo Doug Ramsay, el gerente de la Cuenca del Pacífico en el Instituto de Investigación Acuífera y Atmosférica en Nueva Zelanda, "solo que va a ser un ejercicio muy caro".
No obstante, es posible que la emigración sea cada vez más importante. Tong dijo que esperaba preparar a su pueblo para movilizarse con programas de capacitación para el trabajo que cumplieran con los estándares que se reconocen en Australia y Nueva Zelanda. "La ciencia del cambio climático no es 100 % precisa", señaló en la entrevista. "Pero sabemos, sin ningún argumento, que, a la larga, nuestro pueblo tendrá que reubicarse, a menos que se asignen recursos, muy, pero muy considerables, para mantener la integridad de la tierra.

Los habitantes de Buariki, un pueblo junto al mar, de chozas con techos de paja y enormes cocoteros, en la isla de Tarawa Norte, tienen cada vez más claras las amenazas costeras. Docenas de esas palmeras se han caído a lo largo de la playa debido a la erosión. El Banco Mundial estima que entre 18% y 80% del pueblo, ubicado en una península, de no menos de unos cuantos cientos de pies de ancho, podría quedar sumergido para el 2050.

Algunos pueblerinos dijeron que se resignaron a irse. "Nuestro gobierno ya tiene terrenos en Fiyi para la gente de Kiribati, así es que si hay más marejadas aquí, llevarán gente a vivir allá", contó Kourabi Ngauea, de 29 años. "Pero depende del gobierno y si nos puede sostener".

Otros no ven ninguna necesidad de irse. "Aquí es donde yo pertenezco", dice Aroita Tilamaen, de 76 años, mientras pelaba un coco en su patio. "Yo prefiero quedarme".

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