Selección > EL ANÁLISIS
Un triunfo ante Brasil por Eliminatorias que deja huella: así da gusto ver a Uruguay; ¡gracias, Marcelo Bielsa!
¡Guau! La expresión de Uruguay frente a Brasil en el partido de la cuarta fecha de las Eliminatorias para el Mundial 2026 fue absoluta, estuvo llena de sufrimiento y terminó sazonada con la satisfacción que brinda conseguir una victoria 2-0 de la forma en que lo logró, con autoridad futbolística, con imposición anímica y con el sometimiento a uno de los mejores seleccionados del mundo como hacía muchos años (mucho más que los 22 del último triunfo ante Brasil) no lo conseguía un combinado celeste.
Valió la pena sufrir el primer tiempo, sin sobresaltos pero corriendo atrás de la pelota ante la desesperación del hincha y el Estadio Centenario en silencio, como mudo testigo de la forma en que Uruguay andaba al ritmo que establecía Brasil en la cancha.
Valió la pena esperar hasta que pasó lo que tenía que pasar. Lo que podía ocurrir bajo el nuevo manual que plantea el entrenador Marcelo Bielsa en la selección uruguaya, y se ordenó el partido de tal manera que con la fortuna que faltó en Colombia (si hubiera tenido la suerte de este martes, también habría ganado en Barranquilla), Maxi Araujo fabricó el primer gol que firmó Darwin Núñez y encauzó el partido para que terminara en el mejor lugar.
Valió la pena esperar que también la suerte se vistiera de celeste una vez, después que en Ecuador un penal polémico que no fue sancionado para Uruguay evitó el empate en la hora, y que en Colombia la selección generara una decena de situaciones de gol y que la mala puntería le pasara una alta factura.
Porque esta vez la suerte jugó de Uruguay cuando a los 43 minutos se lesionó Neymar y el partido tomó un curso para Brasil, ya en desventaja 1-0, que no imaginaba y que lo hundió, entre el drama de perder a su crack, la marcador en contra y el incómodo fútbol de nuevo Uruguay, en un escenario que no supo manejar.
Y en definitiva, valió la pena, porque, ¡ganarle con dos goles de saque lateral a Brasil!, es algo así como llegar a la luna en helicóptero.
Este equipo de Uruguay conquistó este martes en el Estadio Centenario uno de esos triunfos que marcan puntos de quiebre, y que establecen mojones en cualquier recorrido.
Uruguay necesitaba ganar para empezar a construir con pilares sólidos el plan con el que su nueva generación de desfachatados veinteañeros, a la que la AUF le puso el técnico adecuado para diseñar el traje a medida, el mejor camino hacia el Mundial 2026 y establecerse en la cima de la tabla de posiciones (solo detrás de Argentina), en el verdadero lugar de la celeste.
De todas formas, como en todos los grandes logros de Uruguay, no puede faltar el drama, la incertidumbre y el sufrimiento.
Antes de disfrutar, Uruguay sufrió, y ahí está el valor agregado de esta victoria histórica de la selección que cortó dos rachas que cada vez pesaban más, una de 12 partidos sin ganarle a Brasil (el 13, el de la mala suerte para los brasileños fue de victoria celeste) y otra de 37 partidos sin derrotas de los auriverdes (el 38, en Montevideo, se cortó la cuenta).
Uruguay tuvo paciencia para construir el triunfo incluso en la desesperación del primer tiempo, cuando corrió atrás de la pelota.
La selección de Bielsa mantuvo la calma, evitó que le remataran al arco y, aunque Brasil asusta con sus nombres y con su juego, estuvo lejos de intimidar a la celeste que parecía tan grande como su rival y ahí cimentó esta victoria que le da un espaldarazo para reforzar el camino.
Nahitan Nández jugó un partidazo. No le tembló el pulso en Colombia para anular a Luis Díaz y mucho menos para evitar que Vinicius volcara el partido hacia Brasil en el Estadio Centenario. Trancó fuerte, les hizo sentir el rigor, y cuando fue necesario pegó para que supieran que el uruguayo estaba dispuesto a que por su sector se olvidaran de andar decididos a transitar con fantasía.
Con Ronald Araujo la celeste encontró la fortaleza que necesitaba en la última línea, porque no solo se transformó en el líder que necesitaba la última línea sino que el riverense contagió a Sebastián Cáceres, a quien potenció en su juego y se transformó en un gran socio en este asunto de hacer más fácil la tarea de Sergio Rochet.
Mathías Olivera completó una línea de cuatro que jugó un gran partido y construyó parte del éxito. Además, dejó para lo que viene por Eliminatorias, buenos apuntes para el entrenador.
Y ahí se empieza a entender el éxito de Uruguay, que tras su cuarto partido en estas Eliminatorias, el cuarto oficial de Bielsa con la selección, puede decir empezó a fortalecer la defensa. También puede expresar que el mediocampo tiene lo mejor y que reafirmó el valor del ataque con Maxi Araujo y el goleador Darwin Núñez.
Con esta nueva propuesta, en donde el arco rival es el lugar en el que se concentra la apuesta de este equipo, la selección recorre un camino en el que Bielsa invita a soñar, que no es ni más ni menos que lo que prometía desde que la AUF lo fue a buscar y, aunque no siempre será así porque la montaña rusa cargada de emociones propone altos y bajos, ya valió la pena por esta victoria ante Brasil.
Uruguay sacó patente para pelearle a todos de igual a igual. Ya no hay cucos. Ya no hay inalcanzables. Uruguay tiene todo para ser protagonista, con un plan y con un plantel que no tiene techo. Y así podrá llegar hasta el lugar que quiera. ¡A seguir soñando!
