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19 de agosto 2023 - 5:03hs

En anterior columna critiqué el enfoque de que “la vaca no es culpable” porque creo que no ayuda a entender el centro del desafío que tiene la ganadería, que es el mismo que tienen los demás sectores de la economía, revertir el calentamiento del planeta. Si pensamos un mediano plazo que abarque más de un período de gobierno y nos plantamos en 2033, sin duda veremos una ganadería distinta en un planeta distinto.

Ya podemos saber será un planeta más caliente al actual, con consumidores más preocupados que en el presente, con cuestionamientos todavía mayores a todo y cualquier actividad que acentúe el calentamiento.

La construcción de una defensa de la carne vacuna es central, y no debe partir de un juicio imaginario donde debemos ser abogados defensores de la vaca. Debe partir del reconocimiento de que hay un problema y de expresar la voluntad manifiesta  de contribuir a la solución de ese problema.

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Al 2033, la temperatura del planeta pasará probablemente de una anomalía de 1º C a una de  1,5º C respecto a los niveles previos a la revolución industrial. Habrá mucho menos hielo y muchos más problemas derivados de un clima inestable. Salvo algún invento que hoy no aparece en el radar, la situación será bastante más grave que en el presente, y eso es mucho decir, porque ya durante junio a setiembre no paramos de ver incendios masivos en el hemisferio Norte  y las olas de migrantes no para y las temperaturas de junio y julio fueron récord.

Será mejor asumir cuanto antes que la ganadería -que tiene muchas virtudes-  tiene dos problemas: por ahora es protagonista de la deforestación del planeta -no en Uruguay- y por ahora los vacunos emiten metano abundantemente, principalmente eructando. Además generan otras emisiones. Y como todas las emisiones de co2, metano, óxido nitroso y clorofluor carbonados, las emisiones hay que bajarlas lo antes posible, lo más posible y sin poner “peros”.

Como el planeta, lamentablemente será menos biodiverso, la biodiversidad de los sistemas productivos será cada vez más valorada y necesaria. Ese será obviamente un diferencial de Uruguay, cero deforestación y óptima biodiversidad. Que no quiere decir que no haya tareas por hacer. Tal vez podemos hacer bajar a los ñandúes hoy más abundante en el norte, tal vez dejamos de matar reptiles “por las dudas”, tal vez logramos conservar una proporción alta de pastizales nativos. Tal vez consolidar la presencia de ciervos nativos, en particular el ciervo de los pantanos que ojalá pueda volver y el venado de campo tan escaso.

La ganadería deberá seguirse intensificando porque la carne es un alimento fundamental, la población en 2033 estará cerca de 8.750 millones y sería deseable que la mayor cantidad de gente pudiera acceder a un alimento tan fundamental. Para hacerlo sin invadir más áreas silvestres, solo con más productividad por hectárea. Pero esa intensificación deberá acentuar prácticas que hoy no son todo lo frecuentes que deberían.

Por ejemplo, cabe suponer que en 10 años habrá más productores en Uruguay haciendo análisis de suelos y tomando sus decisiones de fertilización y manejo en base a esos análisis. No creo en los sistemas que se niegan a fertilizar por el dogma de que “nada que venga de síntesis química”. Seguramente lo que habrá que conocer mejor es cómo fertilizar sin dañar a la vida del suelo. Porque tengo pocas dudas de que cada vez más la salud de los suelos será el cimiento sobre el que funcionará toda la producción de alimentos que use suelos.

Los productores valorarán mucho más tener bosta de calidad, coleópteros, lombrices y otros bichitos que procesen rápido esas heces hacia el suelo.

Habrá mucho manejo de pasturas, un manejo más preciso para optimizar la acumulación de carbono en el suelo y los productores celebrarán cada año en el que logren mejorar el crecimiento en materia orgánica en el suelo. Sabrán que eso es más forraje y así más carne y leche. Y tal vez un crédito de carbono

Para que haya más carbono tendrá que haber más nitrógeno, especialmente el capturado por simbiosis a través de leguminosas. Los tréboles las alfalfas y los lotus harán equipo con gramíneas, como hacen ahora y más. Tal vez por biotecnología o por otros medios se consigan gramíneas que capturen fósforo simbióticamente. Mientras, la fertilización será tal vez más moderada, variable por hectárea, y proveniente de fabricantes que minimicen la huella de la elaboración de estos nutrientes. Tirar nitrógeno y fósforo a la cañada o el arroyo es perder dinero y será juzgado con dureza por la sociedad.

Los productores ojalá tendrán agua limpia en bebederos y sombra en cada uno de los potreros. Eso no es barato ni simple, pero en 10 años es posible. Porque eso es clave para el desempeño de los animales, las pasturas y los suelos. Y para la calidad de aguas de Uruguay.

La ganadería uruguaya estribará en una virtud central que han explicado ya Gervasio Piñeiro y Elena Patrón: es la actividad de producción de alimentos que implica el menor grano de alteración del ecosistema original. Además los herbívoros  cumplen funciones fundamentales en el ecosistema global. Justamente canalizando el carbono que está en las plantas hacia el suelo.

Pero nos guste o no, un vacuno es un vehículo de cuatro patas que por sus “caños de escape” emite metano. Y Uruguay ojalá en 10 años forme parte de la vanguardia mundial por reducir esas emisiones. Porque aunque sean estables, tirarle siempre el mismo vaso de nafta a un incendio, agrava el incendio. De modo que en 10 años seguramente estaremos con raciones especiales, uso de algas en la alimentación, forrajeras con mas taninos y genética buscando minimizar emisiones. Es decir, ojalá en 2033 habrán avanzado las investigaciones en curso sobre bajar las emisiones de metano por kilo producido y aún en términos absolutos. Hay que cambiar la composición del eructo de los vacunos, tarea nada fácil, pero imprescindible.

Calidad en carne, leche o cualquier otro productor será demostrar nuestro esfuerzo por mitigar el calentamiento capturando lo más posible carbono en los suelos y emitiendo lo menos posible en toda la cadena. Eso será determinante del precio, y así del ingeso. Productivamente, como demostró la sequía que terminó esta semana, perderemos menos por amortiguar lo más posible el calentamiento.  Más sombra en los potreros, más reservas para enfrentar el verano, más forrajeras nativas de verano como las distintas especies de Paspalum, tal vez la vuelta del ganado criollo mejor que el cebuino para cruzas.

En estos años seguramente seguirán ganando adeptos los sistemas de pastoreo controlado, los sistemas de agua en la parcela, probablemente crecerá el rewildiing, el regreso a sistemas de producción que cobren por carbono capturado o servicios ecosistémicos los vacunos pastoreando rodeados de la mayor flora y fauna nativa y silvestre posible, desde la protección de las aves al de palmares o bañados.

No se puede probablemente asegurar que se llevarán a cero las emisiones netas de la ganadería. Pero sí que transita un camino de año tras año menos emisiones netas.

Y eso como parte de una transformación general del país. De las ciudades y el manejo de sus residuos, de su transporte y sus métodos de construcción. Del transporte carretero y marítimo seas eléctrico, de hidrógeno o de otras fuentes no fósiles.

¿Será el silvopastoreo el nuevo sistema predominante? O será el pastoreo rotativo? ¿Se consolidarán los sistemas integrados agrícola ganaderos para el engorde y para generar una agricultura de cero degradación de los suelos, que revierta la acidez de los suelos y mejore la reserva de carbono orgánico en el suelo?

Tal vez haya ya un mercado de carbono generalizado que premie a pastizales ya sea por carbono capturado o por servicios ecosistémicos proporcionados. Y que los ganaderos tengan el premio que corresponda cuando hagan las cosas bien.

En cualquier caso, creo que siempre una agenda es expandible y a esta le faltarán muchos componente. Pero en su esencia, solo será posible una ganadería centrada en el amor por la naturaleza y esforzada por darle estabilidad climática a las generaciones que vienen. Algo que hoy tal vez sea predominantemente un criterio europeo, canadiense, japonés. Pero que en 2033 será una cuestión de supervivencia para todo.

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