En la noche del 27 de octubre no solo sabremos si tenemos presidente o si hay que esperar a una segunda vuelta. También conoceremos si los jueces podrán ordenar allanamientos nocturnos, como pregona el plebiscito impulsado por la coalición de gobierno o si esos procedimientos seguirán esperando la luz del día.
Pero hay una tercera e inquietante incógnita. Porque si se aprueba el plebiscito que propone echar abajo la reforma de la seguridad social la cuestión se torna mucho más compleja y sus efectos, económicos y políticos, pueden ser mucho más impactantes que la patada de un policía en la puerta de una boca de venta de drogas.
Las consecuencias totales, advierten economistas y dirigentes de todos los pelos, son difíciles de vaticinar aunque las consecuencias electorales tal vez se precipiten en el eventual balotaje del 28 de noviembre para luego generar un efecto dominó difícil de vaticinar.
Un triunfo del SÍ al plebiscito encrespará los ánimos en el último tramo de la campaña, obligará a todos los candidatos a explicar qué harán con la economía tras el cimbronazo previsto y, particularmente, dejará al Frente Amplio en una posición incómoda que el oficialismo no dudará en utilizar a su favor.
La consulta popular impulsada por el PIT-CNT y sectores de la izquierda como el Partido Comunista y el Socialista propone –entre otras cosas- la eliminación del sistema de AFAP, bajar la edad de jubilación de 65 a 60 años, y equiparar las jubilaciones mínimas con el salario mínimo nacional.
Las últimas encuestas generan cierta incertidumbre acerca de la suerte de esta propuesta. Según Opción, un 41% la apoya, un 24% no la votará y un 29% no sabe qué hará. En Factum y Cifra esos porcentajes son de 53%, 35% y 12%, y de 43%, 32% y 25%, respectivamente. La encuesta de Equipos divulgada este martes alertó acerca de la “incertidumbre” que provoca la cantidad de indecisos que alcanza al 30%, mientras que un 37% respondió que no ensobrará la papeleta y un 33% dijo que sí lo hará.
Las alertas ante la posibilidad de un triunfo del SÍ son surtidas. La Cámara de Comercio y Servicios del Uruguay advirtió sobre un “costo descomunal” para el Estado, un “ataque a la propiedad privada”, una “generación de deudas para trabajadores, jubilados y empleadores”, “la pérdida del grado inversor para la deuda soberana uruguaya”, y un déficit de US$ 1.000 millones para el Banco de Previsión Social (BPS).
El candidato del Partido Nacional, Álvaro Delgado, comparó los efectos del triunfo del plebiscito con la detonación de una bomba de fragmentación que, por lo pronto, obligará al próximo gobierno a subir drásticamente el IVA. Este jueves el presidente Luis Lacalle Pou reunió a un grupo de ministros para preparar la “comunicación” oficialista de combate al plebiscito y el presidente prepara una conferencia de prensa con ese objetivo.
Pero si lo peor ocurre habrá efectos inmediatos y los candidatos, en caso de balotaje, comenzarán a convivir el final de la campaña con los efectos del mazazo plebiscitario que casi nadie quiere. Y ahí la encrucijada más compleja será para el candidato opositor. Yamandú Orsi tendrá que explicar cómo hará convivir sus propuestas con la nueva realidad, ya que él mismo dijo que un triunfo del SÍ pondrá en cuestión el cumplimiento del programa del Frente Amplio.
La ministra de Economía, Azucena Arbeleche, ya adelantó que, en ese escenario, dispararán fuerte contra la izquierda. “Acá hay una enorme responsabilidad de parte del Frente Amplio que lleva a esta situación, ya que no se expresó cuando tuvo oportunidad de hacerlo durante el proceso de la larguísima discusión de la reforma de seguridad social (…) ¿cuál es la postura del Frente Amplio? ¿La de los 112 economistas, la del resto o la del equipo económico?”, dijo Arbeleche en entrevista con El Observador.
Los 112 economistas de izquierda mencionados por Arbeleche son los que dejaron al descubierto la grieta que separa en el FA a comunistas y socialistas, con aquellos que advierten acerca del riesgo de la iniciativa impulsada por el PIT-CNT. Esos economistas señalaron que la propuesta “tiene consecuencias injustas y genera efectos socialmente regresivos” y encarna “una promesa cuyo pago no se va a poder sostener en el futuro y generará impactos negativos”.
Entre los firmantes del escrito está Gabriel Oddone en quien Orsi tiene las fichas puestas para que sea su eventual ministro de Economía. ¿Cómo hará el candidato frenteamplista para convivir esos 30 días desde la primera a la segunda vuelta con un pronunciamiento fogoneado por los sectores radicales de la coalición y repudiado por quien manejará la economía si la izquierda gana el balotaje?
Serán días de incertidumbre para todos los políticos. El oficialista Delgado dijo que trabajará “incansablemente para que esta locura y esta propuesta que es inconveniente y peligrosa para el futuro de los trabajadores no prospere” pero advirtió que si eso sucede buscará “mecanismos (para derogarlo) siempre respetando la soberanía y voluntad popular”.
Delgado no dijo cuáles serán las medidas para minimizar el impacto de una decisión popular de ese calibre, pero es un hecho que le achacará a la izquierda todas las repercusiones internas y externas y obligará a Orsi a ser muy concreto acerca de los pasos que dará en caso de llegar a la presidencia.
A diferencia de Delgado, pese a estar en contra de la consulta, Orsi no podrá decir que le echará agua a los impactos del plebiscito porque eso lo enemistaría a muerte con los radicales del PCU y el PC que apoyan la propuesta. Pero deberá explicitar cuáles son los puntos del programa del Frente Amplio que, según dijo, no podrán ser implementados si sucede lo que economistas y políticos de todos los partidos consideran una catástrofe.
De cualquier manera, para ser aprobado, el plebiscito necesita más del 50% de los votos. Y no será tarea sencilla para el oficialismo convencer a esa gente en tan solo 30 días de que lo que eligió está mal, y que la culpa de esa maldad la tuvo el Frente Amplio que la llevó por los caminos equivocados.
Como sea, si el apoyo al plebiscito no cae drásticamente en las encuestas, más de uno llegará al 27 de octubre con el corazón en la boca. Y los ajustes de cuentas, para repartir culpas, estarán a la orden del día desde esa misma noche.