La contundencia de las estadísticas respecto a la prevalencia de la ansiedad a nivel mundial es una alerta para cada persona. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que es el más común de los trastornos mentales. ¿Las personas con ansiedad la perciben como un trastorno? ¿Es algo que quien lo padece tiende a normalizar?
La OMS afirma que solo 1 de cada 4 personas con ansiedad recibe atención. La mayor preocupación en este sentido es que la ansiedad no tratada es una puerta de entrada a múltiples enfermedades de la mente y el cuerpo.
La ansiedad crónica genera inflamación y neuroinflamación. Asimismo, favorece la instalación de depresión y la predisposición al abuso de sustancias. ¿Quién no ha escuchado o utilizado medicación por cuenta propia para “calmar” sus síntomas de ansiedad? Esto puede llevar a un callejón sin salida.
Todos, de una manera u otra, hemos sentido ansiedad. La ansiedad per se tiene funciones protectoras y adaptativas. El problema surge cuando la amenaza percibida no existe aún y quizá nunca existirá, o cuando la amenaza percibida es exagerada o se prolonga demasiado en el tiempo. Cuando la amenaza, real o imaginaria, es percibida como desbordante y la persona siente que no tiene las estrategias o recursos suficientes para afrontarla, la ansiedad aumenta.
Si bien son variados los síntomas, son identificables y en cada persona pueden ser diversos. Los síntomas son múltiples y tienen componentes cognitivos, afectivos y físicos. De hecho, la ansiedad genera tal activación que todo el sistema mente-cuerpo se ve afectado. De la gran variedad de síntomas, algunos de los que la ansiedad incluye son:
- Mareos y/o náuseas
- Cambios de humor, irritabilidad
- Alteraciones de la visión
- Alteraciones del sueño y del apetito
- Agitación, nerviosismo, tensión
- Palpitaciones, ritmo cardíaco elevado
- Sudoración
- Cansancio
- Temblores
- Sensación de mente fuera de control
- Angustia
- Falta de concentración
¿Qué es la ansiedad? Es un estado emocional que acontece ante la percepción de peligro y amenaza, activando conductas defensivas. Ante determinados estímulos, que pueden ser internos o externos, aparece una percepción exagerada de los mismos o de sus consecuencias. Si bien los síntomas son reales, la ansiedad es mental.
La ansiedad por lo general está orientada en el futuro. Las personas anticipamos un resultado que nos podría afectar negativamente. Aparece la rumiación, es decir, darle vueltas y vueltas a los pensamientos de anticipaciones negativas. El organismo genera activaciones defensivas, tanto físicas como mentales, que producen ansiedad.
La ansiedad conlleva expectativas negativas y la percepción de algo que está fuera de control y es demasiado grande para poder afrontarlo. La ansiedad está basada no solo en la anticipación negativa sino en la atención selectiva a todo lo que confirma el miedo que la provoca. Como se menciona en la columna "Y si preguntamos más e interpretamos menos", es crucial desafiar nuestras interpretaciones automáticas y buscar una comprensión más profunda de nuestras percepciones.
La gran preocupación es que cuando la ansiedad se mantiene, se cronifica. Momento en el cual el sistema inmune se debilita, el cuerpo no se regenera como debería y la persona queda expuesta a enfermar. Las enfermedades derivadas de la ansiedad cronificada pueden ser físicas y mentales. La ansiedad y el estrés están muy próximos; de hecho el estrés crónico provoca ansiedad. Si te interesa leer más sobre el estrés, puedes hacerlo en mi columna “Tips para mantener el estrés a raya”.
Como estarás pensando, el mecanismo de base de la ansiedad es el miedo. Tanto en la ansiedad como en el miedo se activa la corteza prefrontal, que es el centro de la memoria de trabajo y la toma de decisiones. La amígdala, relacionada con el sistema emocional, y el hipocampo, clave para la memoria y el aprendizaje, también son centrales en el mecanismo de la ansiedad. Cuando la ansiedad se sostiene en el tiempo, la amígdala se agranda.
¿Qué sucede con una amígdala agrandada? Nos volvemos más propensos a las emociones negativas y a los desbordes emocionales, alterándose el control de los impulsos. Esto también provoca la inhibición de la corteza prefrontal, dificultando el pensamiento, la memoria de trabajo y aumentando la generación de cortisol, la hormona del estrés. Además, una investigación de la Universidad de Harvard demostró que la ansiedad activa las mismas zonas cerebrales implicadas en el dolor.
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Las píldoras para dormir, medicinas contra la ansiedad y varios analgésicos requieren un permiso en Singapur.
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Si unimos los puntos, la ansiedad es un mecanismo mental que genera un combo complejo. Es importante estar informados para poder actuar. Ser consciente del propio estado físico y mental es clave. Por eso, para detectar la ansiedad y actuar en consecuencia, es importante mantener una actitud de autoconocimiento y autoobservación.
El primer paso para superar la ansiedad es reconocerla. No en vano, y una vez más, mencionamos que algunos antídotos para la salud y el bienestar, y por lo tanto para gestionarla, son el entrenamiento en relajación, técnicas de respiración, meditación, y otras prácticas como bailar, escuchar una música relajante, el ejercicio, el contacto con la naturaleza, mantener una calidad de vida cuidada y utilizar técnicas que permitan estar y disfrutar en el momento presente.
Como todo proceso de cambio en la vida, requiere de tiempo y dedicación. La buena noticia es que es más fácil dedicarle tiempo a gestionar la ansiedad que a padecerla. Y mejor aún, poder utilizar ese grado de ansiedad saludable que motiva e impulsa a ir por un estadio mejor.