A esta altura por más que hagamos el mayor esfuerzo, no es posible entender nada. El Presidente de la República acaba de declarar que el “modelo Bukele” en materia de seguridad es “el ejemplo para analizar”. Sorpresa y media. Porque hasta ahora todas las señales del equipo del Ministerio del Interior y las presentaciones en el “Diálogo sobre Seguridad”, del que participamos todos los partidos, fueron en el sentido opuesto.
En efecto, la postura del Ministerio del Interior ha sido expresada en forma inequívoca como la necesidad de construir un modelo de política de seguridad alternativo, justamente, al “modelo Bukele”.
Realmente es cada vez menos serio lo que trasmite el Gobierno que aún no ha cumplido ni siquiera un año de gestión.
No es un tema menor. Estamos hablando del mayor problema que vive el país, señalado por los ciudadanos y reconocido por todos los partidos. Con estas cosas no se puede “jugar a las escondidas” ni “esquivar el bulto”.
Muy grave ya era que este Gobierno se haya tomado, expresamente, todo un año de gestión para definir su política de seguridad.
Hemos estado presenciando un tiempo en el que la orientación de la política de seguridad ha sido objeto de un extenso diálogo, mientras en la calle y en la vida cotidiana de los ciudadanos, las “papas queman”.
No nos podemos imaginar lo que habría sido la reacción del Frente Amplio si estuviera en la oposición y el Gobierno de la Coalición hubiera anunciado que recién un año después de comenzar a gobernar iba a tener un “plan de seguridad”.
Por supuesto que nada de eso dijo el Frente Amplio a los ciudadanos durante la campaña pasada, buscando juntar los votos con todo tipo de promesas que hoy van quedando en el olvido.
Pero estas declaraciones del Presidente superan todo lo visto hasta ahora, resulta que ahora estaría (y digo estaría porque a esta altura ya no sabemos qué pensar), señalando que el denostado “modelo Bukele” es, como dijo expresamente, objeto de consideración.
Las declaraciones, además, incluyeron frases sorprendentes sobre el ejercicio del poder en este Gobierno.
Resulta que al Presidente le “encanta que piensen que yo no mando”. Nunca habíamos escuchado una declaración así de ningún Presidente antes. Por suerte, agregó al final que “la última resolución es del Presidente”. Bueno sería que así no fuera; pero de cualquier manera resulta muy sorprendente que “le encante” que la gente piense que no manda, es insólito que esta afirmación provenga de quien debe ejercer la autoridad máxima en la conducción política del país.
Cuánto mareo, cuánta contradicción, cuánta ausencia del famoso “rumbo” que la actual Vicepresidenta le reclamaba sorprendentemente al Gobierno anterior.
La situación de la conducción gubernamental es de un “enredo” permanente plagado de contradicciones, idas y vueltas y afirmaciones poco entendibles y el tema de la seguridad es demasiado importante para que el Gobierno manifieste tantas diferencias diametralmente opuestas.
Ni hablemos del tema penitenciario. Nos dijeron que el famoso y postergado proceso de descentralización del INR no iba en el texto del Presupuesto Nacional porque sería una norma legislativa específica que ya estaba casi pronta. Sin embargo, todo indica que el año acabará sin que ni siquiera se haya enviado el proyecto de ley al Parlamento, primer paso para lograr un cambio institucional tan necesario como largamente postergado.
Entonces, cuando se están cumpliendo nueve meses de gestión del Gobierno, nada menos que en materia de seguridad, las contradicciones conceptuales se vuelven insalvables y llegan a representar casi una verdadera “tomadura de pelo” a la ciudadanía.
Nadie quiere gestar la brecha, ni aumentar las diferencias existentes entre los dos bloques políticos que estructuran la opinión pública del país, pero es inevitable señalar estas incoherencias y contradicciones con preocupación y, al mismo tiempo, llamar a responsabilidad a quienes hace un año fueron elegidos por la gente para gobernar.
Es inevitable, también, recordar que ganaron prometiendo todo tipo de cosas y transcurrido este tiempo, sentimos que los principales problemas del país no han sido abordados. Ni hablemos de la educación de la que ya hemos perdido toda esperanza de que se impulse una reforma en los próximos cuatro años. Tampoco imaginamos mayores reformas en lo que tiene que ver con el funcionamiento del Estado o la redefinición imprescindible de las políticas sociales.
Mientras tanto la crisis de integración social de nuestro país, que no nació este año ni en el gobierno anterior, sigue avanzando, mostrando las peores caras de aumento de la violencia, ya no sólo de la delincuencia, sino de la violencia social en las relaciones interpersonales, los horrorosos hechos que comienzan a proliferar en los centros educativos son tan solo un ejemplo más del deterioro social que estamos viviendo.
Lo más grave es que en este panorama parece ser que la consigna preferida de esta conducción política es una vieja frase de su principal líder ya fallecido, tristemente famosa, cuando afirmó: “como te digo una cosa, te digo la otra”.
Como siempre hemos sostenido, esa afirmación no dignifica ni habla bien de la política que debe ser una actividad de relación auténtica y sin engaños junto a la gente.