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El Observador | Pablo Mieres

Por  Pablo Mieres

Líder del Partido Independiente. Exministro de Trabajo
8 de octubre 2025 - 14:03hs

No sé que es peor, que un Gobierno navegue a lo largo del período con pocas ideas, fuerza o impulso, sin transformar con claridad su programa en políticas de gobierno, o que, por el contrario, lleve adelante iniciativas que van por el camino equivocado.

Pues bien, sin duda que el actual Gobierno del Frente Amplio en estos siete meses ha sido un caso de errores múltiples, renuncias variadas fundadas en irregularidades o incapacidades para el ejercicio del cargo y muy pocas iniciativas.

Particularmente se siente la ausencia de respuestas articuladas y profundas sobre los grandes temas pendientes como la educación y la seguridad, por ejemplo.

Desde hace ya varios meses muchos de sus principales dirigentes y jerarcas han elegido escudarse en una frase bastante patética: “la revolución de las cosas simples”, buscando de ese modo responder a la notoria ausencia de iniciativas o reformas relevantes.

Lo cierto es que la falta de impulso y de rumbo contrasta fuertemente con los siete meses del anterior Gobierno de Coalición que, en el mismo lapso, además de atender la pandemia de grave impacto mundial, con éxito y acertada capacidad de respuesta, simultáneamente presentó, discutió y aprobó una Ley de Urgente Consideración de más de doscientos artículos que modificaban diferentes aspectos de más de doce campos de nuestra vida nacional.

A mediados de julio de 2020 ya era ley y marcaba un ritmo firme, profundo y dinámico de un gobierno que tenía rumbo y velocidad de gestión. Nada que ver con la actual inercia.

Sin embargo, no debemos engañarnos, porque por detrás de esta realidad se esconden al menos dos decisiones que pueden marcar de manera muy negativa el futuro de las próximas décadas de nuestro país.

En efecto, la solución impulsada por este Gobierno para el gravísimo problema de abastecimiento de agua potable de la zona metropolitana del país, no es simplemente el rechazo a la solución impulsada por el Gobierno de Coalición, sino que nos lleva, casi que disimuladamente a un enorme riesgo de que en el futuro nuestro país viva una situación de sequía aún más profunda que la ocurrida en 2023 y sin haber generado capacidad de respuesta.

La cancelación del Proyecto Neptuno y la renuncia a tomar agua del Río de la Plata, reiterando la desgastada y fracasada idea de seguir agotando la Cuenca del Santa Lucía es un grave error y tiene, además, graves consecuencias ambientales y de sostenibilidad.

No es ausencia de rumbo, es agarrar para el lado equivocado, con el agravante de que cuando esto quede en evidencia será muy tarde para remediarlo. Un caso de rumbo equivocado de enorme gravedad.

Otro tanto parece estar ocurriendo con la búsqueda de solución a otro grave problema que es la saturación del transporte de pasajeros en la zona metropolitana.

A juzgar por las informaciones públicas, todo indica que el Gobierno ya ha definido entre las diversas opciones que se le presentaron, aquella que habrá de aumentar aún más la saturación del transporte apostando a un formato de solución que ya ha tenido graves muestras de fracaso.

Seguir apostando a soluciones similares al fallido Corredor Garzón, seguir promoviendo soluciones terrestres agravadas por vehículos de transporte aún más grandes que los actuales, resulta por lo menos de alto riesgo para la movilidad urbana y suburbana de la zona metropolitana.

Tanto la solución para el abastecimiento del agua potable como para el transporte de pasajeros son dos casos de decisiones que tienen impactos de mediano y largo plazo una vez que se toman.

Se podría agregar también la errónea decisión de compra de un campo para Colonización invirtiendo más de 32 millones de dólares, en tiempos de grave escasez de recursos para alimentar una política que cada vez resulta más evidente que merece ser profundamente revisada.

En todos estos casos se ha asumido el rumbo equivocado y el costo de corregir estos caminos emprendidos será, sin duda, muy elevado.

Dadas estas circunstancias, uno preferiría que el Gobierno persistiera en un camino lánguido y falto de impulso, dedicado a “las cosas simples”, porque puesto a trabajar en estas cosas complejas y estratégicas, todo indica que tendremos mucho que lamentar en el futuro.

Claro, seguramente no estarán en el Gobierno los que tomaron estas decisiones, pero ya será demasiado tarde para evitar los costos asumidos del error del camino elegido.

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