En primer lugar, Schwartz alude a que el debate en torno a la religión en las escuelas ha subido de temperatura. Se trata de un debate que no solo se da en Estados Unidos, y que reviste múltiples aristas, desde las civilizatorias, identitarias, ideológicas, políticas, culturales y sociales, hasta las vinculadas a las instituciones, familias y comunidades. En todo caso, un posible común denominador a posturas muy disímiles tendría que ver con la intención de alinear la educación a cosmovisiones de la vida, de las sociedades, de las comunidades y las personas. Ciertamente el currículo busca ajustar los contenidos educativos en función de los imaginarios de sociedad perseguidos. Su impronta resulta más amplia e inclusiva que una cosmovisión religiosa.
Los casos a que hace referencia Schwartz de lo que está sucediendo en diferentes estados, son por lo demás indicativos de la intención que la religión se transforme en un eje transversal y esencial de la formación de las nuevas generaciones. Por ejemplo, el consejo estatal de educación de Texas aprobó un nuevo currículo que incluye historias bíblicas en las lecciones de lectura de educación primaria. Si bien las mismas no son obligatorias para las escuelas, los distritos reciben financiamiento adicional si las usan. Asimismo, se discute sobre el estatus de los textos elegidos. Si, por ejemplo, se considera que la Biblia es un texto canónico en la literatura y la historia norteamericana, que forma de la parte de la alfabetización cultural, o es más bien proselitismo de la fe cristiana.
Como claramente ha indicado la Suprema Corte de Estados Unidos, el estudio académico de la Biblia está autorizado en las escuelas, lo cual podría también entenderse como la posibilidad de usar diversos tipos de textos con fines académicos sin que se excluya o cancele ninguno. Asimismo, la Suprema Corte señala que no están autorizadas lecturas obligatorias animados por el propósito de rezar. Claramente se tiene que diferenciar entre conocer las raíces y las identidades civilizatorias y religiosas de eventuales acciones de adoctrinamiento.
En segundo lugar, Schwartz menciona los posicionamientos y las tensiones en torno a excluir del currículo la referencia a la teoría crítica de la raza, conocida en inglés como critical race. Como señala Stephen Sawchuk (2021), una de las editoras de EducationWeek, la teoría crítica de la raza es un concepto académico que desde hace más de 40 años argumenta que la raza es una construcción social y que, en particular, el racismo no es meramente el producto de sesgos o prejuicios individuales sino que también está incorporado a los sistemas legales y a las políticas, amparado por estudios que evidencian las relaciones entre el poder político, la organización social y el lenguaje (Opertti, 2023).
Si bien como asevera Schwartz, en los últimos tres años, 18 estados han implementado políticas o aprobado leyes que limitan como las y los educadores pueden encarar conceptos entendidos como divisivos tales como raza o género en aula o más globalmente diversidad, equidad e inclusión (conocido por DEI por sus siglas en inglés), la tendencia verificada en el 2024 parece bien mostrar un enlentecimiento de los enfoques prohibicionistas.
Asimismo, la creciente voz de madres y padres se hace sentir a veces asumiendo posturas de denuncia o bregando por la prohibición de enfoques como el de género. Esto trae al tapete la discusión en torno a los derechos de madres y padres de elegir la educación de sus hijos e hijas, y de incluir o excluir contenidos en función de sus valores y creencias, así como de sus posicionamientos frente a múltiples temas. En todo caso, el rol del estado yace en garantizar una educación respetuosa, plural y abierta a incluir en el currículo la diversidad de sensibilidades que anidan en la sociedad sustentado en el conocimiento aportada por las diversas áreas del conocimiento y las disciplinas, así como la evidencia aportada por realidades y hechos objetivables.
En tercer lugar, Schwartz alude a la adopción del enfoque denominado en inglés Science of Reading -SoR por sus siglas en inglés, que en español quiere decir la ciencia de la lectura - por el distrito escolar de las escuelas de Nueva York – el mayor en el país.
Esencialmente, la ciencia de la lectura es un cuerpo creciente de investigación científica acerca de cómo aprendemos a leer y los resultados positivos que se obtienen. Se nutre de numerosos estudios que integran los hallazgos de la psicología del desarrollo, la psicología educativa, la lingüística, las ciencias cognitivas y las neurociencias de los aprendizajes. Dichos estudios explican cómo se desarrollan las competencias en lectura y escritura, las razones por las cuales las y los alumnos tienen dificultades en aprender a leer y escribir, y cómo se puede efectivamente mejorar sus resultados. Ciertamente el norte de referencia de este enfoque radica en contribuir a la calidad y equidad de los aprendizajes en las alfabetizaciones fundacionales.
Las escuelas de Nueva York han comenzado a aplicar el enfoque de la ciencia de la lectura en más de 1000 escuelas primarias en el 2024. El esfuerzo de alinear los procesos de enseñanza y aprendizaje al enfoque es enorme habida cuenta también que los directivos de las escuelas están acostumbrados a gozar de una amplia autonomía en las decisiones curriculares. Se abre una discusión pertinente sobre el significado de la autonomía curricular en cuanto, por ejemplo, a la concentración /diversificación de los contenidos educativos, a la relevancia y jerarquización de las alfabetizaciones fundacionales, a los enfoques de enseñanza y aprendizaje y a las estrategias pedagógicas, y a la evidencia usada para procesar y tomar decisiones.
Como es de esperar, la aplicación del enfoque de la ciencia de la lectura trae consigo cuestionamientos. Por ejemplo, se señala por algunos educadores y padres, que el mismo se basa más en fragmentos que en libros enteros.
En cuarto lugar, Schwartz menciona que los y las adolescentes con dificultades de lectura están llamando más la atención hacia la alfabetización conversacional, esto es, la capacidad de comunicación oral. Existe creciente evidencia en torno a que algunos alumnos de educación media tienen dificultades en manejar los componentes básicos de la lectura que, asimismo, es un disparador de problemas de aprendizaje que resultan transversales a las disciplinas que conforman el currículo.
A la luz de lo señalado, una de las temáticas emergentes en el currículo yace en orientar a los educadores de educación media en cómo apuntalar las alfabetizaciones fundacionales, así como apoyar a las y los alumnos con dificultades severas en la competencia lectora.
En quinto lugar, Schwartz menciona que los debates en torno a cómo mejor enseñar matemáticas se han intensificado y en buena medida polarizado. La discusión parece plantearse en términos de una opción binaria, esto es, entre quienes priorizan la memorización y la repetición de las prácticas, y alternativamente, quienes ponen el foco en la comprensión conceptual y en solicitarle a las y los alumnos que respondan a problemas. Contrariamente a los planteamientos binarios, la evidencia indica que se necesitan de ambas aproximaciones y que no se contraponen. Más bien el camino a recorrer es de una pedagogía híbrida, esto es, que apela a diversidad de estrategias atendiendo los perfiles y las necesidades de aprendizaje personalizados de las y los alumnos.
Uno de los mayores desafíos radica en cómo se secuencian los procesos de enseñanza, intercalando repetición y memorización con discusiones conceptuales y resolución de problemas, de manera de efectivamente sostener los procesos de aprendizajes. Resulta clave convencer a las y los educadores de las bondades de un enfoque híbrido máximo teniendo en cuenta que según asevera Schwartz, las y los educadores están divididos a mitades, entre quienes prefieren respectivamente poner el foco en ejercitar procedimientos, y quienes lo ponen en resolver problemas complejos.
Será interesante de ver en el futuro que impactos tiene el nuevo currículo “Illustrative Mathematics” (Matemáticas Ilustrativas), orientado a estimular la resolución de problemas y a la discusión entre las y los alumnos, que se ha empezado a implementar en las escuelas de Nueva York por un período inicial de cinco años.
En sexto lugar, Schwartz refiere a que las escuelas están reevaluando las transiciones hacia la universidad y el universo de carreras. Aparentemente lo que está en discusión es la necesidad de diversificar los ruteros de formación de la educación media poniendo énfasis en los aprendizajes basados en el trabajo y en la formación técnica postsecundaria. La jerarquización de la educación técnica surge como un área relevante de acuerdos políticos. Schwartz alude a que la misma es mencionada en los discursos de estado de numerosos gobernadores demócratas y republicanos.
En séptimo lugar, Schwartz hace referencia a que las y los alumnos, y las y los educadores, se mostraron cautelosos respecto a discutir sobre política en el aula máxime teniendo en cuenta que el 2024 fue un año electoral en Estados Unidos marcado por una alta polarización entre los partidos demócrata y republicano.
Tradicionalmente las y los educadores busca estimular la discusión sobre los procesos electorales y a que las y los alumnos extraigan sus propias conclusiones. No es cuestión de evitar la consideración de temas delicados en el currículo sino de promoverlo desde la más absoluta pluralidad de perspectivas y sensibilidades. Que el hecho que el currículo sea siempre un asunto controversial y evolvente, que se sustenta en acuerdos políticos y sociales sobre los para qué y en qué educar, no implica ipso facto su politización y partidización.
Asimismo, resulta interesante de constatar cómo se posicionan las y los educadores frente al ciclo electoral. Una encuesta realizada entre educadores de los grados 1 al 12 (educación primaria y media) muestra que el 58% no tenían planificado dialogar con sus alumnos acerca de las elecciones. La mayoría (50%) descartó considerar los temas electorales aduciendo que no están relacionados con sus disciplinas, pero uno de cada cinco no lo hace o bien porque podría llevar a que padres y madres se quejaran o que entienden que las y los alumnos no pueden discutir estos temas de una manera respetuosa. Quizás estos datos nos recuerden la necesidad de fortalecer la confianza recíproca y el valor del diálogo entre educadores, alumnos, directivos, comunidades y familias.
Por otra parte, los relevamientos entre la generación Z - grupo de personas nacidas entre 1997 y 2007 - indican que comparativamente con otras generaciones, manifiestan en mayor medida no estar adecuadamente preparados para ser ciudadanos activos y comprometidos. Puede entenderse como un llamado de alerta sobre la perentoriedad de profundizar en la formación ciudadana, y de contrarrestar retrocesos en el valor de la democracia como modus de vida.
En síntesis, EducationWeek identifica siete tendencias curriculares que informaron la educación en Estados Unidos en el 2024, a saber: el rol de la religión en la formación; la exclusión del currículo de temas entendidos como divisivos; la adopción del enfoque de ciencia de la lectura; el fortalecimiento de la alfabetización conversacional entre las y los adolescentes; las maneras más efectivas de enseñar matemática; la jerarquización de la educación técnica en los niveles medio y terciario, y la conveniencia o no de discutir temas políticos álgidos en las aulas.
Dichas tendencias son indicativas de la profundidad y variabilidad de los temas que enfrenta la educación en la actualidad, y el desafío cierto de congeniarlas a través de propuestas sólidas y coherentes de cambio educativo. Asimismo, su análisis permite identificar el sin número de expectativas y demandas, dispares y fragmentadas, que instituciones y actores educativos, sociales y políticos, así como comunidades y familias, plantean sobre el devenir de la educación. Claramente se requiere de firme voluntad política, capacidad de articulación, y solvencia profesional, para que la educación ordene, priorice y de respuestas efectivas a la diversidad de sensibilidades en la sociedad en tiempos permeados por las disrupciones, las turbulencias y, lamentablemente, por las crispaciones.