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27 de julio 2024 - 5:00hs

En Uruguay no hay grieta. O al menos no hay grieta política. Esa grieta que polariza crispa y lleva a la ciudadanía a puntos de no retorno, donde el adversario es demonizado a tal grado que no se le presta atención ni para escuchar su opinión y solo se desea su destrucción total, no existe.

Las características personales de los precandidatos favoritos para ganar las próximas elecciones, Álvaro Delgado, del Partido Nacional (PN), y Yamandú Orsi, del Frente Amplio (FA), muestran a políticos de probada experiencia que no siguen las tendencias que se aprecian en otros países.

Tanto la estrategia actual del FA como la personalidad de Delgado auguran una campaña donde no será por ellos que Uruguay entre en un espiral descendente de deshumanización del rival electoral, del cual es casi imposible retornar.

El problema con las radicalizaciones es que, una vez se cae en ellas, en el momento en que un individuo se radicaliza, es muy complejo poder salirse porque se retroalimenta por pares más radicalizados. En la última interna, Uruguay demostró tener discursos razonables que no dejaron heridas graves. Lo invito a recordar uno solo que haya explotado puentes. No recuerdo ni uno.

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Aunque en los meses que quedan hasta octubre puedan escucharse algunos discursos elevados de tono, estos no marcarán la tónica general. Eso ocurre por varios motivos.

El primero es muy simple; la reforma del 96 favorece la creación de dos bloques políticos que, para ganar, necesitan los pocos votos que flotan en el medio de ambos, por lo que es un error electoral asustarlos demonizando al rival. No gusta.

Segundo, porque en este país nos conocemos todos y siempre nos podemos encontrar a la vuelta de la esquina con quien luego tendremos que negociar, acordar y convivir. Aunque cueste reconocerlo, el margen de maniobra del país hacia cambios radicales es en este contexto mundial no es solo improbable, sino que inexistente. No solo porque no hay voluntad en ninguna de las propuestas en pugna, sino que el propio ADN republicano de los uruguayos que no lo permitiría.

Pero una cosa es que lo escriba un uruguayo, otra es si lo dice alguien de afuera. El politólogo argentino Iván Schuliaquer prepara una publicación sobre "Dirigencia política, debate público y polarización política en Uruguay", que edita la organización socialdemócrata alemana Friedrich Ebert.

Fue entrevistado en los micrófonos de En Perspectiva y dejó reflexiones interesantes sobre el tema en cuestión. La que más me llamó la atención fue la que se refiere a la relación cada vez mayor entre las nuevas tecnologías de la información y la política.

Schuliaquer sostiene que "algo está ocurriendo en la escena pública, tanto a nivel nacional como mundial, y es la deshumanización de los otros, de los que no piensan como nosotros. Esto se debe a las lógicas propias y al vínculo que tenemos con la tecnología, ya que cada vez interactuamos más con aquellos que piensan como nosotros".

"Nos frustra —agregó— cada vez más escuchar a quienes no comparten nuestras ideas, a quienes actúan de manera diferente. Las nuevas tecnologías permiten que los rechacemos automáticamente, y a solo dos clics o con un movimiento de mano, podemos descartar todo lo que genera polarización".

Explicó que, en Argentina, la situación era abrumadora, lo que reflejaba esa tendencia mundial. Se refirió a figuras sobresalientes tales como Milei, Trump y Bolsonaro, pero destacó que era algo que no se limitaba solo a ellas. Se refirió a que la lógica que existe en la relación entre los medios digitales y la política hoy favorece la aparición de este tipo de perfiles. Sin embargo, destacó que hay otros factores en juego.

“La escena pública y política no se reduce únicamente a Twitter y TikTok. La esfera pública también abarca otros medios y el diálogo con los partidos y entre la ciudadanía”, algo que pasa en esta orilla del Plata.

"Uruguay tiene una capacidad que otros países y actores no poseen. Tampoco sabemos si esta situación es permanente o pasajera. Es un momento de muchos cambios, donde vemos crecer discursos de polarización y opciones radicales que son deshumanizantes. Pero Uruguay, que es un bastión de la democracia, el país de los consensos parece tener otro músculo. ¿Cómo logra convivir con esta realidad? Asumiendo estas nuevas realidades, permitiendo el conflicto político sin deshumanizar al otro. En Uruguay se nota una diferencia: aunque hay figuras que utilizan esa estrategia de polarizar, no son dominantes".

El senador del Movimiento de Participación Popular (MPP) Alejandro Sánchez reflexionaba el jueves en radio El Espectador sobre el tema: "En Uruguay no hay una grieta. Hay sí algún grado de polarización. Las últimas elecciones han sido por espacios muy pequeños. Es un país de dos mitades. Pero esas dos mitades dialogan. Más en la sociedad. No estamos en un escenario como en otros países donde no se dialoga entre los que piensan distinto".

Estrategia del Frente Amplio o convicción arraigada no lo sé, pero así está planteada a priori la contienda entre los dos bloques enfrentados. Veremos qué pasa en el calor de la campaña, pero parecería que calza la descripción de Belén Amadeo, una experta en comunicación política argentina que hace unos años reflexionó: "Ustedes no tienen grieta, tienen una cañada que se puede vadear. Muy pocas veces no da paso".

Temas:

Frente Amplio Partido Nacional Álvaro Delgado Yamandú Orsi Uruguay

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