La capital gala no puede disociarse de sus luces ni su lluvia, y anoche, ambos elementos se unieron. La velada romántica, a menudo fascinante y sorprendente, también se extendió bajo una tormenta persistente que la volvió a veces frustrante. Pese a esto, el desfile olímpico de 6 km en el Sena cumplió con sus promesas. Al menos trescientas mil almas presenciales y veintidós millones remotas en todo el mundo siguieron la armada de barcos con atletas, bailarines, acróbatas colgados en puentes y techos, y hasta drag queens desfilando. Una previa de una ciudad colapsada y al borde de la locura.
La ciudad de las luces se transformó en un escenario de sueños para la inauguración de los Juegos Olímpicos 2024. Su director creativo, Thomas Jolly, imaginó capturar la magia y el romanticismo para que la propia París fuera quien encendiera de amor los corazones durante la gran noche. Durante meses, incluso años, la capital del hexágono se preparó, extendiendo su máxima belleza a lo largo de su icónico río. A la vez, todo fue embellecido, decorado y diseñado con un propósito claro: exaltar la esencia de la "grandeza olímpica".
En el Trocadero, el reloj marcaba casi las once cuando, como una aparición etérea, surgió Zinedine Zidane, el héroe del fútbol francés. Portando la antorcha olímpica, la pasó a Rafael Nadal, creando un momento mágico que queda grabado en la retina de todos. "Francia lo ha logrado esta vez", me reconocía un espectador argentino mientras la Torre Eiffel mostraba su magnificencia, dejando por un momento los debates deportivos de las últimas jornadas.
La noche continuó con la aparición de figuras legendarias del deporte. Amélie Mauresmo y Tony Parker se emitían en las casi 100 super pantallas que acompañaban la procesión de la flota de atletas como David Douillet y Laura Flessel. Otro momento sublime llegó cuando Marie-Jo Pérec y Teddy Riner encendieron el pebetero olímpico, un instante inolvidable que hizo estallar a la multitud.
Pero el clímax de la noche fue sin duda la actuación de Celine Dion, quien logra remontar, casi milagrosamente, una dura enfermedad. La diva canadiense, a los 56 años y tras superar el síndrome de la persona rígida, volvió elevada desde la Dama de Hierro de París con una interpretación conmovedora del "Himno al Amor" de Edith Piaf. La voz de Dion, llena de emoción y poder, transformó la tristeza de Piaf en un canto de esperanza y amor. Cada nota resonaba con la historia de Piaf, una mujer cuya vida estuvo marcada por la tragedia, pero cuyo legado sigue siendo inspirador.
A lo largo del Quai du Jardin Tino-Rossi, miles de espectadores permanecieron firmes a pesar de la lluvia. Otros, pasadas las tres horas de la ceremonia, preferían refugiarse en brasseries aledañas. Como Lina, la bonita mexicana, que compartía sus emociones en la esquina de ‘Le Grand Palais’ en el 21 de Avenue Franklin Roosevelt. Para entonces, el desfile de las delegaciones olímpicas ya había pasado. Los que quedaban y los que partían reflejaban la atmósfera de unidad y alegría que solo los Juegos Olímpicos pueden lograr.
Pero la noche no estuvo exenta de críticas. Algunos espectadores se sintieron decepcionados por lo que percibieron como una pretenciosidad excesiva. "París 2024 fue un poco ambiciosa con esta innovadora ceremonia. En un estadio, todos pueden ver claramente y el ambiente es mejor", me comentaba un casual comensal estadounidense, algo ofuscado por la falta de previsión meteorológica. Otros, que pagaron grandes sumas por sus entradas, sintieron que la experiencia no se relacionaba con la inversión. "Por 1.700 euros, esperaba algo más", dejó otro consultado.
Esta mañana, París amanece algo rancia y evoca la imagen de una ciudad en un estado de resaca festiva. Una especie de promesas cumplidas y cansancio. La actuación final de Celine Dion, cantando el "Himno al Amor", encapsula la esencia: un homenaje al amor, la perseverancia y la esperanza. A pesar de las críticas y las dificultades, la ceremonia logró capturar la magia, el romanticismo y la arrogancia de París, incluso porque es así, tan visceral y bipolar la ‘ville’ capital. Pese a todo lo que se diga, ha ofrecido un inicio memorable a los Juegos Olímpicos 2024, un evento que sin duda quedará en la historia como una noche de pura poesía y emoción.
Mientras termino de escribir, no puedo evitar preguntarme si Edith Piaf pudo escuchar algo de lo vivido anoche. Desde mi ventana en el quartier de Martin Nadaud, observo los muros del cementerio Père Lachaise, donde descansan sus restos. Pienso si es posible, entre el susurro del viento, los árboles y la lluvia, que su espíritu aún perciba el latido eterno de la ciudad que tanto amó.