Gonzalo Cammarota y la explosión de La Bajada: "Por suerte me agarró de viejo, porque después llega el vacío; al otro día te tenés que levantar y esto es Uruguay, ¿no?"
A días de una nueva edición de La Bajada —por primera vez con entrada y aforo—, el conductor de Justicia Infinita habla de cómo la fiesta se convirtió en un evento masivo, de la desvinculación de M24 y del peso de una vida dedicada a los medios
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Los días sísmicos empiezan a quedar atrás para Gonzalo Cammarota. El suelo ya no se mueve (tanto), las certezas se asoman en el horizonte y el único temblor que le queda en 2025 es uno que le implica una explosión de euforia. Sin embargo, hace poco más de dos semanas, la vida del comunicador y entertainer —no se lo preguntamos, pero creemos que él estaría de acuerdo con ese mote— se sacudió desde frentes distintos y lo abrumó.
Lo primero fue el anuncio de que se empezaría a cobrar entradas para La Bajada, esa broma devenida en megafiesta espontánea de fin de año que nació de Justicia Infinita, y se le llenó la casilla de mensajes y hasta algunas acusaciones de "traición". Él lo dejó claro: o la celebración se empezaba a formalizar de alguna forma, o se terminaba. La alternativa era el desastre o la desfinanciación. Se puede decir que los fieles entendieron: La Bajada, que será en algún momento de los próximos días en la rambla de Punta Carreras, lleva vendidas más 40 mil entradas.
El otro terremoto llegó unos días después de ese anuncio. M24, la emisora que emitía la última versión de Justicia Infinita, le informó a sus trabajadores que cesaría todos los contratos vigentes debido a que se encuentra en proceso de venta. La noticia generó desazón en el medio, muestras de apoyo, críticas a la gestión política y el vínculo de la radio con el MPP, pero también el fin de una de las últimas manifestaciones del ciclo que, allá por el amanecer del milenio, Cammarota, Salvador Banchero y Carlos Tanco abrieron con un éxito brutal.
Así, entre mareas agitadas pero un poco más aliviado, Cammarota llega a la entrevista con El Observador con una camisa que grita Bajada, aunque sin el rojo Chuy de DJ Sanata. La conversación, en efecto, orbita en torno lo que en estos momentos no puede sacarse de la cabeza, o sea, la organización de una fiesta que se ha convertido en algo demencial, que en ocasiones le quita el sueño y que, supone y espera, lo trascenderá. Pero en el medio aparecen otras cosas: el acuerdo al que llegaron los trabajadores de M24 con la emisora, su vínculo con la generación de contenido para redes, la irrupción en el streaming de la mano de su Mates y noticias, y el principio y el final de Justicia Infinita, esa marca que él y otros tantos grabaron a fuego en el dial uruguayo, y que sigue allí, incluso sin estar al aire.
Gonzalo Cammarota.
Joaquín Ormando
¿Cómo estás viviendo esta suerte de momento entre paréntesis, entre el sabor amargo de la situación de M24 y la euforia que orbita en torno a La Bajada?
Por suerte en este momento podemos decir que cerramos toda la parte formal de M24. Me hubiera gustado que no pasara, pero ya nos pasó en el 2021. Creo que se ha hablado bastante y ha servido para mostrar la fragilidad y lo vulnerable que es nuestra profesión. Con mis compañeros de la radio logramos juntos una salida muy exitosa. Nos unimos todos, algo que debería ser más frecuente, pero no lo es. Pudimos lograr un acuerdo muy bueno para todos, y eso se logró al mantenernos unidos y generar una instancia de negociación. Y ahora en este momento se junta todo. La fiesta es una instancia de alegría y festejo que cae en un contexto de gente que se queda sin trabajo y que no sabe qué va a pasar. Es parte de lo que tenemos que acostumbrarnos a transitar.
Esta no es la primera vez que La Bajada te encuentra sin radio. ¿Impacta eso en la fiesta? ¿Se transforma en algo más catártico?
La primera vez que nos pasó no existía La Bajada como fiesta. La del 2019 sí tuvo mucho de catártico, el 2021 fue más un alivio, una cosa más de resistencia. Este año no sé cómo nos cae. Yo estoy en un torbellino, porque La Bajada cambió muchísimo a lo que era. Hoy son decenas de miles de personas que van, miles de personas trabajando. Es gigantesco. Amanezco con 30 mensajes de WhatsApp que van desde permisos que hay que firmar, cosas para pagar, gente que te pide cosas, artistas que quieren saber no sé qué. Nunca me había pasado de estar en una organización tan gigantesca y que pasara lo que pasó con otra área de mi trabajo. Hay un punto en que me costó conectar con lo que estaba pasando. Es un momento del año donde tengo muchísimo trabajo, estoy súper exigido y demandado, y cayó este bombazo. No estoy tan acostumbrado a estar en el ojo de la tormenta y eso te afecta en el ánimo.
Te cansa.
Hay momentos en que me siento muy abrumado. Por suerte hay un montón de gente que está trabajando, tengo una contención afectiva que me ayuda a bajar, pero es algo muy grande y muy exigente.
Hay un punto en que me costó conectar con lo que estaba pasando. Es un momento del año donde tengo muchísimo trabajo, estoy súper exigido y demandado, y cayó este bombazo. No estoy tan acostumbrado a estar en el ojo de la tormenta y eso te afecta en el ánimo. Hay un punto en que me costó conectar con lo que estaba pasando. Es un momento del año donde tengo muchísimo trabajo, estoy súper exigido y demandado, y cayó este bombazo. No estoy tan acostumbrado a estar en el ojo de la tormenta y eso te afecta en el ánimo.
¿Cómo se explican las dimensiones que tiene La Bajada hoy? ¿Qué tecla tocó en la gente?
Me lo he preguntado muchas veces. Creo que, en definitiva, se trata de un día de encuentro donde tratamos de dejar de lado las cosas que nos separan, nos unen las camisas locas, las ganas de bailar y disfrutar. Eso nos unió casi de manera inesperada y espontánea. Juntarnos a festejar porque sí, porque ya está. Es necesario conectar con eso de que ese día no importa más nada, que dejás lo que sea que estés haciendo para disfrutar. Es algo que, como exestudiante de psicología, conecta claramente con las pulsiones de vida. Festejar, reunirte con otros, bailar, celebrar. Pase lo que pase nos juntamos y nos divertimos. Ahí está la esencia.
Has explicado ya las razones por las que se tomó la decisión de cobrar entradas este año, pero en todo eso lo que más llama la atención, además de la resistencia de la gente a aportar un monto casi simbólico, es la demanda de respuestas. Que te escriban, como has dicho en otras entrevistas, a pedirte explicaciones. ¿Considerás que el grueso de la gente entendió?
Las corrí todas. Tuve conversaciones por redes con gente que me discutía y sacaba cuentas. Yo les explicaba, pero bueno, no te van a pedir haber ido a La Bajada para para entrar a un trabajo, o para presentarte a un concurso público. Si querés ir, andá, y si sentís que pagar una entrada es una traición horrible, no vayas. Hubo gente que rápidamente lo entendió, porque creo que se puede entender fácilmente. Pero si no lo querés entender, no vayas. El tema está suficientemente discutido. Al final es como si fuera un ministro en una interpelación. La gente me reclamaba. Una señora que, por ejemplo, tenía montado un negocio donde traía gente de otro departamento y se ve que esto le desbalancea el número. ¿Yo qué culpa tengo?
Gonzalo Cammarota.
Joaquín Ormando
O sea que estás contestando todos los mensajes.
En estos momentos me está costando. Mi teléfono no es muy difícil de conseguir, entonces trato de dar prioridad de responder por ahí. En las redes suelo tomarme el tiempo para responder porque parto de que, si alguien se toma el trabajo de mandarme un mensaje, tengo que contestarlo. Dicen que no es muy recomendable porque recibís mucha carga negativa, pero también te dicen cosas muy lindas y te hacen la diferencia. Si no leyera me perdería también las buenas. En esto hay cosas muy mágicas. A veces generás un efecto en otros que no conocés. Te lo dicen y es súper lindo. Te cambia el día con ese mensaje. Entonces, leo. A veces me veo desbordado. Ahora estoy en un momento de esos. Cuando pasó lo del anuncio del cobro de entradas para La Bajada estuve 72 horas contestando mensajes. A veces son conversaciones que se prolongan, algunas buenas y otras malas. Y las sigo hasta donde las pueda seguir. Yo estoy agradecido que la gente se comunique por lo que sea. Cuando va de palo, sepan que del otro lado también hay una persona que siente y que le pasan cosas. Mi novia me dice que tengo que entender que es una cuenta pública, que la gente no está esperando que estés del otro lado, que no me lo tome como algo personal, pero me cuesta.
El año pasado fue la primera vez que supe que iba a ir mucha gente de verdad. En las anteriores tenía mucha incertidumbre. Pero el año pasado tenía ese presentimiento. Cuando me subí al escenario pensé "esto es mucha gente". Todavía no sabemos cuánta gente fue, de hecho, porque al no tener un aforo no tenés idea. Los cálculos van de 60 a 70 mil. Es la final de una Copa América. Es una demencia. Yo antes de empezar me encierro y lo único que veo es que va apareciendo cada vez más gente, pero me pierdo todo lo que pasa en la ciudad. Después me entero que no se conseguía ómnibus, de la trancadera en el tránsito, de un montón de cosas que se generan. Lo pintoresco, eso de ver las hordas de gente con sus heladeritas yendo, nunca lo vi. Veo fotos, videos, pero es una parte de La Bajada que no conozco. Toda esa cosa mágica que se genera en la ciudad y a esta altura en otros lados, porque tengo montones de mensajes de gente que viene de diferentes partes del país. Desde todos los departamentos se están organizando, sacando pasajes, alquilando camionetas. Es un fenómeno que me tiene muy sorprendido y feliz. Y a su vez siento una responsabilidad de que esa gente pase bien.
Lo único que me enloquece un poco es el clima. Después, lo otro lo surfeo. Hay momentos que me viene algo de pánico. Pensarme ahí parado con toda esa gente. Pero después la piloteo. Ya me acostumbré a ser el animador de mucha gente.
Hay momentos que me viene algo de pánico. Pensarme ahí parado con toda esa gente. Pero después la piloteo. Ya me acostumbré a ser el animador de mucha gente. Hay momentos que me viene algo de pánico. Pensarme ahí parado con toda esa gente. Pero después la piloteo. Ya me acostumbré a ser el animador de mucha gente.
¿Cómo te bajás de La Bajada? ¿Cómo te la sacás de encima cuando termina?
Un año se cambió la fecha, teníamos previsto hacerla un viernes y se tuvo que pasar para el otro viernes, y después de La Bajada me tuve que ir a hacer tres fiestas. No me daba el cuerpo, no podía con la vida. Por suerte me agarró de viejo, porque evidentemente después llegan esos vacíos. Al otro día te tenés que levantar y esto es Uruguay, ¿no? Al otro día te tenés que tomar el 60. Por momentos no tengo conciencia plena de todo. Voy, me paro ahí, hago lo mío y listo. Por supuesto que hay un subidón muy grande y hay un bajón, vienen días de cierta apatía. Es como una droga. ¿Cómo que entro al súper y no me están ovacionando? Pero creo que, de alguna manera, que se haya dado paso a paso me fue preparando para afrontar estos cambios de golpe, de estar en el ojo de la tormenta y después en el apagón. Yo sé que van a decir "ah, pero este se cree Dua Lipa". No, pero en este pequeño ecosistema que es la vida de cada uno, estas cosas implican cambios importantes y te movilizan.
¿La Bajada como fiesta podría excederte a vos y a Justicia Infinita? ¿Se podría pensar en el camino similar al que hizo, por ejemplo, la Noche de la Nostalgia?
Justicia se fue desprendiendo de la fiesta. No tengo dudas que hay mucha más gente que conoce La Bajada que al programa. No lo elegí yo, es lo que pasa. Me doy cuenta incluso que ya hay un montón de gente que va a La Bajada y que probablemente no tenga claro por qué ese señor está ahí arriba con esa camisa. Y para mí está buenísimo, porque son tres marcas que funcionan de independientes. Una cosa es Justicia Infinita, otra cosa es DJ Sanata y otra cosa es La Bajada. Capaz llega un momento en el que DJ Sanata no tenga nada para hacer en La Bajada. Ahora soy feliz y me siento bien, pero capaz que en algún momento pasa y no tengo ningún problema con soltar. Ha pasado mucho con Justicia, que nos dicen "antes estaba mejor porque hacían tal cosa". Cuando empecé a hacer el programa de radio tenía 25 años años, si siguiera haciendo lo mismo tendría un problema. Por suerte cambié y me pasaron un montón de cosas en la vida. Hoy me cuesta mucho mirarme, me da mucha vergüenza, me siento muy expuesto. En ese momento fluyo, pero después si me mostrás un video pienso "¿qué estoy haciendo ahí delante de toda esa gente?". Pero bueno, no tengo un conflicto con la idea de tener que soltar. Sería maravilloso que se convierta en algo que me exceda.
¿Qué acciona DJ Sanata en la gente para que sea exitoso?
Al principio fue una broma que quedó. Después me parece que tiene que ver con con sacarse el miedo al ridículo. Porque si el Gonzalo de los primeros años de justicia lo viera, lo destruiría. Yo no sé hacer muy bien esto, no soy DJ. Yo cada vez que me presento lo digo. He ido aprendiendo, pero hago cosas que ningún ser humano sensato que tiene dos clases de DJ haría. No me importa. Tampoco tengo un despliegue escénico como bailarín que digas "mirá lo que es, es Ricky Martin". Y me visto de una manera absolutamente ridícula, con una camisa que es insostenible, que también fue un chiste. Por eso me parece que hay algo de perderle el miedo al ridículo. Hay algo en mi espíritu de contagiar la fiesta. Siempre me gustó la fiesta. Si tengo que ir a un casamiento un 3 de julio a las 2 de la mañana se me cae una pelota, la verdad. Pero cuando estoy ahí, lo paso bien. Y adoro la energía que me devuelve la gente. Yo solo voy a lugares donde la gente está para bailar. Muchas veces me quieren contratar para cosas de perfil más empresarial, de cócteles, sanguchitos. Yo no voy para eso. Si hay espíritu de baile, voy. Y voy a hacer lo imposible para que la gente baile.
La Bajada.jpg
Instagram DJ Sanata
Estaba pensando en tu vínculo con la fiesta. Hoy es tanto un mojón de tu año, como una salida laboral. ¿Te cambió tu relación en cuanto al disfrute? ¿Hubo una conversación interna para que el trabajo no se fagocite al placer? ¿Y lo mismo pasa con los viajes?
Hoy a las fiestas, salvo tres o cuatro en el año, voy a trabajar. He tratado, pero la noche no me termina de soltar por diferentes razones. Vengo de unos días que me perdí fiestas hermosas de 50 años de amigos entrañables, de un amigo que quiero como un hermano, porque cuando me avisó de su cumpleaños yo tenía tres fiestas. Eso pasa porque te invitan mucho después de lo que te contratan. Evidentemente mi espíritu después en las fiestas no es el mismo que era antes, pero a las tres o cuatro que voy las disfruto. Con respecto a los viajes logré algo que está buenísimo, que es armar una suerte de unidad de negocios donde a algunas marcas les sirve que yo esté viajando con un equipo pequeño y que generemos contenidos. Es un viaje distinto al que hacés por placer, pero igual sigue siendo para mí, que me gusta muchísimo viajar, ampliamente favorable. No es que viajo y estoy encerrado en una oficina ocho horas. Tengo que conocer, tengo que pasear. Estoy obligado. Después hay toda una parte de generar los contenidos, subirlos, la persecuta de que funcione.
¿Te persigue mucho eso?
Lo que pasa es que si querés que un producto subsista tiene que ser bueno para todas las partes: para quien recibe el contenido, para quienes lo hacemos y para los actores claves, que son los auspiciantes. Yo quiero que lo que hago salga bien, porque entonces lo podemos seguir haciendo. Después tenés que buscar un equilibrio en lo que estás dispuesto a hacer y lo que no. Por más que me pongan plata o me quieran mirar tirándome sin paracaídas del piso 7 a una piscina, no lo voy a hacer. Es muy grato, pero estás trabajando. Requiere de un esfuerzo y y hay gente que está esperando resultados. Si subo un contenido y anduvo volando, respiro. Esa noche nos tomamos una birra y nos olvidamos, disfrutamos de la ciudad. Si subí un contenido y se clavó de pico, me amargo.
La palabra "contenido" cambió muchas cosas en la comunicación. Hoy todo es contenido, y siempre se puede pensar en él. Cuando arrancaste en la radio eso no existía, hacías el programa y te ibas para tu casa. Hoy hay un vínculo continuo con esa generación de material. ¿Cómo es tu vínculo con eso? ¿Te pone muy ansioso?
No soy un nativo digital, no tengo la pulsión de estar sacándole fotitos a todo. Trato de rodearme de gente que ayuda, porque es una pata frágil que tengo. Pero es así desde hace mucho tiempo, no vengo de una familia de sacar fotos. No voy a jugar al Chavo del Ocho, pero vengo de una familia trabajadora y cada foto que se gastaba tenía que valer mucho la pena. Entonces ya de por sí vengo muy atrás desde antes, pero entiendo que los contenidos son importantes. En nuestros primeros viajes de Justicia nos llevaban a Irlanda a hacer un programa de radio desde allí. En los últimos viajes que hice al cliente no le preocupaba mucho si salíamos en la radio o no. A ellos no les rinde. Lo que les rinde es la foto, el reel. Lo digital cambió completamente las reglas del negocio. Si mirás las mediciones de audiencia de radio de los últimos 25 años, los números se mantienen dentro de ciertos márgenes. Sin embargo, hoy a esos números los mirás de una manera completamente distinta, y lo digo como experiencia subjetiva, a como los mirabas en el 2004. Esos dos puntos de rating en el 2004 eran una locura ahora son lo mismo que un reel de Instagram que anda más o menos bien. Y no estoy comparando peras y sartenes. O sea, hay diferencias, hay cuestiones que tienen que ver con la afinidad, con la cercanía que puede tener un medio respecto a otro. Pero después cuando vas al número frío tenés muchas más certezas, porque sabés qué tipo de gente es, qué edad tienen, en el sexo, los intereses, un montón de cosas.
En nuestros primeros viajes de Justicia nos llevaban a Irlanda a hacer un programa de radio desde allí. En los últimos viajes que hice al cliente no le preocupaba mucho si salíamos en la radio o no. A ellos no les rinde. Lo que les rinde es la foto, el reel. Lo digital cambió completamente las reglas del negocio. En nuestros primeros viajes de Justicia nos llevaban a Irlanda a hacer un programa de radio desde allí. En los últimos viajes que hice al cliente no le preocupaba mucho si salíamos en la radio o no. A ellos no les rinde. Lo que les rinde es la foto, el reel. Lo digital cambió completamente las reglas del negocio.
Hablando de contenido, te metiste en el mundo del streaming con Mates y noticias. Parece ser un formato que te queda muy cómodo.
Sí, lo disfruto. Surgió por necesidad cuando entraron a llegar los nubarrones en la era anterior, y por la necesidad de vehiculizar lo que estábamos haciendo. Se venía La Bajada, me abrí una cuenta de Twitch y descubrí que el stream tiene cosas bastante parecidas al lenguaje radial, por lo menos como lo hago yo. Mates y noticias es un nombre horrible que se lo puse en joda y quedó, como muchas cosas que me pasan. Ahora este stream que hago es el segundo más visto en Uruguay en la mañana, me gusta mucho y además es mío. De ahí no me van a echar. Salvo que empiece a quedar gagá y mi hija me eche mi casa, que creo que falta todavía. Entendí hace un tiempo que este negocio fluctúa, que pasan cosas. Hace 25 años que las entiendo. Me he visto desvinculado de un montón de medios, y no de forma nociva o tóxica. No. A veces te calentás más, a veces menos, pero es un negocio y así funciona. De repente estás haciendo un programa de televisión y le va bien, y al otro año no lo haces más. Hay cierta precarización, lo repito, que no está del todo buena, por ser generoso, y ojalá que pudiera cambiar para ofrecer garantías para los trabajadores en general. Yo he sido una especie de cucaracha sobreviviente que, como tengo cinco o seis kioscos, se me cae uno y tengo otro. Antes vivía con mucho estrés por quedarme sin nada. Pero pasé raya y en los últimos diez años, con subidas o bajadas, más arriba o más abajo, nada parecía indicar que de la noche a la mañana se pudiera caer todo. La comunicación tiene algo que otras profesiones no tiene: la gente se puede aburrir de vos. Ponele que tenés un dentista y capaz ese dentista es un pelotudo, pero si es bueno vas a seguir yendo. Lo mismo un contador, un abogado. Nunca va a pasar que con un profesional que haga bien su trabajo lo cambies. Pero la gente se aburre de nosotros. Se enoja. Hay gente que por tu opinión te baja la persiana, porque vivimos en épocas donde el disenso no garpa. El error está en idolatrarnos, somos seres humanos. El error parte de decir "se me cayó un ídolo". Y de la noche a la mañana, de repente, la gente se aburrió de vos. Pasás de moda. Se cansó de tu voz y cambió.
Gonzalo Cammarota.
Joaquín Ormando
¿Aprender eso fue un proceso o lo supiste de entrada?
Fui rápidamente consciente de eso. Después, lo que siempre charlamos es cuándo frenar, cuándo exponerse mucho y cuándo poco. Hay momentos y tenés que aprovecharlos porque después no se van a repetir. Nada te garantiza que de ese cumpleaños que no agarrás este año te llamen el año que viene. Capaz el año que viene el que está de moda es el mago o el que toca el violín. El entretenimiento va cambiando mucho. También el envejecimiento y la permanencia implican otro tipo de cosas. Y después está el que viene y te dice que tenés que reinventarte. No es sencillo. No es tan simple.
En entrevista con Jorge Balmelli en Al Weso comentabas que estás golpeado, y que Justicia también. ¿Ves un final de la línea para el programa en esto que pasó con M24?
No sé. Pero sí estoy cansado de los velorios al aire, de las despedidas. En general, en la vida nos morimos una vez y no leemos los mensajes que nos mandan. Además para nosotros es como la quinta muerte ya. Lo velé tantas veces al programa que ya no quiero pasar por esto. No quiero. No tengo ganas. Está todo bien, valoro pila los mensajes, el cariño, pero no quiero. Y llega un momento que tampoco quiero que le sigan pegando a Justicia. No tengo más ganas de someter al programa a ese manoseo. Pero después de repente voy, me siento con alguien, me lo plantea y bueno... Porque además a mí me gusta trabajar con la familia justiciera en un sentido amplio. Es un montón de gente que ha pasado por Justicia a lo largo de 20 y pico de años. Cuando digo "seguimos jugando", tiene que ver con eso. Lo que sí hace mucho tiempo que solté es esa idea de que Justicia Infinita tiene una esencia estática, una Biblia. En un momento, con Salvador nos planteamos que era un programa de autor, donde nosotros generábamos nuestros intereses en conjunto con lo que entendemos que son los intereses de una comunidad, que es la audiencia. Y siempre nos reíamos con Salva porque el mejor Justicia Infinita para el resto era el que había pasado. Creo que justicia fue cambiando y puede seguir cambiando. No me pasa lo mismo con Justicia que con La Bajada. El único escenario en el que creo que Justicia me podría trascender a mí, es si Salvador volviera y se lo dejara a él. Es el único que puede tener las llaves del coche.
¿Qué queda del primer Justicia Infinita de Salvador Banchero, Carlos Tanco y vos?
Fue un momento hermoso. Éramos muy jóvenes, estábamos todo el día juntos, todo el día creando. Teníamos reuniones eternas, creativas, hermosas. Probablemente fue uno de los momentos más fermentales que viví, y ellos eran dos compañeros extraordinarios. Era una máquina de picar carne también. Pero era el momento para eso. Fueron tres años intensos y muy lindos. Aprendí muchísimo. Tanto Salvador como Carlos me enseñaron muchísimo. Salvador es la persona que encontró mi vocación. Yo estoy acá gracias a él. Nada de mi vida profesional hubiera sucedido si yo no me hubiera cruzado con Salvador Banchero. Así de simple. Después yo puse lo mío, nos cruzamos con la gente adecuada, formamos equipos maravillosos, pero el tipo que desde que tenía 15 años me quiso meter en esto fue Salvador. Es el culpable de todo. Él insistió. Yo estaba en otro viaje, estudiaba Psicología, era docente en la facultad, estaba metido en el Consejo Directivo Central, tenía un boliche, era cobrador de una fábrica de colchones, tenía 62 pestañas abiertas en mi vida. Y la insistencia de Salva hizo que en un cumpleaños Carlitos dijera "sí, dale, probemos con él". Nunca en la vida hubiera pensado en todo lo que pasó después. Aunque cualquiera que me viera pudiera ver una vocación muy clara en el entretenimiento, yo no. No me imaginaba vivir de esto.
Salvador es la persona que encontró mi vocación. Yo estoy acá gracias a él. Nada de mi vida profesional hubiera sucedido si yo no me hubiera cruzado con Salvador Banchero. Así de simple. Salvador es la persona que encontró mi vocación. Yo estoy acá gracias a él. Nada de mi vida profesional hubiera sucedido si yo no me hubiera cruzado con Salvador Banchero. Así de simple.
Publicaste tres novelas, la última en 2016. ¿El Cammarota novelista sigue allí?
Sí, este año empecé a escribir de nuevo. Lo que pasa es que la escritura precisa atención y hoy mi vida es muy desorganizada. En esta época del año hay días que me acuesto a las cinco o seis de la mañana por las fiestas de Sanata. Y estoy viejo, entonces, me levanto a las nueve y estoy fundido. No me da la cabeza para sentarme y ponerme a escribir, no tengo la paz mental para hacer algo así. No puedo desconectarme. Pero creo que estoy más cerca. La cuarta novela la vengo escribiendo hace años, la dejo y la retomo. Y cada vez es como empezar de nuevo. No es del todo fácil, porque siempre está eso de que lo urgente no deja lugar a lo importante. Pero va a salir. Está a la vuelta de la esquina.
El año que viene cumplís 50. ¿Te dice algo ese número?
Es interesante. Este año tuve muchas conversaciones sobre eso. Yo no siento que las viví todas, pero hay cosas que sí. Te van pasando los años, no me siento de 50, pero están ahí. Me voy tomando las cosas de otra manera, pero no me angustia, para nada. Sí me doy cuenta de que estoy grande, de que es un montón de tiempo. Y se ha pasado en un parpadeo. Cuando querés acordar te das cuenta de todo el tiempo que llevás haciendo esto. Pero bueno. Creo que voy a hacer fiesta. Tengo ganas.
La camisa roja la usará otro, supongo.
No sé, porque a mí me encanta. El último cumpleaños que festejé así, a toda candela, pasé música. Porque además es algo que hacía en broma y después lo terminé haciendo profesionalmente. Yo asaltaba discotecas. Mucho antes de ser Sanata, me metía en fiestas de facultad cuando estaba en la FEU. Lo hacía dos por tres. Así que probablemente lo termine haciendo en mi cumpleaños también.