El texto legislativo, aprobado el 14 de marzo de 1829, no sólo definió los símbolos del escudo de armas, sino que además explicó el significado que le dieron a cada uno. El escudo sería desde entonces “un óvalo coronado con un sol”, dividido en cuatro cuadrantes, con una balanza como símbolo de “la igualdad y la justicia”, el Cerro de Montevideo en representación de “fuerza”, un caballo suelto como símbolo de “la libertad” y un buey para significar “la abundancia”.
Todo estaría “adornado con trofeos militares, de marina y símbolos de comercio”, que hablarían tanto de las gestas heroicas de la independencia como del progreso del territorio.
“Nuestra Asamblea Legislativa y Constituyente previa a lo que fue nuestro Parlamento constitucionalmente establecido discutió más de un proyecto y salió el que conocemos nosotros, inspirándose en la heráldica pero con algunas libertades”, indica Marcel Suárez, presidente de la Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación.
Esas libertades las explicó el investigador Ricardo Goldaracena en El libro de los símbolos: escudos y banderas del Uruguay, quizás la más simpática es una elección que habría hecho “sonreír” a los heraldistas de la Edad Media: “El cuadrúpedo que en heráldica representaba la libertad no era el caballo, sino el gato”. Pero la libertad era un concepto diferente para entonces.
En algún momento de la historia el diseño del modelo aprobado por los constituyentes se perdió, pero es posible tener un aproximación a los primeros escudos creados a través de diferentes representaciones artísticas.
Pinturas, esculturas y textiles: los escudos de artistas y artesanos
La luz entra cálida por las ventanas de la que fue la casa de Manuel Ximenez. Ernesto Beretta, especialista en historia del arte y restaurador, es el encargado del Taller de Investigación, Conservación y Restauración del Museo Histórico Nacional, descubre con cuidado una obra que está extendida sobre la mesa principal del taller.
“Lo que tenemos aquí es el escudo nacional más antiguo que tenemos en el Museo Histórico y está considerado uno de los más antiguos que se conservan en el país”, explica.
De acuerdo a la documentación, habría pertenecido al Senado de la República cuando sesionaba en el edificio del Cabildo de Montevideo, por lo que habría sido pintado muy poco tiempo después de aprobada la ley que creó el símbolo nacional (así como el escudo pintado por Arthur Onslow en 1832 que conserva el MHN en la Casa Rivera).
Realizado por Juan Manuel Besnes e Irigoyen –pintor, dibujante y calígrafo autodidacta de origen vasco que se radicó en Montevideo y se plegó a la vida republicana– es, entonces, una de las primeras interpretaciones de la legislación. Pintado al óleo sobre diferentes piezas de papel que luego pegaba sobre una tela tensada y colocado sobre un bastidor de madera, el escudo está ahora en pleno proceso de restauración en el taller.
“El mal estado en el que estaba nos obligó a desprenderlo y comenzar los trabajos de restauración, que incluyeron el pegado de las diferentes piezas de papel que lo componen, la limpieza del barniz que se le había dado. Por la oxidación los colores se habían alterado: los azules habían quedado verdes y los blancos eran de un color amarillento. Esto nos permitió descubrir que Besnes entonó el escudo al celeste y blanco de los colores nacionales”, describe el restaurador.
WhatsApp Image 2025-09-13 at 10.03.18
Beretta señala que los escudos antiguos tienen algunas particularidades, vinculadas a los conceptos que esgrimía la élite política de lo que debía ser la nación en ese momento: “El escudo original estaba afirmado en el terruño, en el suelo patrio, y estaba rodeado por una serie de elementos simbólicos que hoy han desaparecido pero que complementaban el concepto de estado y de fuentes de riqueza de ese Estado a principios del siglo XIX. Por un lado, los elementos alusivos a la guerra de independencia: la espada, las balas de cañón, los cañones, las bayonetas, las lanzas con las divisas. Por otro lado tenemos la alusión al comercio como fuente económica fundamental de la riqueza a través de nuestro puerto, que se traduce en la presencia de velas de barco, caduceos de mercurio, anclas y fardos de mercaderías”.
Entre las miles de piezas que conforman el acervo del Museo Histórico Nacional se repiten pequeños y grandes escudos de diferentes materiales, técnicas y épocas. Desde un huevo de ñandú pintado al óleo con una alegoría de la República, una chapa pintada a mano para una escuela o un escudo de bronce –esculpido por Edmundo Prati con la fundición de Rolando Vignali– que fue un regalo para Baltasar Brum en 1931. El restaurador incluso señala que el escudo nacional está muy presente en los elementos de los uniformes militares y el armamento del siglo XIX.
En una de las paredes cuelga una escena de la Campaña naval de 1841.
“En este caso, lo interesante es cómo el escudo nacional es apropiado por uno de los bandos en el conflicto. En ese momento teníamos el Gobierno de la Defensa en Montevideo y el Gobierno del Cerrito en todo el campo sitiador fuera de la ciudad. Sin embargo, el Gobierno de Montevideo se apropia de la simbología patria como algo exclusivamente suyo. De la misma forma que también el Gobierno del Cerrito usaba el mismo escudo nacional”, sostiene.
“Nuestro Escudo Nacional fue pintado en cuadros, apareció estampado en documentos estatales y de instituciones privadas, publicaciones varias, acuñado en monedas, tallado y taraceado en madera, marfil, nácar y esculpido en mármol, moldeado en fachadas de edificios públicos, pintado en juegos de vajilla, abanicos, lámparas, cuadros, así como en soportes textiles”, señala un texto de la Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación, que realizó una investigación sobre escudos nacionales antiguos confeccionados en soporte textil.
Bordados en hilos de oro y plata, confeccionados con mostacillas o lentejuelas, muchos fueron encargados para la conmemoración de fechas destacadas de la historia del país y entregados como obsequio a líderes políticos blancos y colorados, jefes departamentales y presidentes de la República.
Suárez explica que fueron especialmente estimuladas desde el gobierno de Máximo Santos y atribuidos a la Escuela de Artes y Oficios y talleres como el del italiano Félix Corbi.
Captura de pantalla 2025-09-13 a la(s) 9.21.50a. m.
Los artistas gozaban de cierta libertad al momento de interpretar los escudos nacionales, pero esa variedad de representaciones debió ser re-encausada nuevamente por los actores políticos.
“Las leyes posteriores son muy restrictivas respecto a cómo deben ser los símbolos nacionales. En los inicios los artistas tenían ciertas libertades. Los diferentes escudos con este formato que tenemos, que corresponden a diferentes momentos del siglo XIX, presentan diferencias entre ellos. Algunos tienen más banderas nacionales y no presentan, por ejemplo, las velas de barco. Faltan algunos elementos y se incorporan otros. Es decir, hay una mayor libertad. Sobre todo pesaba la carga simbólica”, explica Beretta.
La paz, la gloria y el sol naciente
Un proyecto de ley presentado al Senado en 1873 por Juan Ramón Gómez y Javier Laviña, proponía la eliminación de los trofeos de guerra del escudo nacional, al entender que el símbolo debía "ser pacífico y en armonía con las industrias dominantes: el pastoreo y la agricultura".
“El diario de sesiones da cuenta de una breve escaramuza verbal provocada por estos legisladores”, recogió Goldaracena como pista de un acalorado debate sobre las modificaciones del símbolo patrio. Pero finalmente el proyecto tuvo el respaldo de la mayoría de los senadores, justo antes de que el Parlamento iniciara tiempos agitados.
Treinta y tres años durmió el proyecto con media sanción. Recién en 1906, por iniciativa del presidente don José Batlle y Ordóñez, la Cámara de Representantes retomó el olvidado asunto de la modificación del escudo de armas ya que resultaba indispensable "reglamentar sobre una base única su uso en todas las oficinas de la Nación, evitando así que presida, como en numerosos casos que son notorios, un criterio equivocado al dibujo y naturaleza de sus atributos".
Miguel Coppetti diseña entonces un patrón único y dispone de una serie de precisiones con el fin de ilustrar a los artistas que ejecutan el escudo, mostrar una imagen actualizada de la república y acoplarse a las reglas generales de la heráldica.
Simplifica el escudo y podríamos decir que lo “pacifica”. Se eliminan los ornamentos que hacen referencia a las batallas y el comercio pero los sustituye por el olivo, como símbolo de la paz, y el laurel, como emblema de la gloria. Ambos unidos por una cinta "azul-celeste", que según el investigador Ricardo Goldaracena se trataría ni más ni menos que de la cinta de la escarapela: un símbolo patrio escondido dentro de otro.
_INE9466.webp
Escudo en la fachada de la sede del MSP
Inés Guimaraens
“Es oportuno asociar la eliminación de los trofeos militares porque había una voluntad de terminar con una etapa muy violenta, muy conflictiva”, explica Suárez y señala además que es en ese momento que se reglamentan las características del sol –que será el que se incorpore después al pabellón nacional– con un rostro y tres cuartas partes visibles, siete rayos en forma de punta de lanza y otros ocho dibujados de forma que parezcan “llamas de fuego”.
Un decreto interpretativo de 1908 termina de dar forma al escudo que tenemos actualmente. 117 años el escudo nacional, como símbolo del ideal nacional, se ha revinculado con los uruguayos del siglo XXI. Pero, ¿podríamos pensar en una reforma que lo acompase al Uruguay contemporáneo? El presidente de la Comisión de Patrimonio señala que los símbolos “no son inmutables”, porque históricamente se han ido cambiando, pero “no suelen ser cambios exentos de polémica”.
“Generalmente hay un proceso de discusión y que incluso cada tanto tiempo se reinicia ese debate. Pero es un tema que hay que manejarlo con cautela, porque justamente tiene que ser un símbolo de unidad. Tiene que haber una necesidad realmente muy bien fundamentada para un cambio en un símbolo nacional”, expresa.
Lo cierto es que el escudo nacional sigue siendo capaz que darle una identidad propia al Uruguay, al mismo tiempo que mantiene su carácter colectivo. En este sentido, el historiador Aníbal Barrios Pintos escribió, a 150 años de la creación del escudo de armas del Estado, que los símbolos nacionales en la República Oriental del Uruguay expresan "el ser, la esencia moral del país, su historia de triunfos y derrotas, su presente y su futuro, sus instituciones, sus hombres y mujeres más representativos".