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20 de septiembre 2025 - 5:00hs

La flamante novela del escritor argentino Pedro Mairal le hace honor a su título, Los nuevos, porque es una novela donde no solo sus tres protagonistas, un trío de amigos de 18-19 años que se están enfrentando por primera vez a la cara menos agradable de la vida y a un traumático paso a la adultez, son los que vivieron algunas experiencias nuevas.

Para Mairal es la primera novela donde pudo incorporar de forma más directa su faceta de músico, es la primera novela donde lo primero que se le aparecieron fueron los personajes y no la trama (y por lo tanto, la primera vez que se encariñó con sus protagonistas como nunca antes), y es la primera novela que escribe luego de su libro más popular, La uruguaya. La sombra de esa novela fue tan larga que le llevó nueve años volver a encarar un proyecto de novela que lo convenciera.

Y Los nuevos es también su primera novela “uruguaya”. Radicado en Montevideo desde hace cinco años, Mairal siente que su nuevo hogar alteró su manera de escribir y hasta se infiltró en algunos rasgos del libro, que fue el punto de partida de esta charla con El Observador.

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¿Se puede decir que esta es tu primera novela uruguaya?

Es verdad. No lo había pensado, pero es la primera novela que escribí íntegramente acá. Aunque no trata sobre Uruguay, la chispa inicial surgió acá, en Punta del Diablo. Ahí apareció la voz del primer personaje, de Thiago. Y bueno, inventé un balneario parecido a Cabo Polonio, aunque lo ubiqué en Argentina porque lo quería hacer opresivo, católico, y Cabo Polonio no funciona así, es más hippie. Pero hay algo de eso, del verano, y ese chico que no sé bien de dónde sale. Yo estaba atravesando el duelo de la muerte de mi madre, pero más allá de eso, es un chico que no quiere contar algo. Eso me interesó. Esta cuestión de alguien que no quiere contar lo que tiene para decir, pero lo hace. Esa voz me gustó, y ahí empezó todo.

¿Escribir en Uruguay te cambió en algo?

A mí se me mete mucho el entorno, y además acá siento que tengo otro manejo del tiempo. Hace poco vi una obra de teatro en Buenos Aires que se llama Lo que el río hace, y en un momento, la protagonista se acuerda de una frase de su padre, que le dijo “quedate en el lugar donde el tiempo te dura más”. Y la verdad es que acá en Montevideo el tiempo me rinde. Buenos Aires, con todo lo que me encanta y me enamora, es un poquito desgastante a nivel temporal. Es la sensación que tengo. Para escribir necesitás tiempo, necesitás sentarte y que no haya demasiadas distracciones. Acá puedo pilotear las distracciones, tengo amigos músicos y escritores con los que me veo, pero también siento que manejo más mi tiempo.

¿Esta fue una novela que no empezó tanto con una trama sino más bien con personajes?

Sí, y es algo que me pasó por primera vez. Siempre trabajo con una especie de plan, que a veces lo rompo, pero en este caso surgieron más los personajes. Y no es que sea como un médium en el que canalizo una voz, pero un poquito de eso tiene en cuanto a que dejo que me atraviese esa voz y la voy respetando, viendo qué es lo que dice. La voz de Thiago es una voz muy en carne viva, está muy enojado, desenmascara toda una cosa hipócrita de esa clase social media alta jugando a la precariedad, al rancho. Entonces fue bastante orgánico el surgimiento y el crecimiento de la novela. De la voz de Thiago salió su amigo Bruno, y así también entra en un momento Pilar, literalmente de una patada. Al principio parecía una novela cortita, pero me empecé a meter con esos amigos y me gustó seguirlos, aunque Pilar me dio mucho más trabajo.

¿Qué fue lo que más te costó?

Hubo como cuatro versiones de ese personaje. Estuve un año rompiéndome la cabeza. Porque lo que me pasaba con ella es que le estaba pidiendo que cerrara las líneas argumentales de los otros, y era como que el personaje me decía “quiero mi historia”.

¿Cómo fue el vínculo que generaste con estos personajes? Porque me imagino que al partir de ellos también generás otra conexión.

Por primera vez me encariñé mucho con los personajes. Me resultaron muy entrañables. Pero para que haya una historia vos los tenés que maltratar. Si no los maltratás no hay cuento. Y esta vuelta me costó porque Bruno se enamora y yo le tenía que romper el corazón. Eso fue raro, me sentí como un dios cruel. Pero por primera vez sentí un deseo de proteger a los personajes. Pilar lo dice en un momento de la novela, viendo un cuadro de Adán y Eva, que de alguna manera los ve entrar al mundo y le dan ganas de advertirles, pero no les podés ahorrar el dolor. Eso pasa mucho con los hijos: vos los cuidás, pero en algún momento les van a pasar cosas así y eso es lo que produce el aprendizaje, que maduren y aprendan. Fue muy curioso desde ese punto de vista y ahora estoy muy fascinado, es un momento muy gratificante hablar con la gente que está leyendo el libro y sentir que los personajes siguen, que están ahora en la imaginación de los otros. Después de estar conmigo en mi mundito, en mi soledad de escritura, de golpe están siendo imaginados y casi usando los cerebros de los lectores para existir. Es fascinante, es muy linda esta etapa. Cuando la gente, ese juego que vos propusiste, lo juega a su manera.

Más allá de que hay experiencias comunes que atraviesan el tiempo y las épocas, ¿tuviste algún cuidado al ponerte a contar una historia protagonizada por tres jóvenes de 18-19 años de esta época para que no quede forzado o raro?

Decidí en un momento que no iba a hacer una especie de estudio etnográfico de los jóvenes de hoy. Primero porque no me iba a salir, y segundo, tenía que ponerme a hacer entrevistas, a investigar. Hice unos postadolescentes tardíos medio anacrónicos, y quizás tienen más que ver con mi adolescencia en los 90 que con los jóvenes actuales. Por más de que los ubiqué en el 2023 y tienen celular y redes sociales, no quise hacer un retrato fiel de los jóvenes de hoy en día porque se me iba a notar el viejazo. Yo sé que está ahí mi edad, mis 54 años, pero armás una especie de Frankenstein con tu pasado y con cierta continuidad universal de ese momento de la vida. Al fin y al cabo, si te rompen el corazón no importa la época. La diferencia es que ahora ves a tu ex en redes sociales (risas). Pero el dolor es el mismo. Entonces traté de ubicarme en ese momento de la vida en que todo te parece careta, impostado. En el que estás solo, por más que tengas a tus padres cerca y que intentan dialogar con vos. Estás saliendo de tu familia biológica y estás empezando a armar otros grupos. Es un momento bastante vulnerable.

Y también una etapa de mucho descubrimiento.

Mucho aprendizaje. A esa edad empezás a trabajar, a salir de tu casa y a conocer gente de otros círculos, y eso lo haces sin demasiado prejuicio, entonces los chicos se meten en lugares muy distintos a los lugares de donde vienen. Eso se carga de narrativa, es un momento muy narrativo esa etapa de la vida y muy volátil también. En ese sentido creo que esos son los nuevos, los recién llegados, los que no son los viejos.

¿Cómo eras vos a esa edad? ¿Qué te estaba pasando en ese momento?

Yo estaba muy perdido porque me parecía que nunca iba a poder ser un adulto. Me metí a estudiar Medicina y no pasé del ciclo básico, me derrotó enseguida la ciencia. Y fue horrible porque mentí en mi casa, no me animaba a decir que no estaba yendo más a la facultad porque había una gran expectativa. Fue muy fea toda esa etapa de mentira, porque la mentira te ubica en un lugar de mucha soledad. Hay que sostenerlo todo el tiempo y sos el único que sabe. Después se destapó la olla en mi casa y fue bravo.

¿Y qué pasó?

Hice una psicopateada muy grande. Me di cuenta que quería estudiar Letras, pero no sabía cómo decirlo. Y en ese momento estaban dando La sociedad de los poetas muertos. Entonces le dije a mis viejos que era importante que fueran a ver esa película, donde hay un chico que se mata porque no lo dejan estudiar teatro. Volvieron pálidos del cine, diciendo que era importante que estudiara lo que quisiera. Funcionó (risas).

Tengo una vocación muy fuerte y muevo montañas para escribir. Hay muchas cosas y muchos aspectos de mi vida que podrían haber ido para otro lado y yo podría haberme arruinado la vocación literaria, pero por alguna razón ese músculo, siempre con creatividad como esto que le hice a mis viejos en los años 90, encontró su camino. Creo que en ese sentido estos chicos de Los nuevos están en ese momento, con muchas variables sucediendo y no demasiada capacidad de decidir, pero deciden esquivar los mandatos familiares. Es ese momento de la vida donde tenés que plantearte si los seguís o no. Hay gente que se mete en algo y lo que hace, al no decidir, es permitir que todo fracase. Choca el ómnibus, que a veces es una manera de tomar un rumbo.

Y ahora como padre, ¿cómo manejás esa cuestión de las imposiciones?

Lo que trato de hacer es que el canal de comunicación sea fuerte, confiable, que mis hijos sepan que pueden hablar conmigo y que los voy a respetar en sus decisiones. Creo que eso es lo más importante. En el libro, la comunicación padres - hijos está casi rota. O funciona de formas extrañas. Creo que este libro, en cierta manera, para mí fue una reflexión de cómo fui como hijo a esa edad, y cómo soy como padre también. Entonces lo que trato de hacer es que exista ese canal de comunicación, ser una persona confiable emocionalmente y ayudar en la medida que se pueda. Saber siempre que sos el padre, no sos el amigo. Pero es extraño el lugar de padre, porque ¿cuánto dejás que se peguen el golpe y cuánto lo protegés? Todo el tiempo estás en ese delicado equilibrio.

La música está muy presente en la novela, e incluso el libro tiene al final un código QR que lleva a tres canciones grabadas por sus protagonistas. ¿Fue una forma de desarrollar también el universo narrativo?

Esa presencia de la música estuvo desde el principio, y eso puede ser definitivamente una influencia uruguaya. Yo noto acá una presencia musical que atraviesa todo. Pero sí, es una novela muy musical, y de hecho en un principio se iba a llamar igual que ese disco imaginario que ellos graban, Wisconsin. Me sonaba lindo, pero no representaba el libro entero, y al final fue Los nuevos. Creo que es la primera vez que mi faceta musical confluye con la de escritor, al menos con esta dinámica.

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Así como es tu primera novela escrita en Uruguay, Los nuevos es también la primera novela después de La Uruguaya, que generó un fenómeno, se leyó mucho, se tradujo, fue adaptada al cine, algo que también te había pasado con Una noche con Sabrina Love, que también se hizo película. ¿Esas cosas proyectan una sombra sobre vos al momento de escribir el siguiente libro?

Creo que sí, en el sentido de que estoy en contra las expectativas ajenas que pueda haber sobre mí. Las esquivo. Entonces tardé mucho tiempo en poder escribir una novela después de La uruguaya, que salió hace nueve años. Es un montón. Una noche con Sabrina Love salió en 1998 y no escribí una novela, El año del desierto, hasta 2005, siete años después. No sé muy buen por qué me pasa, no sé identificar a que se deben esos vaivenes. Yo siempre estoy escribiendo. Cuentos, poemas, canciones, artículos para revistas, columnas, de todo. A veces aparecen novelas, y para sentarme a escribir una novela tengo que tener muchas ganas, porque si no me parece una escritura medio hueca. Y a lo largo de estos nueve años tuve comienzos de cosas que no prosperaban por el simple hecho de que no sentía la necesidad de escribir eso. Y no me salen las cosas forzadas. Me sirven las fechas de entrega y el compromiso, pero si realmente no está el deseo de escribir un libro, simplemente no lo puedo escribir, o si lo puedo escribir sale mal y no lo muestro.

Sin duda La uruguaya provocó algo, incluso hasta te diría que me abrió la puerta para venirme a vivir acá. Un amigo me dijo “te mudaste a tu novela”. Y alguien en algún foro, o en un medio, no me acuerdo dónde, escribió “seguro sigue buscando al que lo afanó en la playa Ramírez”. Me causó mucha gracia eso, era como una especie de continuidad entre la novela y yo. Creo que también me vino bien la película para sacarme de encima al personaje protagónico de la novela, los actores les pusieron cara y se los llevaron. Fue un alivio también, porque estaba muy pegado conmigo. Yo jugué al morbo de "soy pero no soy" y después de jugar a eso se te pega. Entonces era un poco denso, y siento que la película me ayudó a sacármelo, además de que le responde al libro, que tiene una mirada masculina, y la película parte de una mirada femenina. Se generó un diálogo ahí y eso, de cierta manera, cerró el ciclo y apareció el espacio para escribir otra cosa. De hecho, la película se estrenó en 2023 y yo empecé a escribir la novela ese mismo año. Fue muy simbólico. Se fueron aquellos personajes y vinieron Los nuevos.

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