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21 de septiembre 2025 - 5:00hs

“Músico acá no hay ninguno”, le dijo Delia Pintos al hombre que había tocado el timbre de su casa y esperaba en la puerta por el pianista que, le habían asegurado, vivía detrás. Antes de escuchar el golpe de la puerta al cerrar un adolescente gritó: “¡El músico soy yo! ¡Es para mí!”.

El hombre subió las escaleras y le dijo a Julio Frade que no sabía si sus padres iban a estar de acuerdo pero quería ofrecerle al muchacho de 14 años trabajar en un cabaret. “Imaginate cómo sonó en mi casa esa palabra”, dijo años después en una entrevista con el diario La Mañana.

Para esa edad, Frade ya tocaba el piano hacía una década y recientemente se había presentado a una prueba para afiliarse a la Asociación Uruguaya de Músicos. Su audición había sorprendido a los evaluadores, que lo escucharon interpretar a Bach, a Chopin y le habían pedido que hiciera un tango y un bolero apenas con una mirada de la partitura. Y se había corrido la voz.

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Cuando llegó a la puerta del Embassy se encontró con un cartel: “Entrada prohibida a menores de 18 años”. Él dio un paso adelante y se convirtió en el flamante director de la orquesta. Entraba a la medianoche y salía a las cinco de la mañana, tres horas más tarde estaba sentado en un banco del liceo José Enrique Rodó.

Ese sería el inusual comienzo de una carrera profesional vinculada a la música, la televisión y la radio durante más de 65 años, en los que Julio Frade se convirtió en una figura arraigada a la memoria emotiva de muchos uruguayos.

Un aviso en el diario

Si bien su madre quería que estudiara una carrera universitaria –que de hecho avanzó en la Facultad de Derecho mientras los profesores lo felicitaban por su actuación en la televisión– también fue quien le entregó en la mano una oportunidad que lo marcaría para siempre.

Un día estaba leyendo el diario y encontró un aviso que podría interesarle a su hijo: el American Field Service ofrecía una beca de un año para terminar el bachillerato en los Estados Unidos. “Mirá, a vos que te gusta el jazz, acá ofrecen una beca para ir a Estados Unidos”, le dijo al muchacho. Concursaron 320 jóvenes y solo había 28 cupos. Terminó en el primer lugar.

Jorge Frade se subió a un avión en el Aeropuerto de Carrasco y aterrizó en Nueva York. Allí lo recibió una familia típica de la clase media norteamericana pero con un vasto interés cultural, que fomentó el interés por las artes plásticas e incluso le consiguió un piano para sus estudios.

Su plan era trabajar para poder costear las clases de música. Y eso hizo: continuó su aprendizaje con Jim Odrich –a quien describió como “el mejor compositor” del momento– y llegó a ser el pianista de la Orquesta Sinfónica Senior, el Coro Senior y la banda de jazz del liceo en el que estudiaba.

Según contó en el libro Julio Frade. Gracias Señor –escrito por Ángel Atienza– durante su estadía en Estados Unidos conoció a Pablo Picasso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y tomó el té con el presidente John Fitzgerald Kennedy y su familia en la Casa Blanca junto a los becados por el programa de estudios. “Le dabas la mano, le decías nice to meet you, Mr. President y quedabas impresionado con la mirada y el carisma”, recordó en una entrevista.

Una televisión en blanco y negro

Un año después, cuando volvió a Montevideo, pasó a ser el líder de los Chicago Stompers. Pero algo no terminaba de cerrar después de su aventura norteamericana. Mientras que en Nueva York veía programas a todo color en la televisión, en Montevideo recién se estaba inaugurando el Canal 4 y Canal 12 estaba a punto de aparecer en las pantallas de los televisores.

Y fue una de esas televisiones monocromáticas que, otra vez, marcó su vida.

“Un día me puse a ver la televisión en blanco y negro que hacía poco habían comprado mis padres y anunciaron que saldría al aire Telecataplum: otra oportunidad que me dio Dios, ser uno de los inauguradores del programa”, dijo en la entrevista con La Mañana.

Entonces Frade se presentó a sus 18 años ante los hermanos Jorge y Daniel Sheck para hacerles una propuesta: él y su banda se podrían integrar al programa con una mezcla de música y humor. El director armó la orquesta en el Centro de Artes y Letras –que luego sería el Teatro del Centro– y los Chicago Stompers desplegaron un repertorio en vivo que no dejó dudas y con un apretón de manos se convirtió en el director de la banda estable de Telecataplum en 1962. Al poco tiempo junto a Berugo Carámbula –guitarrista del grupo– se convirtió además en uno de los rostros de la nueva apuesta del canal.

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Frade cultivó dos carreras en paralelo: músico y comediante. Una decisión con la que llegó a ser director musical de los tres canales abiertos privados uruguayos y de señales argentinas.

Porque poco tiempo después cruzaron el charco como parte del elenco de “los uruguayos” que desembarcaron en Buenos Aires con un estilo característico y refrescante de hacer humor. "Fue una conmoción inmediata porque el tipo de humor que manejábamos nosotros no era el que se hacía en Argentina en aquella época. Quienes sí lo hicieron y mantuvieron son Les Luthiers", recordó Frade en una entrevista con Infobae.

“Durante 50 años de mi vida tuve de compañeros a los mejores humoristas de todo el continente como Espalter, Almada, D’Angelo y tantos otros, haciendo televisión en Buenos Aires, Santiago de Chile y Montevideo”, recordaría años después.

Tras la ruptura del elenco de Telecataplum vinieron programas como Jaujarana, Hupumorpo, Comicolor, Hiperhumor. Y de regreso a Uruguay fue parte del elenco de Decalegrón, el programa humorístico de Canal 10 se estuvo 25 años al aire y donde cultivó algunos de sus personajes más arraigados en la memoria de sus compatriotas.

Además, fue parte de programas infantiles como Casquito y Cascote en Canal 4, junto a Eduardo D’Angelo, con quien hizo El Capitan Cañones y Siemprelisto.

Entre sus personajes más recordados están Abelardito (un enfant terrible), El Buda, Adrianita (la sobrina del sketch de Las Rivarola), la ministra Adela Reta, El Contador en el scketch de El Chicho o un parroquiano sabelotodo que exasperaba a Espalter.

Embed - Decalegrón: El Boliche con Ricardo Espalter, Julio Frade y E. Freda, entre otros.

Frade es el último exponente de aquella generación brillante del humor rioplatense. Y su muerte es, para los que supieron reír con ella, el final de una tradición.

Entre 1990 y 1995 fue el director artístico de Canal 5, la señal televisiva de los medios públicos. Y en cuanto a tareas públicas, en 2022 asumió el cargo de secretario ejecutivo del Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán, de la Dirección General de la Biblioteca Nacional.

Su última participación en televisión fue en el programa Los 8 Escalones de Canal 4, donde hizo gala de su conocimiento y su envidiable memoria como uno de los expertos del programa de entretenimiento.

Un Steinway negro

Más allá de la exposición y el éxito que le otorgó la televisión, la música siempre fue su gran pasión. El jazz y el tango se convirtieron en expresiones propias en las manos de Julio Frade que, según contó en diversas instancias, siguió estudiando durante toda su vida. Incluso en su mente, cuando movía los dedos e imaginaba el sonido de las teclas del piano.

A los 21 años compró un espectacular piano Steinway negro que lo acompañó por el resto de su vida. Una inversión, una proyección a futuro, un objeto sentimental que tocó cada vez que lo apodaron "Maestro" (así, con mayúscula).

En 1973 lanzó Los cuentos de Abelardito, grabado junto Eduardo D’Angelo, en el que el tío leía a su sobrino una serie de clásicos infantiles como La Cenicienta, Alí Babá o Caperucita Roja en un hilarante intercambio. Y quizás como una declaración respecto a ese compilado, al año siguiente publicó un disco de al que llamó Música en serio, con versionas de artistas como Antônio Carlos Jobim, Cole Porter, Vinícius de Moraes, Ray Charles o Astor Piazzolla compañado por Neldo Castro y Gastón Buenseñor.

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En 1975 fue el arreglador de Radeces, el segundo disco en la carrera solista de Ruben Rada que contiene canciones como Malísimo y Ayer te vi. También colaboró con otros artistas como Diane Denoir, Mario "Chichito" Cabral y Valeria Lima.

En la esquina de su casa de Pinares de Maldonado vivía un médico que, según contó, "tocaba muy bien la trompeta de jazz". Y allí se reunían los "todos famosos de Argentina". Un día el escribano Fernando Tesouro, que lo conocía y era "enfermo por el tango", se refirió a un hombre que estaba sentado entre la gente: "Astor, vos lo que tenés que hacer es un concierto en Montevideo con Frade".

El bandoneonista, que conocía a Frade por su trabajo como director musical del canal argentino ATC, aceptó. Un tiempo después Julio Frade dirigió a Astor Piazzolla y a otros 70 músicos que lo acompañaron en el Palacio Peñarol en 1982.

En 2000 editó Tango Sur Trío con Daniel “Lobito” Lagarde y Mario Núñez que incluyó temas como El Choclo, La Cumparsita, Duelo Criollo, Sur y La puñalada.

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60 años no es nada es el disco que grabó como resumen de una larga carrera, en el que versiona clásicos de artistas como Harold Arlen, Henry Mancini y Gerardo Matos Rodríguez junto a Jorge Pi y Enrique Cairoli.

Fue declarado Ciudadano Ilustre el 18 de abril de 2012 por la Junta Departamental de Montevideo, en una ceremonia en la que se sucedieron halagos de ediles de todos los partidos y hasta bromeó por lo extenso del evento. Pero la forma en la que Julio Frade les agradeció el honor fue con música: hizo en vivo un tango dedicado a la ciudad.

Embed - Julio Frade - Homenaje

Julio Frade nunca dejó de estar activo. En los últimos años hizo presentaciones clásicas, conciertos aniversario y encontró en Panchito Nolé la dupla perfecta para un contrapunto.

Fue una voz constante en la radio uruguaya. Desde Música Maestro en Radio Cultura hasta ciclo Frade con permiso, que condujo durante 40 años –primero en Carve, luego el Oriental y en el último tiempo en radio Clarín– pero que debió detener en abril de este año cuando decidió retirarse de los medios debido a los inconvenientes de salud que lo acompañaban.

Hace un año, en medio de la rueda de prensa del show con el que celebró sus 80 años, Gastón “Rusito” González le hizo una pregunta en el magazin matutino de Canal 4: ¿Por por qué Julio Frade es lo que es?

La respuesta, que otras ocasiones podría incluir referencias al estudio, el talento, el esfuerzo o la perseverancia, tuvo más que ver con lo espiritual: “Los que no son creyentes llámenle de otra manera, pero yo le llamo Dios. Me di cuenta después de los 30 años: fue tanto lo que me dio que yo pude hacer siempre lo que era mi vocación y con eso ganarme bien la vida”.

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