Embed - División Palermo: Temporada 2 | Tráiler oficial | Netflix
Ese es uno de los puntos que destacan de este regreso a la comisaría dos de los protagonistas de la serie, el uruguayo Daniel Hendler (que encarna a Miguel Rossi, el jefe manco y apasionado por el teatro de los guardias urbanos), y Hernán Cuevas, que conversaron con El Observador sobre cómo fue volver a calzarse el uniforme, lo más difícil de hacer humor sobre discapacidades y por qué la serie se convirtió en un fenómeno.
¿Cómo fue el primer y el último día de rodaje de esta última temporada para ustedes?
Hernán Cuevas: El grupo es muy lindo, muy humano, muy hermoso, entonces era cómo cuando volvés a clases. En la primera temporada fue más el hecho de conocernos, de entrar en el código, de que éramos muchas personas que no éramos tan reconocidas, entonces fue un proceso de encontrar una metodología de trabajo y de encontrarnos nosotros. Como ahora ya había pasado eso, el primer día fue “sigamos con esa buena onda que hay”. Y el último día para mí fue muy triste, era como eso de “un ratito más”, que mamá no te saque de la cama.
Daniel Hendler: En la primera temporada hubo también un periodo de romper el hielo porque se bromeaba con discapacidades, condiciones, cuestiones que todos solemnizamos y nos llevó unos días empezar a reírnos de todos y de todo. De hecho recuerdo una situación con Hernán, un chiste en el que él tenía que subirse a una silla porque no aparecía en el cartel y lo hacía bárbaro, con un timing perfecto, pero nadie se reía. Él miraba preocupado y yo me acuerdo que le dije “está buenísimo lo que hacés pero no nos animamos a reírnos” y él dijo “bueno, ríanse hijos de puta”. Nos llevó un poquito de tiempo entender eso. Y ya en la segunda temporada está ese camino allanado y tal como dice Hernán, el reencuentro fue gracioso, con los uniformes todos de nuevo. En mi caso el último día de rodaje más bien me alivió porque fue muy demandante, la verdad que fue un rodaje intenso y con mucho frío y con Santi (Korovsky) como director, que es un nivel de obsesivo que repercute en la calidad, en la precisión y al mismo tiempo terminamos agotados.
Division_Palermo_n_S2_E1_00_10_47_17_R
Ahora que mencionas esta cualidad obsesiva que tiene Santiago Korovsky, ¿qué tanta cancha tuvieron ustedes para improvisar, pensando en que ahora ya conocían más a los personajes y el código también?
DH: En realidad eran guiones muy sólidos los que nos llegaron y además muy trabajados en cada viñetita, cada momento, cada chiste. Eran muy puntillosos y teníamos que hacerlo funcionar bien. Entonces a veces buscábamos variantes y en alguna situación por ahí daba para improvisar algo, pero la verdad que se trataba más bien de afilar y encontrar con precisión cada momento.
HC: Entre las dos temporadas, Santi nos entrevistó a los que veníamos de alguna minoría para saber qué poder contar en la segunda parte de la historia. Entonces los guiones no necesitaban mucha improvisación, porque muchas veces partían de situaciones reales, vividas por nosotros y que se ponían en el papel para que puedan ser filmadas. Entonces, había momentos en donde se podía hacer algún cambio pero era todo justo y como dice Dani, puntilloso al extremo.
¿Haciendo comedia cómo resiste uno el no estar tentado todo el tiempo? ¿Cómo es actuar todo el tiempo expuesto a humor?
HC: Cuesta mucho. Porque en una situación dramática capaz es mucho más piloteable el silencio y que suceda, pero en una comedia donde sabés que hay un chiste, y donde también nos pasa de conocernos y venir de este trabajo ya allanado de que podemos reírnos de algunas situaciones, era muy difícil. Ahí había que esconderse o tratar de disimular o ver que la cámara no te enfoque, porque es difícil y es una comedia de chistes limpios y lindos, en donde mostramos un espejo de la sociedad, del como nos miran y el cómo nos ven así que poder reírse de una actualidad en donde podemos aprender de eso, me parece lindo.
DH: Sí, igual creo que en un drama puede pasar lo mismo. A veces cuando el contexto justamente no habilita la risa, el nivel de tentación también puede ser más peligroso porque algo te causa gracia y cuando está tan fuera de contexto es muy difícil frenarlo. En este caso se dieron varias situaciones de tentarnos, pero también el rodaje fue súper trabajoso y concentrado.
Uno no deja de estar trabajando.
DH: Hay tantas consignas y pautas que si uno se distrae y sin querer se inoculó algo que te causa gracia es difícil sostenerlo, pero en general uno está ahí concentrado.
HC: Además Santi está muy presente todo el tiempo y no nos deja mucho tampoco (risas).
Viendo la serie no pude dejar de pensar en el estilo de comedias como La Pistola Desnuda, ese humor que hoy no se ve tanto en la televisión o en el cine, de chistes rápidos, permanentes, de gags que se van apilando. ¿Encuentran ese parecido y les parece que es una razón por la que la serie funcionó, porque es un estilo medio abandonado?
DH: Sí, yo creo que es muy generosa en chistes y en el sentido también de que a cada chiste, por más mínimo que sea o por más rápido que pase, se le saca punta y se trabaja por igual. Hay un respeto hacia el espectador de generar esa complicidad a través de algo lo más inteligente posible. Es verdad que es ese tipo de humor que aparece en La pistola desnuda, en ¿Y dónde está el piloto? o Top Secret que son de los mismos autores. Es algo de ese estilo.
HC: La serie permitió hacer comedia sin herir susceptibilidades, porque los chistes venían de nuestro lado hacia los demás y de ellos a nosotros, era reírnos de algo que pasa pero no desde un lado burlón o humillante, sino de mostrar la sociedad y qué sucede con las personas cuando ven a alguien diferente. Si podés aprender de eso, es maravilloso. Además, la serie es buena para verla y reverla, porque hay como cebollas: chistes dentro de otro chiste, y otro, y otro, y eso está muy bien logrado.
Más allá de este estilo de humor, ¿qué otras cuestiones ven detrás del fenómeno, de todo lo que pasó con División Palermo?
DH: Creo que la clave es el no subestimar al espectador. Muchas veces en busca de la masividad o la popularidad se borran las particularidades y me parece que acá se apostó a encontrarse con las ganas de reírse de un potencial espectador o espectadora, pero invitándolo a entrar en un código propio y particular, sin limar esas particularidades o asperezas que pueden venir con toda clase de chistes. Yo creo que al público que le gustó, seguramente agradeció ese trabajo.
HC: Sí, además es algo que desde mi lado en la calle lo veo, esa cuestión de empatizar con el otro por más que uno sea diferente. Está buenísimo ese lugar de que te conozco porque me reí y no me voy a reír de lo que sos, me voy a reír de vos como actor, de lo que hiciste, agradecer tu trabajo. Sobre todo en las redes lo ves, cuando te llegan mensajitos de, “che, yo nunca vi una serie así, o yo tengo tal situación y ahora me puedo animar”. Hay algo de la aceptación y de la empatía que funcionó muy bien, y eso está muy bueno.
¿Se llevaron algún recuerdo de la serie? ¿Tienen el uniforme en casa?
DH: Yo me robé un buzo de la primera temporada, fue un robo consensuado con la gente de vestuario. Me equivoqué, tendría que haberme llevado una remera, el buzo no lo voy a usar nunca, pero bueno, me quedé con uno.
HC: Yo tengo una gorrita, tengo un muñequito de los de la primera temporada y un gas pimienta. Por las dudas, nunca se sabe (risas).