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6 de mayo 2025 - 5:00hs

En línea con lo esperado para el mes, la inflación se desaceleró en abril –5,4% interanual– y cumplió así 23 meses consecutivos dentro del rango de tolerancia (entre 3% y 6%) del Banco Central (BCU). Se trata de un logro importante para una economía acostumbrada a convivir con niveles de 8% durante la mayor parte del tiempo en los últimos 20 años.

Las nuevas autoridades del equipo económico han remarcado como una prioridad seguir reduciendo los niveles de inflación y alcanzar la meta de 4,5% anual. Una de las primeras señales que dio el BCU fue subir la tasa de interés, que a comienzos de abril pasó de 9% a 9,25%, y con ello la política monetaria ingresó de nuevo en terreno contractivo.

Las expectativas de inflación

¿Qué ha pasado con las expectativas de inflación de los agentes? La semana pasada los analistas que participaron de la encuesta que realiza el BCU mantuvieron sin grandes cambios sus pronósticos para el horizonte de 24 meses –relevante para la política monetaria-, que pasó de 5,75% a 5,78% en mediana. Ese guarismo se mantiene muy pegado al techo del rango de tolerancia y todavía lejos de la meta de 4,5%.

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En el caso de las expectativas empresariales estas siguen en 6,5% para el mismo horizonte –esta semana se conocerán nuevos datos del INE–, y las de mercado financiero están en 6,1%, ambas por encima del rango oficial de tolerancia.

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El peso de la pauta salarial y el presupuesto quinquenal

Para el economista José Licandro la suba de la tasa de interés dispuesta en abril por el BCU no incidió en la visión de los analistas. Desde su punto de vista, eso augura que seguiría habiendo dificultades para alinear las expectativas a la meta de 4,5%.

Licandro explicó días atrás en la red social X que si esta percepción se consolida en el resto de las encuestas que mira el BCU (empresarios y operadores de mercado), implicaría que los esfuerzos de la autoridad monetaria en alinear expectativas en el horizonte de política no están generando aún el efecto deseado.

Según consideró, “es probable que los agentes estén esperando que el compromiso asumido por las nuevas autoridades -llevar la inflación a la meta en un par de años- sea acompañado de manera consistente con las pautas para las negociaciones salariales que comienzan en junio y el presupuesto”.

En ese sentido, remarcó que las “discordancias de criterios” entre los ministerios de Economía y de Trabajo, respecto a implementar las pautas con desindexación para reducir más rápido la inflación, contribuyen a la cautela de los agentes respecto de las promesas del BCU.

Otro punto que Licandro definió como relevante es conocer las proyecciones de inflación que utilizará el proyecto de ley de presupuesto quinquenal. En el pasado reciente, recordó, los agentes tomaron más en consideración para formar sus expectativas los pronósticos que hace el MEF para la inflación que los del propio BCU. “Si se repite este error, será más difícil y costoso alcanzar la meta”, apuntó.

En la administración pasada el MEF tenía proyecciones de inflación más altas que el BCU –fueron base de la pauta salarial– y se considera que esa situación no contribuyó a fortalecer la credibilidad de la autoridad monetaria en materia de convergencia de las expectativas.

“Compromiso firme” y políticas “alineadas”

En una entrevista reciente con El Observador, el presidente del BCU, Guillermo Tolosa, señaló que en los últimos dos años las expectativas de inflación estuvieron “desalineadas completamente” de una realidad que ha tenido inflación baja. Y apuntó esencialmente a dos razones: incertidumbre con respecto al ciclo político y algo de depreciación de la moneda a fin del año pasado. Pero remarcó que esos riesgos “están hoy fuera de la mesa”.

“En un nuevo ciclo, lo natural es que comunicando bien, explicando bien, mostrando un compromiso firme y actuando con un compromiso firme, es que esas expectativas caigan”, dijo.

Durante esa entrevista también apuntó que en la medida que las políticas económicas vayan en una misma dirección y se “alineen” tras el objetivo de inflación, se debería converger a una meta de “forma más rápida” y además “menos distorsiva” para la economía, en particular para el sector exportador.

Varios analistas han coincidido en que el próximo presupuesto debería guiarse por la austeridad en el gasto público, y que las pautas deben reconocer la existencia de poco espacio para crecimiento generalizado del salario real.

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