Su papá lo hizo socio de Nacional cuando nació, por lo que tiene 53 años de asociado. Recuerda lo que eran aquellso días tras llegar a su casa de la escuela: “Dejaba la túnica y me iba con mis amigos a Los Céspedes. Nos metíamos en las canchas a jugar y nos sacaban picando, no era fácil. El que cuidaba nos tiraba los perros. Un día, alguien le preguntó a mi hermano si se animaba a lavar el auto, y empezamos a lavarles los autos a los jugadores, sobre todo a los de 1980. Me acuerdo de hacerlo con Chico (José Hermes) Moreira, Cacho (Juan Carlos) Blanco, Rodolfo Rodríguez, Hugo De León, Cascarilla (Julio César) Morales, y nos ganábamos unos pesos. ¡Estaba en el paraíso!”.
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Nacional campeón de América 1980; arriba, Rodolfo Rodríguez, Juan Carlos Blanco, Víctor Espárrago, Washington González, José Hermes Moreira y Hugo De León; abajo, Alberto Bica, Eduardo De la Peña, Mauricio Victorino, Arsenio Luzardo y Julio César Morales
Con los años, cuando llegó a jugar en la Primera división dice que había un chiquilín del barrio que la mamá trabajo de cocinera en Los Céspedes y, como había sucedido con él, le pidió si no quería lavarle su auto para hacerse de unos pesos. “Uno de ellos, hoy es equipier de Nacional”.
Era un número 9 que se destacaba en el baby fútbol y que defendió a tres clubes de Piedras Blancas: Previsión en 1979, Arapey Mendoza e Ituzaingó. “Jugaba de 9 y hacía muchos goles”, cuenta. Y habla de aquella niñez en la cual le gustaba mucho ir “a la casa de unos tíos en Vergara, en Treinta y Tres. Pasábamos pescando con mis primos en el Arroyo Parao. Siempre me gustó la vida de campo. Mi idea era ser veterinario. Dejé de jugar al baby, para estudiar y tratar de ingresar a la Universidad, pero en esa época no era fácil jugar y estudiar”.
El hecho de ver a aquellos cracks de Nacional lo llevó a idolatrarlos, porque eran tan buenos en la cancha, como también como personas. “Cuando tenés la posibilidad de estar todos los días con ellos ahí, al final pasan a ser todos ídolos. Si tengo que elegir a uno, sería Hugo De León, porque lo veía en esa época, después fuimos compañeros y luego me dirigió. Cuando empecé, fue una persona a quien le consultaba mucha cosa y me ayudó en todo. Le tengo un aprecio especial”.
Su insólita llegada a Nacional que casi no se da
Gustavo era alumno del Liceo 13 y jugaba en la selección del mismo. Había un profesor que era preparador físico de Miramar Misiones que le vio condiciones “y siempre me decía por qué no iba a practicar a un equipo, y yo le decía que mi idea era estudiar para veterinario. Tanto me insistió y fui a River Plate con un compañero y quedé tras entrenar de volante, de 8, con Jesús Rodríguez. En ese ínterin, un primo mío me invitó para ir a Nacional, justo cuando me estaban por fichar en River”.
Gustavo había dado su consentimiento para fichar por River, pero una personalidad del fútbol uruguayo lo vio aquella tarde junto a sus 15 amigos, entrenar en Nacional, y también lo quiso fichar. Fue una gran disyuntiva para un chiquilín de 15 años.
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Nacional en 1992: arriba, Jorge Seré, Álvaro Gutiérrez, Daniel Felipe Revelez, Carlos Soca y Hugo De León; abajo, Julio César Dely Valdés, Edinson Suárez, Yubert Lemos, Antonio Vidal González, Gustavo Méndez y José García
FOTO: @CNdeFhistoria
El encargado de las inferiores tricolores era Raúl Bentancor en 1986. “Hice tres entrenamientos y vino Raúl Bentancor y me dijo que me iban a fichar, que fuéramos al Parque Central. Le contesté que no porque me iban a fichar en River. Me hizo una jugada y me mató: ‘¿Cómo que no vas a fichar con nosotros? ¿De qué cuadro sos hincha?’, me preguntó. ‘De Nacional’, le contesté. ‘¿Entonces?’, me volvió a consultar. Fui a hablar con mi padre y mi papá era fanático enfermo de Nacional y me dijo: ‘¡Fichá por Nacional!’. Mi viejo siempre me hablaba de (Luis) Artime y de 1971, era fanático de esa generación que ganó la primera Copa Libertadores para el club. Tenía amistad con Cococho (Emilio Álvarez) y yo me llamo Gustavo Emilio por él”.
Y recuerda con una sonrisa que “con el tiempo no quería ver los clásicos con él, con papá, porque no era objetivo para nada. Yo soy hincha, pero después que estás dentro del fútbol, mirás las cosas con objetividad”.
Entonces firmó con Nacional con 15 años, luego de que había dejado de jugar para tratar de ser veterinario.
“Mi primer técnico fue Sergio Villar en Quinta, y luego tuve al Chino (Héctor) Salva, a Beethoven Javier, un crack, un monstruo, en inferiores. Antes eran formadores de jugadores, hoy buscan más el resultado que formar, se llaman mal formativas, está mal puesto el nombre”, aclara.
Luego, ya en Tercera, lo dirigió Pocho (Ángel) Brunel, y tuvo como compañeros, entre otros, a Marujo (Marcelo) Otero, Alejandro Chilindrón, Gustavo Mozo, Sergio Maristán y Wilson Núñez y cuando lo subieron a Primera, estaban los campeones de América y del mundo de 1988, Jorge Seré, el Vasco Santiago Ostolaza, Héctor Morán y Jorge Cardaccio, entre tantos.
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Nacional con Álvaro Gutiérrez, Gustavo Méndez, Carlos Soca, Jorge Seré, Daniel Felipe Revelez y Hugo De León; abajo, Julio César Dely Valdés, Yubert Lemos, José García, Antonio Vidal González y Edinson Suárez
Debutó en 1989 con Héctor “Pichón” Núñez como técnico y con casi todos los campeones de 1988. Recuerda que en aquella época, el respeto era gigante. “Entraba al vestuario y no lo podía creer. Estaba sentado al lado de esos monstruos. Si no te decían que podías hablar, no hablabas. Tenía edad de Cuarta”, explica.
Destaca que el mejor Nacional que integró fue el de 1992, y da sus razones.
“Estaba bien conformado desde lo técnico, lo físico y lo emocional. Tenía mucha experiencia con campeones de América y del mundo de 1988, que lo mezclaba con otros jóvenes, y Nacional había traído a jugadores de muy buen nivel, como el Ñato (Gerardo) Miranda, Edinson Suárez, Antonio Vidal González –que fue una sorpresa que la rompió–, (Daniel) Revelez, Ostolaza, el Chango (José Luis Pintos Saldaña), Yubert Lemos, Tony Gómez, los hermanos (Julio César y Jorge) Dely Valdés. Un cuadrazo”, dice.
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Nacional campeón uruguayo 1992: arriba aparecen Gustavo Méndez, Jorge Seré, Ruben Silva, Ricardo Canals, Carlos Soca, Álvaro Gutiérrez y Hugo De León; abajo, Julio César Dely Valdés, Edinson Suárez, Yubert Lemos y Antonio Vidal González
Y añade: “Roberto Fleitas era muy querido por el plantel por todo lo que habían vivido, y el fútbol que practicamos fue muy bueno. Nos sirvió mucho una gira por Europa en la que agarramos otro ritmo. En esa gira, Fleitas me puso por primera vez de lateral porque se lesionó el Chango. Nunca me gustó jugar de lateral. Incluso cuando jugaba en la selección. A algún entrenador le llegué a decir que si no me veía para volante, que no me gustaba jugar de lateral. Al último que se lo dije fue a Daniel Passarella pero no me dio ni pelota, me puso de lateral: ‘Vas a jugar de lateral’, me dijo. Venía de mi club de Italia contento por la selección, pero no me sentía cómodo de lateral. Mi puesto era el 8”.
Entonces surge en la charla lo que fue futbolísticamente y como persona, Fabián O’Neill.
“Cuando vino a Montevideo, vivíamos en el Parque Central con los panameños Dely Valdés, Wilson Núñez, Milton Gómez y Gustavo Mozo, y compartimos muchos años, teníamos una relación muy estrecha. Éramos amigos de verdad, no los que después aparecieron cuando era famoso. Un tipo muy humano, muy sensible, muy derecho, muy solidario, siempre estaba a la orden de los demás. Íbamos muchísimo a la casa de su abuela a Paso de los Toros, disfrutábamos del campo de la abuela. Íbamos a algún baile del pueblo, pero toda cosa sana”, cuenta.
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Nacional en 1994: arriba aparecen Daniel Felipe Revelez, Jorge Seré, Ruben Pereira, Gustavo Méndez, Ricardo Canals y Álvaro Gutiérrez; abajo, Juan Souza, Juan Larre, Fabián O'Neill, Juan Martín Parodi y Antonio Vidal González
Y prosigue: “Estábamos en inferiores, el Chino Salva era el técnico y Fabián terminaba el partido y pedía para irse a Paso de los Toros. El Chino le pedía por favor que volviera el lunes y volvía el martes o miércoles. Inventaba excusas, pero siempre llegaba días tarde, y se olvidaba lo que había dicho en las semanas anteriores. Decía que había llegado dos días después porque había fallecido su abuela. La 'mató' como tres o cuatro veces por las veces que se lo dijo en distintas semanas al Chino Salva (se ríe a carcajadas por la idea y el olvido de quien fue su amigo). Hasta que un día, Salva le dijo: ‘Fabián cambiá de personaje porque a tu abuela ya la 'mataste' varias veces’ (se vuelve a reír). El Chino era un gran entrenador y fue quien le dijo a los dirigentes de esa época, que en un año íbamos a estar en Primera y que no trajeran jugadores. Tuvo razón una vez más”.
Fue cuatro veces campeón uruguayo con Nacional y llegó a jugar en los albores de Luis Suárez.
“No estuve mucho tiempo con él porque me retiré en junio de 2005 y él recién subía a Primera. Trataba de volcar parte de mi experiencia de Europa, pero tampoco fui un tipo de tener grandes charlas. En los entrenamientos ya veías que era un tipo aguerrido, de no bajar los brazos. No arrancó bien y el Parque Central no lo perdonó, le hacía sentir la presión y él demostró la personalidad que tiene y llegó a donde llegó”, explica.
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Gustavo Méndez defendiendo a la selección de Uruguay (de camiseta roja) en un amistoso ante Italia en abril de 2002, previo al Mundial de Corea y Japón, marcando a Filippo Inzaghi
FOTO: AUF
En esa época, el plantel estuvo “muchos meses sin cobrar y los más grandes y sobre todo, los que ya habíamos jugado en el exterior, preguntábamos cómo estaban los más jóvenes, para ver sus necesidades. Tratábamos de ayudarlos económicamente para que no les faltara nada. Compramos una caja fuerte, la pusimos dentro del vestuario y los más grandes poníamos determinada cantidad de dinero y el que precisaba, había un cuaderno y una lapicera, anotaba lo que había retirado y después cuando podía lo devolvía. Tampoco me imaginé que Luis iba a llegar a donde llegó. Sí la personalidad que tenía que podía andar bien, pero terminó haciendo un carrerón”.
Recuerda con cierto dolor el hecho de haber ganado una final con Nacional en los escritorios, debido a que Defensor Sporting no se presentó.
“Me retiré del fútbol después de esa final que no se disputó porque Defensor Sporting no la jugó. El futbolista quiere ser campeón dentro de la cancha. Para mí fue una lástima que los jugadores de Defensor no tuvieran la posibilidad de ganar un título dentro de la cancha. No fue lo mejor, pero hay cosas que escapan a los jugadores, y como nuestro fútbol, desde que soy gurí, escucho cosas dirigenciales que solo pasan acá, esta fue una mancha más”, recuerda.
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Luis Suárez festeja su primer gol oficial en 2005, ante Paysandú FC; Gustavo Méndez compartió plantel con él en Nacional
Andrés Cuenca
Entonces habla de lo que fue su retiro de Nacional y del fútbol, tras una muy buena carrera.
“Los últimos años no tuve el mejor relacionamiento con el presidente que era (Eduardo) Ache y más que retirarme, me retiraron. En aquel momento había dificultades de todo tipo, sobre todo en lo económico. Yo era de los más grandes y me tocaba hablar con los dirigentes. Se ve que algo no le cayó bien, terminó el contrato y no me lo renovaron. Me llamó (José Luis) Palma para ir a Liverpool, y no estaba muy convencido. Mantuve una charla muy buena con él de dos horas, pero en 45 minutos habíamos arreglado el tema contractual. Hice un entrenamiento en Colonia y cuando terminé, tenía muchos mensajes de que mi papá estaba internado y ahí opté por quedarme con mi familia y dejar todo”.
Campeón con Uruguay en la Copa América 1995 y el Mundial 2002
Su gran rendimiento llevó a que Pichón Núñez, quien lo conocía muy bien, lo citara para jugar la Copa América 1995 en Uruguay. Gustavo tenía el sabor amargo de haber quedado eliminado del Mundial de Estados Unidos de 1994 ante Brasil en un mal partido de la celeste en Maracaná.
“Con Pichón tenía una relación muy especial. Siempre me decía que me quería mucho, que le gustaba mi forma de jugar. Fue una alegría que me citara, porque me hizo debutar en Nacional con su compañero el Chongo (Guillermo) Escalada que siempre me vino a hablar. Fue una satisfacción muy grande haber ganado la Copa América con Uruguay”, cuenta.
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La selección de Uruguay en la Copa Confederaciones de 1997; arriba, Claudio Flores, Gonzalo De los Santos, Marcelo Zalayeta, Diego López, Paolo Montero y Gustavo Méndez y abajo, Líber Vespa, Nicolás Olivera, Edgardo Adinolfi, Pablo García, y Álvaro Recoba
FOTO: Karel Novák
Previo al inicio de la misma, el plantel celeste fue invitado al Teatro Solís para mantener una charla con los campeones mundiales de Maracaná 1950.
“Nos tiraron una mochila muy grande. Imaginate que antes de empezar la copa, te llevaran con las últimas glorias de Uruguay y estos te decían: ‘¡Qué bueno que van a defender a Uruguay! ¡La copa hay que ganarla, porque acá nunca perdimos!’. Sin querer te estaban tirando un mensaje con una mochila bárbara. Obvio que todos los títulos tienen importancia. Jugar una Copa América de local, es una responsabilidad mucho más grande que cuando sos visitante”, explica.
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Gustavo Méndez desbordando por la punta en un partido con la selección de Uruguay, marcado por DaMarcus Beasley de Estados Unidos, previo al Mundial 2002
Gustavo tiene muchísimo respeto por aquellos hombres que les hablaron en el Teatro Solís. “Hasta hoy, los referentes son los campeones de 1950. Chau. Nunca nadie va a tener el peso de los que ganaron el Mundial de 1950. Se ganaron otras Copas América a lo largo de la historia. Pero a nivel mundial, cuando andás por ahí en el exterior, te hablan del Mundial de 1950. No pueden creer cómo Uruguay le ganó a Brasil aquel partido. Acá le damos trascendencia a lo que sucedió, pero no la importancia que tiene”.
20240531 El equipo de Uruguay que comenzó jugando la final de la Copa América 1995, la cual ganarían los celestes, ante Brasil; Gustavo Poyet es el segundo de los de abajo desde la izquierda
El equipo de Uruguay que comenzó jugando la final de la Copa América 1995, la cual ganarían los celestes, ante Brasil; Gustavo Poyet es el segundo de los de abajo desde la izquierda
Y recuerda una anécdota de la final que le ganaron a Brasil en definición por penales por aquella Copa América de 1995.
“Cuando nos hicieron el gol, que pasó a ganar Brasil, fue como que se me cayera el mundo encima. Era la primera vez que jugaba una final a ese nivel. Tras ese gol, miraba el estadio lleno y decía: ‘Acá no podemos perder. Si perdemos hoy, nos tenemos que ir del país’. Por suerte, teníamos un muy buen equipo, con jugadores de nivel y pudimos ganar. Fue una final durísima”.
20240531 Gustavo Poyet celebra el título de la Copa América de 1995 con Uruguay, al lado del técnico, Héctor "Pichón" Núñez
Gustavo Méndez con su sonrisa y su brazo estirado celebra el título de la Copa América de 1995 con Uruguay, al lado del técnico, Héctor "Pichón" Núñez
Dice que pensaba que iba a estar en la lista de quienes patearían penales, “aunque había grandes pateadores como Enzo (Francescoli), Pablo (Bengoechea) y el Pepe (Herrera), por nombrar algunos. Pero el Flaco (Álvaro) Gutiérrez pidió él para patear el penal con mucha personalidad, y todos estábamos con dudas. Se lo dieron y lo pateó muy bien”.
Años después tendría la posibilidad de disputar su primer Mundial en Corea-Japón 2002. No obstante, no conserva un buen recuerdo.
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Diego López, Gustavo Méndez, Eber Moas y Álvaro Gutiérrez, dan la vuelta olímpica tras ganarle a Brasil en el estadio Centenario
Armando Sartorotti
“No lo viví de la mejor manera” –dice–. Y agrega: “Sin entrar en detalles porque ya pasó mucho tiempo y hay que mirar este proceso que comenzó con el Maestro Tabárez y que fue muy bueno y que va a continuar con (Marcelo) Bielsa o con otro, nos hubiera gustado vivir el Mundial de otra manera. No teníamos el apoyo que hay hoy en ningún nivel. Tampoco nos ayudaron los resultados para exigir eso, y a su vez, nos equivocamos en algunas cosas. Fui contento al Mundial porque hacía tiempo que no iba Uruguay, pero si todos hubiésemos sido uno, jugadores, dirigentes y cuerpo técnico, capaz que las cosas hubieran salido mejor, porque equipo había. No digo ser campeones del mundo, aunque nunca se sabe en el futbol, pero podía haber sido de otra manera. Fuimos muy criticados por los hinchas, la prensa, los dirigentes, porque vivíamos cosas que la gente no sabía. La prueba mayor fue lo que pasó años después en FIFA (con el FIFAgate). El presidente de la AUF era (Eugenio) Figueredo, así que tan equivocados no estábamos”.
El título de campeón conseguido en Italia
Luego de haber ganado la Copa América 1995 con Uruguay, Gustavo emigró por primera vez al exterior. Se fue junto a Marcelo Otero a Vicenza de Italia, equipo que había ascendido de la Serie C a la B y de esta, a la Serie A, pero que carecía de historia.
Se ríe cuando recuerda que se fue de Montevideo “con un traje de invierno al pleno verano italiano para la presentación, y transpiraba como si estuviera jugando”.
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El equipo de la selección de Uruguay que jugó en Maracaná ante Brasil en 1993 por las Eliminatorias para el Mundial de 1994, y que quedó eliminado; arriba, Robert Siboldi, Álvaro Gutiérrez, Ricardo Canals, Gustavo Méndez, Fernando Kanapkis y José Herrera; abajo, Diego Dorta, Daniel Fonseca, Enzo Francescoli, Ruben Sosa y José Batista.
Con Vicenza ganó la Coppa Italia 1997 contra Napoli y perdió en semifinales la Recopa contra Chelsea de Poyet.
Así lo cuenta: “Si bien fue notable ganarle a Napoli la final, la fase final fue tremenda, porque le ganamos a Milan de Maldini, Costacurta, Weah, Albertini, Davids, Baggio y Dugarry, todos los fenómenos”.
Gustavo dice que para un club con Vicenza, el hecho de haber ganado en Primera división un título, “fue como para Uruguay ganar acá la Copa América 1995. Cerraron la ciudad literalmente para una fiesta tremenda. Hasta el día de hoy la recuerdan, el único título importante”.
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Gustavo Méndez en uno de sus primeros partidos en Vicenza de Italia en agosto de 1995, ante Stefano Eranio de Milan
Al año siguiente, llegaron a semifinales de la Recopa de Europa, otro hito para el club italiano. Habían ganado como locales 1-0 a Chelsea que dirigía Gianluca Vialli y en el que jugaba Gustavo Poyet. Pero en la vuelta, todo cambió, gracias a un gol del propio Poyet.
“Íbamos ganando en Londres 1-0, empató Poyet, y luego perdimos 3-1. Para la ciudad, de todas formas, fue algo impresionante. Lo vivieron como un título prácticamente”, cuenta.
Firmó posteriormente por cuatro años con Torino, pero estuvo solo dos. “Surgió un tema de salud de mi hijo Cristhian, quien hoy tiene 27 años. Era algo bastante preocupante, que no era de solución rápida y opté por venir a Uruguay, porque iba a estar cerca de la familia. Fuimos a Estados Unidos a hacerle varios estudios, y ha tenido una mejora importante que le da calidad de vida”.
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Gustavo Méndez en su pasaje por Torino de Italia
Es compadre con Marcelo Otero, quien justamente es el padrino de Cristhian.
Respecto a eso, Gustavo dice que “lo mejor que me dejó el fútbol fueron los amigos. Marujo es mi compadre y somos como hermanos. Con Paolo (Montero) tenemos una amistad de muchísimos años. En inferiores no nos llevábamos muy bien, pero cuando se lesionó la rodilla en la selección, empezamos a construir una amistad, que se reforzó en Italia cuando llegué. Tuvimos una agencia de representación de futbolistas, hasta que él optó por ser técnico y me invitó a ser su ayudante técnico, y por la salud de mi hijo le dije que no. Igual, no sé si éramos compatibles porque ni a él ni a mí nos gusta ser segundos de otro. Me hubiese gustado ser entrenador, pero no me veo como segundo por mi carácter”.
20240912 Gustavo Méndez, ex jugador de fútbol.
Foto: Inés Guimaraens
Cuenta que de los técnicos que tuvo, “muchos y muy buenos en Nacional desde las inferiores. Pero el que más me enseñó fue Francesco Guidolin en Vicenza. Aprendí mucho con él desde la parte táctica y la estratégica. Para mí, los italianos siguen siendo los mejores del mundo”.
Sus cuatro hijos, Cristhian, Stephanie, Martina y Paulina, son uno de los grandes sostenes que tiene actualmente en su vida.
Continúa representando a futbolistas con su propia agencia: “Hoy represento a 22 jugadores, entre ellos, Diego Rossi, Gastón Rodríguez, Mateo Aramburu y Martín Barrios quien se acaba de ir a Racing de Avellaneda”.
Gustavo Méndez se forjó desde niño y llegó a donde quería, ganando títulos y siendo campeón con Uruguay. De los pocos elegidos que logran lo que buscan.