Con el número 86 en la espalda, Hernán Navascués se paró en la mitad de la cancha, levantó sus brazos y saludó a las cuatro tribunas del Gran Parque Central. Algo así como lo que él mismo vivió hace 79 años en Salto, cuando nació su amor por Nacional, en una jornada que no olvidará más porque fue el día que todo el estadio Dickinson gritó "Atilio, Atilio" por el legendario goleador tricolor Atilio García.
Este sábado de tarde, previo al partido Nacional vs Miramar Misiones, el histórico delegado de Nacional recibió un reconocimiento al celebrar sus 86 años.
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Homenaje de Nacional a Hernán Navascués
FOTO: DANTE FERNÁNDEZ/FOCOUY
Acompañado de su hijo asistió a un momento muy especial, en donde los hinchas le expresaron todo su cariño.
Para Navascués son las últimas semanas en el club porque a fin de año dejará la institución en la que cumplió un rol singular como delegado y defensor de las grandes disputas en los tribunales de la Asociación Uruguaya de Fútbol y en los internacionales.
La historia de Hernán Navascués
En el ciclo de entrevista que Referí desarrolla bajo el nombre de "La vida de...", el 4 de abril de 2021, publicó la de Hernán Navascués.
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La misma recuerda que cuando era niño, Navascués conoció al Manco Castro, jugó de número 9 en Central de Minas y compartió equipo con el padre del presidente de la AUF, Ignacio Alonso. Viviendo en Salto, a los 7 años se hizo hincha de Nacional porque escuchó que todo el Estadio Dickinson gritaba “Atilio, Atilio”, por el legendario Atilio García. Estuvo con glorias de Peñarol como Juan Eduardo Hohberg y Alberto Spencer en una comida en la propia sede tricolor. Aprendió a querer los westerns gracias al cine, le gustaba leer a Dostoievski, se angustió unas horas por su hermano en la dictadura y estaba en el estudio de Luis Lacalle el día que comentó que había recibido tres botellas de vino que luego se supieron que tenían veneno y mataron a la esposa de Mario Heber. También le entregó la medalla de los 30 años de socio de Nacional al actual presidente de la República, Luis Lacalle Pou, a quien conoció de niño cuando, en aquellos años duros que vivió el país, se encontraba con su padre casi a escondidas.
Nació en Durazno, pero por el trabajo de su padre que vendía lubricantes para Ancap, tuvo una niñez muy nómade. A los 2 años se trasladó a Montevideo, luego se fue a Mercedes, Salto y Minas. “Nos acostumbramos bien, fue una niñez muy feliz”, dijo Navascués.
Su padre era hincha de Nacional, pero no le inculcó que lo fuera. Tenía dos hermanos, el menor ya fallecido, y todos fueron de Nacional.
“Jugábamos al fútbol con pelota de trapo en el interior. El otro entretenimiento eran las matiné de los cines con cuatro películas. Íbamos a la escuela, pero a su vez, el fin de semana, estaba el cine y las ruedas de amigos, los picados, también jugábamos al básquetbol y había muchas plazas de deportes”, recordó el exdelegado de Nacional para Referí.
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