A comienzos de los 90, en Italia había 2.000 asesinatos por año. Más de tres décadas después, hay 300. Usted fue uno de los que lideró los procesos judiciales (como Manos Limpias) contra las mafias. ¿Qué puede aprender Uruguay de lo hecho en Italia?
Uno de los aciertos de aquel período fue la persecución de los delitos de cuello blanco. Eso puso fin a la impunidad. El punto de partida era muy complejo. Italia estaba sumergida en la más absoluta corrupción. Ahora sigue habiendo corrupción, pero a menor escala.
Por “menor escala”, ¿se refiere al monto de dinero que se mueve, al nivel de violencia, a los actores que involucra?
A los intereses. Por ejemplo: a finales de los 80 investigué el asesinato del periodista Mino Pecorelli. Uno de los responsables fue el siete veces primer ministro, Gulio Andreotti. Él había negado todo frente a mi cara. Pero, cuando el delito prescribió, admitió la paga de cheques de millones y millones de liras. Esa era la magnitud y relevancia de la corrupción. Eso no pasa ahora, al menos no en esa escala.
¿Es necesario tolerar cierta corrupción para “vivir en paz”?
Es una frase repetida. Nos hemos acostumbrado a ampliar especulaciones filosóficas. Cuando hay indicios de que las instituciones clave están siendo corrompidas, hay que poner todas las herramientas al servicio de la investigación. Distinto es cuando se persigue a los intereses menores, como pensar que por mandar preso a un policía que fue coimeado con diez euros para no aplicar una multa significa darle un golpe a la corrupción. El problema es si esas coimas son generalizadas. Lo mismo vale para el crimen organizado.
¿Cambió la actitud del ciudadano italiano en ese sentido?
La actitud sí, pero no la percepción. En la población sigue estando instalado el discurso “son todos corruptos”. Pero los datos, la evidencia, muestra un cambio drástico frente a la guerra de los 80 o las matanzas de los 90.
¿Cabe la posibilidad que la mafia italiana siga estando igual de fuerte, solo que ahora opera fuera del territorio italiano o con otros métodos?
Sí, es probable. La 'Ndrangheta es una organización muy peligrosa. Uno de sus miembros estuvo preso y escapó de la cárcel en Uruguay: (Rocco) Morabito. También es probable que la persecución eficaz determinó un cambio en las actitudes de las organizaciones mafiosas. Pero ese es un punto complejo.
¿Por qué?
Los más extremistas dicen que la mafia está más fuerte que nunca porque no tiene necesidad de matar. Yo lo veo al revés. La mafia tuvo que cambiar la estrategia porque se vio acorralada. No es el fin de la mafia, es verdad. Pero el resultado fue positivo. Ahora lo que hay que comprender es cómo opera la mafia en otros sectores, en tiempos de cambios tecnológicos. El sistema está con pocas herramientas para investigar la capacidad de las organizaciones criminales en el uso de las redes encriptadas, incluso las criptomonedas. La tendencia marca que cada vez va a ser más difícil investigar ese submundo, acorde crecen las capacidades informáticas. Tengo la sensación que los legisladores y otros tomadores de decisión no tienen la real comprensión de la falta de herramientas ante las que se está.
En sus acciones, y ahora en su discurso, da a entender la relevancia de atacar “el cerebro” y “el corazón económico” del crimen organizado. ¿Es una mala decisión apostar a la mano dura como se hizo en Río de Janeiro o como algunos reclaman en Uruguay?
Yo tengo la experiencia de Italia y no puedo dar recetas para experiencias distintas. Solo puedo decir que, desde nuestra experiencia, la capacidad de distinguir es fundamental. Es fácil una política criminal que pone a todos en la cárcel.
Como sucede en El Salvador…
No es solo El Salvador, está pasando en el mar Caribe. El punto es que la cárcel tiene que ser la última reacción. En el imaginario colectivo existe la idea del castigo y que la cárcel le hace mal a los criminales. Pero la realidad muestra que desde la cárcel el líder criminal manda a su organización. Cuando estudiamos el paso generacional de las mafias, como en La 'Ndrangheta, Cosa Nostra, y en menor medida la Camorra, observamos que la cárcel forma parte del ciclo vital, no es percibido como un castigo o un momento de rehabilitación del mafioso. La cárcel forma parte de la formación del mafioso. El punto fundamental es cómo hacer que no se desestabilice el poder y el Estado de derecho. Por eso hay que distinguir el tipo de delincuente, sus capacidades, su peligrosidad.
¿Ese discurso lo acepta la sociedad italiana?
Es difícil. Ante los flujos inmigratorios más recientes han florecido los discursos irracionales. Pero la política criminal tiene que usar la razón, no la pasión.
¿La capacidad de investigación es resorte de la Justicia, de la Fiscalía, de la Policía…?
De todo eso y más.
El excandidato a la Presidencia, el nacionalista Álvaro Delgado, propuso una política antimafia al estilo italiana en la que colaborasen actores como el Banco Central, la secretaría antilavado, los organismos de seguridad…
No sé quién era el candidato ni los detalles de su propuesta, pero lo que me comentas suena lógico y razonable. La política criminal tiene que tener la verdadera capacidad de trascender las instituciones y generar una conciencia colectiva para que la investigación sea eficaz. Sin buenas medidas preventivas y mensajes claros, por ejemplo, todo trabajo posterior es una llegada tarde.
¿Tiene un ejemplo?
Cuando fui procurador general de Roma le hemos confiscado a la mafia una enorme vivienda a metros de la Fontana di Trevi, uno de los atractivos turísticos clásicos de la ciudad. Lo que hicimos fue convertir esa casa en un espacio para los magistrados. ¿El mensaje? Quitarle a la mafia para darle a quien la investiga. Pero también pasó con muchos barcos en el puerto turístico que ahora pasó a manos del Estado. Eso es lo positivo de lo hecho. Lo negativo es la falta de credibilidad que todo esto generó en los partidos políticos.
¿Qué significa?
Los procesos llamados Manos Limpias, así como fueron efectivos contra la corrupción, fueron peligrosos para la democracia. Los partidos tradicionales que eran auténticos representantes del pueblo quedaron muy mal posicionados. En cambio surgieron partidos anti-política, o discursos muy personalistas (por no decir autoritarios, aclara). Y eso es un riesgo. Es un problema decir que “los políticos son todos iguales”. Esa caída de la confianza en los políticos, también se traslada a otras instituciones: a la escuela, a los jueces…
¿Los políticos tienen que mejorar la transparencia y su claridad de financiamiento para evitar la falta de confianza?
Sí, aunque la experiencia en Italia nos indica que incluso reformulando las normativas de financiamiento de los partidos, existen estrategias para esquivar los controles. Y sobre todo lo que no cambia es la percepción. Insisto: en términos cuantitativos en Italia hubo una reducción de la mafia y el crimen organizado. Pero la gente no necesariamente lo ve así.
Las drogas ilegales son hoy uno de los principales activos del crimen organizado, ¿la legalización le pone fin?
No estoy tan seguro. Además hay una pregunta para la que todavía no tengo una respuesta contundente: ¿se puede no penalizar la venta de una sustancia que es potencialmente mortal? No estoy cerrado a ninguna de las respuestas, lo único que sé es que cualquier paso que se vaya a dar no es el momento ahora.
¿Por qué no es el momento?
La cooperación internacional está en crisis. Un país solo no puede contra el crimen organizado. El crimen no conoce fronteras, mucho menos ahora en que las rutas se han sofisticado porque parte de los delitos, como las decisiones, son intangibles y pasan por la virtualidad. Incluso si funcionase la cooperación como la conocemos, estaríamos corriendo de atrás ante la velocidad que tiene el crimen organizado de transgredir los espacios incontrolables. La cooperación tendría que estar basada en la confianza, y eso colinda con la soberanía de los países… el sistema cambió.
El atentado contra la fiscal de Corte de Uruguay, Mónica Ferrero, ¿es un punto de inflexión en el avance del crimen organizado?
No hay que reflexionar sobre esto, hay que hacer. Todo el Estado tiene que cerrar filas ante lo sucedido.
¿Son prácticas que imitan parte del comportamiento de la vieja mafia italiana?
No conozco tanto de Uruguay. Solo sé que el hecho es preocupante, grave y hay que actuar. No hay que justificar. Eso supone, en parte, darles seguridad a quienes investigan. Esa seguridad no es solo protección física, porque sabemos que desempeñan un rol que lidia con el peligro, sino sentirse respaldados por todas las instituciones sin titubeos.