—Pasen, pasen. Ustedes son jóvenes y tienen todo el tiempo del mundo. Pero yo ya me estoy por morir.
Así recibió José Mujica al equipo periodístico de El Observador en la última entrevista. Llevaba un mes siendo alimentado por una sonda gástrica. La mesa del living la había cambiado por una cama de internación domiciliaria. Y hasta el Papa Francisco, también vivo entonces, lo había llamado para interiorizarse sobre su quebranto de salud.
¿Reflexionó sobre la muerte en los últimos meses?
Tengo 89 años. Hace rato que pienso en eso. La magna contradicción que tiene la vida es que nacemos programados para querer vivir y para pelear por vivir. Pasa con los animales, las plantas o cualquier ser vivo. Pero inevitablemente sabemos que nos vamos a morir. Con la perspectiva de los años, esa visión cambia.
El novelista francés André Malraux decía que “la muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida”. ¿Estuvo reflexionando al respecto?
Sí, demasiado.
¿En qué pensó?
Soy pensador de la vida desde que tengo 14 o 15 años. Y contraje el vicio de la introspección. Hablo conmigo mismo, una cosa que, en general, la gente no hace.
¿Se pelea con usted mismo también?
¡Cómo no! ¡Cómo no! Hablar con uno mismo es buscar respuestas a problemas que son difíciles de ver, de los cuales uno a veces encuentra respuestas y otras no. No es casualidad, es también fruto de que pasé más de 12 años solo y tuve siete años sin libros. En un espacio que era la mitad de esta pieza (señala el pequeño living de su casa) tuve que aprender a hablar conmigo. Lo curioso es que después que salí nunca más pude dejar de hablar conmigo. Hoy ando en el campo, en el tractor, y voy hablando conmigo.
¿Deja un mundo mejor que aquel al que usted llegó?
El mundo siempre es mejor y peor a la vez. Es las dos cosas. En la medida en que los humanos multiplican el conocimiento, avanza la ciencia y la tecnología, hay un progreso material fantástico. Pero eso mismo es lo que permite cometer las barbaridades a una escala que el hombre primitivo no podía. Hay 52 guerras en este momento. ¡Es una cosa de locos! Nunca hemos cometido tantos disparates. El conocimiento también es peligroso.
¿Cómo le gustaría ser recordado?
Como un viejo que valoraba la vida. Porque para tener libertad tenés que zafar todo lo más que puedas de la ley de la necesidad. A ver si me puedo explicar: si vos dejás que la cultura contemporánea que te rodea te cubra de necesidades, las necesidades son infinitas. Entonces vos te tenés que pasar la vida para tapar el costo de esas necesidades. Te creés que sos libre, pero no. Sos un pagador de cuentas.
Aquí puede leer la entrevista completa con los periodistas Ramiro Pisabarro y Tomer Urwicz.