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9 de agosto 2025 - 5:00hs

Uruguay está por “cumplir” 200 años. Valgan las comillas en un país en que las fracciones políticas no se ponen de acuerdo con la fecha precisa de independencia y los historiadores hablan de “un proceso”. La centenaria Ilse Simons vivió —y aún vive— al menos la mitad de esa historia. Es una de las pocas 735 personas que habitan el territorio nacional que, según las estimaciones poblacionales del Instituto Nacional de Estadística, tiene esa dicha. En 2070 —cuando Uruguay “celebre” sus 245 años, los seres cuya edad sea de tres cifras serán nueve veces más que ahora. Toda una revolución de la longevidad.

¿Revolución? En los últimos 100 años—los que Ilse celebra este diciembre— caben demasiadas revoluciones. Se descubrió la penicilina, hubo una Segunda Guerra Mundial, dictaduras, se inventó la TV, la computadora, el teléfono móvil, internet, el rock, la música disco y hasta Bud Bunny. Pero Ilse —cuya memoria no deja de sorprender a cualquiera que converse con esta centenaria— recuerda con lujos de detalles los festejos del Maracanazo.

—En las calles era puro abrazos y alegría. Era el mismo día del cumpleaños de mi madre que, para entonces, ya estaba muerta. Fue una especie de homenaje, diferente.

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Ilse es la única súperlongeva de su familia. Su padre había muerto incluso antes que su madre, por eso con solo 13 años tuvo que ponerse al frente del mostrador de la rotisería en la Unión. La infancia y adolescencia no le fue fácil. Escapó de Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial y atravesó en océano más de 20 días a bordo de un barco, casi no se adaptó a la escuela pública uruguaya por la falta de idioma, los suyos vivían con lo justo…

Hay una postura —no del todo comprobada— que sostiene que aquellas personas cuya resiliencia las hace superar las adversidades y transcurrir más libres de equipaje tienden a ser más longevos

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La ciencia sigue ensayando hipótesis de por qué algunos seres humanos viven más que otros. Hubo experimentos con animales y se vio que una dieta de reducción calórica (sin azúcar agregada y con muchas verduras), por ejemplo, aumentó en 30% la vida de los más viejos. También se reconoció que el ejercicio físico y la actitud positiva tienden al alargamiento de la vida. Pero la existencia de poblaciones muy longevas en algunas localidades específicas del mundo (aunque en ellas no está comprobada la edad real de sus integrantes) y la presencia de familias de centenarios hace pensar que existe una determinante genética, la que se hace más visible en los extremos de la vida.

En Uruguay lo estaban estudiando, pero se quedaron sin fondos. En su monografía para la especialización en Geriatría, la médica Sandra Burgues da cuenta que entre los centenarios estudiados hay “baja incidencia de diabetes mellitus, dislipidemia y depresión”. Las patologías son otras más asociadas a la edad y la cognición (28% tiene cognición preservada).

A veces se habla de poblados, de la ruralidad versus el cemento de la ciudad. En Uruguay, la tendencia es similar en todo el territorio y se aprecia en el siguiente gráfico interactivo:

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Para Ilse no hay secretos:

—Jamás imaginé llegar a los 100 años. Llegué porque me tocó, no sé el motivo.

Seres (sobre todo mujeres) de tres cifras

A Ilse cuesta encontrarla. Marcha tan rápido con su andador por los pasillos del Hogar Israelita en el que habita que es difícil seguirle el ritmo. Dar con ella es como estar jugando en tiempo real al Pac-Man, uno de los videojuegos más icónicos que se inventó cuando Ilse ya superaba los 55 años. No se queda quieta.

Hace gimnasia dos veces al día. Participa de las actividades culturales del residencial. Cumple a rajatabla su siesta acompañada de un muñeco con forma de monito que heredó de su difunto esposo. E intenta mantenerse al día con las noticias.

—A los informativos no los entiendo, hablan muy rápido y cada vez escucho menos. Leo lo de abajo (los zócalos). O miro en la prensa el titular y la bajada, hasta ahí llego —, dice antes de lanzar una risa pícara.

20250807 Mujer de 100 años

Los datos del último censo, procesados por el sociólogo Pablo Menese, dan cuenta de las dificultades (o no) de los mayores de 100 años que habitan en Uruguay.

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Las dificultades que enfrentan los más longevos es asunto de debate en la mayoría de países que, como Uruguay, su población tiende a envejecer y a vivir cada vez más años.

Y eso —más el imaginario asociado a lo que se ve en las notas, incluyendo la de Ilsa que habita en un hogar para adultos mayores— suele reforzar un mito: la mayoría de los centenarios viven en residenciales (están institucionalizados). Los datos procesados del censo muestran lo contrario: menos de la cuarta parte vive en los llamados Elepem. Y más de la mitad está en su casa.

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Cuando Ilsa llegó de Alemania, tras aquella larga travesía en barco en tiempos en que Adolf Hitler ya estaba en el poder pero no había iniciado formalmente la Guerra, primero fue a parar a la casa de una tía que se había venido antes. Esa era la razón que la trajo a Uruguay.

Luego anduvo deambulando y logró rescatar algunos de los muebles de su antigua casa en Frankfurt. Poco a poco, ladrillo a ladrillo, fue edificando su nueva vida en Uruguay.

A diferencia de muchos inmigrantes del momento, ella fue inscripta con la fecha de nacimiento correcta. Y jamás tuvo el complejo de ocultar su edad.

—Nunca mentí con mi edad, ni entendí eso de muchas mujeres de antes de no decirlo.

Las mujeres viven más que los varones. Y entre la población centenaria ellas son casi el 85%. Dicen que uno de los motivos es su capacidad de pedir ayuda y ser sociables, una característica que según los expertos es más común entre ellas.

20250807 Mujer de 100 años

Pero las proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas también reflejan que la esperanza de vida seguirá aumentando en Uruguay, para ambos sexos, y lo hará un poco más para los varones. Dicho de otro modo: la brecha se irá acortando. Y en 2070 ellas ya no serán el 85% de los centenarios, sino el 77%.

—¿Qué aprendizaje le viene dejando vivir un siglo entero?
— A la gente le falta ser más amable con el resto, no andar con exigencias excesivas y aprender a aprender.
—¿Le tiene miedo a la muerte?
—No, al contrario.
—¿Qué quiere decir?
—Ya viví bastante y ahora le doy demasiado esfuerzo a mis hijos.
—¿Y entonces por qué se la ve tan vital, atlética y sonriente?

Hace silencio, se ríe. Tal vez está pensando en los Redonditos: “Vivir solo cuesta vida”.

Temas:

Uruguay centenarios Longevidad Siglo 100

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