Uruguay tenía esa cantidad de habitantes (tres millones) cuando acabó la dictadura. El tamaño de la población fue creciendo hasta que en 2020 alcanzó su pico máximo (apenas sobrepasó los tres millones y medio). Desde entonces empezó a decrecer y, según proyectaron los demógrafos Amand Blanes y Mathías Nathan, la caída será todavía más abrupta a partir de 2045. En 2070, último año al que alcanzan las proyecciones, se llegará con unos 440.000 habitantes menos que los actuales.
La pandemia del covid-19, en ese sentido, no hizo otra cosa que adelantar un fenómenos que también se avecinaba: el incremento de las muertes en una sociedad que —a pensar de que la gente vive más años— es cada vez más envejecida y, por tanto, con más chances de morirse.
Blanes y Nathan, quienes fueron contratados por el INE para estimar y proyectar la población, tomando como base los resultados del último censo, se la juegan por una hipótesis que, a su entender, es la más probable que suceda: en los próximos años habrá un “efecto rebote” y la fecundidad tendrá una “leve recuperación”.
¿A qué se refieren? Las mujeres están teniendo sus hijos a edades más tardías. Pero como sucedió en España o en los países nórdicos, es probable que algunas de esas mujeres decidan tener los hijos (solo que más tarde). Además, las encuestas de opinión pública reflejan que para buena parte de los uruguayos el número ideal de hijos sigue siendo dos.
El repunte, de suceder, se estima que será leve. Elevará la tasa global de fecundidad en algunas pocas décimas y el guarismo se seguirá situando muy por debajo del reemplazo (como le dicen los técnicos al punto a partir del cual la descendencia supera a sus padres).
No es el único supuesto que toman los demógrafos. Los uruguayos vivirán cada vez más años. Para 2070, por ejemplo, las proyecciones dicen que, al nacer, los varones tendrán una esperanza de 82,5 años; y las mujeres 87,5.
Las expectativas de años de vida de ellas sigue siendo mayor, pero la brecha se va achicando. ¿Por qué? Entran un montón de posible explicaciones: desde cambios de hábitos en los varones (teniendo a un mayor cuidado) a la masculinización de parte de la vida de las mujeres (estilo de vida más parecido al que ocupaba el hombre en la sociedad más patriarcal).
En el caso de que la esperanza de vida no crezca tanto como la que proyectan los técnicos (hipótesis de menor longevidad), la población de Uruguay caería todavía más (en lugar de perder unos 440.000 para 2070, se reduciría en unos 550.000). Si pasa lo contrario (longevidad mayor a la proyectada), la población igual caería pero en 350.000 para aquel año).
La ley de Malthus, formulada por el economista británico homónimo que anticipó que la población crecía de modo exponencial incluso más rápido que los recursos que la humanidad genera, fue un desvelo para los tomadores de decisión durante siglos. Ahora, muestran las proyecciones, la marcha poblacional cambió e inició su descenso (lo que no significa la extinción). Los desafíos son otros.
Un país de viejos
La ecuación es sencilla: cada vez menos niños y cada vez la gente vive más. El resultado es una sociedad cada vez más envejecida. En el caso uruguayo, proyectando hacia 2070, muy envejecida.
Si juntamos a todos los habitantes del país y hacemos un promedio de su edad, hoy ronda los 39 años. En el 2070 ese promedio se situará en 50 años.
La mirada más economicista de la marcha población enciende la luces de alerta antes los desafíos que implica tamaña transición demográfica. Si en los cortos años venideros habrá unas 48 personas en edades no laborales por cada 100 en edad de trabajar, en 2070 la relación será de 79 en edad inactiva cada 100 en edad activa.
Agréguese el desafío de quién cuida a una población que envejece, del incremento de gasto en salud de habitantes cada vez más añosos, de la adaptación de la infraestructura, y hasta el rol que se le asigna al adulto mayor en la sociedad.
La pirámide poblacional de Uruguay, en ese sentido, se parecerá muy poco a las pirámides de Egipto con una base ancha que se va angostando acorde se crece en altura. Al contrario, la base será pequeña y luego se engorda: en 2070 un tercio de la población superará los 65 años, mientras que los niños serán cerca del 11% (tres veces menos).
No es una rareza uruguaya. La marcha de la población mundial —en especial de los países más desarrollados— avanza en ese sentido.
El vacío de Montevideo
Las maestras lo repiten siempre: “El macrocefalismo montevideano”. Es una manera de resumir el poder político, administrativo y poblacional que tiene la capital de Uruguay. Pero las proyecciones del INE muestran que el departamento más pequeño en su área y más grande en la cantidad de habitantes continúa su vaciamiento.
En los próximos veinte años —un abrir y cerrar de ojos en términos históricos—, Montevideo perderá la décima parte de sus habitantes: pasará de unos 1.288.788 a 1.146.239.
La capital es, en ese sentido, el departamento que más pierde población y solo lo supera (en términos relativos) Treinta y Tres (cuya pérdida se sitúa en 11,5% en dos décadas).
La baja de la población será la norma en 15 de los 19 departamentos, muy en sintonía con lo que sucede a escala país. Pero los restantes cuatro departamentos ganarán habitantes a fuerza de la migración interna.
“César Aguiar lo vaticinaba hace 30 años: íbamos camino a tener una ciudad costera situada desde el oeste de Montevideo hasta Punta del Este. Entonces no es tanto un vacío de Montevideo, sino una nueva forma en que se organiza la ciudad y que escapa a los límites administrativos que conocemos”, había explicado el demógrafo y economista Juan José Calvo en entrevista con El Observador.
Maldonado liderará el crecimiento en términos relativos. Canelones lo hará en números absolutos. Pero también aumentarán su población San José y Rocha.
Esta reorganización de la población, que a su vez tiende a ser cada vez más envejecida, supone otros desafíos: cuántos representantes parlamentarios tendrá cada departamento, cómo se arman las infraestructuras de hospitales y escuelas, la oferta cultural, el transporte y un largo etcétera de una sociedad que inició una nueva fase demográfica.