Martín Del Campo fue cuatro veces campeón uruguayo con Nacional y ganó además una Liguilla

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Del Campo: “Fuimos una generación dorada que entró en la historia de Nacional y que es muy poco valorada por el club”

Martín Del Campo habló de cuando con Nacional le cortaron el sexenio a Peñarol y siente que no son valorados por el club, su trato con De León, Passarella y Púa, los clásicos entre Camejo y Bengoechea, el patadón de Bueno y su presente como empresario
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20 de marzo de 2021 a las 05:00

Martín Del Campo nació en una familia de clase media baja. Sus padres se separaron cuando él era muy niño y, como era el hermano mayor, salió a trabajar y colocar paredes de yeso, para ayudar a su madre. Solo cuatro años después de eso, pasó de Wanderers a Nacional con el que cortó el sexenio de Peñarol en 1998 y fue cuatro veces campeón uruguayo y una vez de la Liguilla.

Su pasaje por la selección, las diferencias entre Víctor Púa y Daniel Passarella, su trato con Hugo De León, el patadón de Carlos Bueno en el clásico, la relación Camejo-Bengoechea y su presente como empresario de futbolistas, son algunos de los muchos tópicos que dialogó con Referí.

¿Sus comienzos fueron complicados desde el punto de vista económico?
Vengo de una familia de clase media baja, trabajadora y desde el baby fútbol, el comienzo fue complicado. Si a eso le sumás que mis padres se separaron muy jóvenes, tuve una mamá que hizo de madre y padre. Fue costoso, sacrificado. Tuve que resignar muchas cosas para dedicarme al sueño de tratar de ser profesional. Pero siempre tuve buenos valores de parte de mi mamá que estuvo pegado a mí y a mis hermanos, y dentro de esos valores está la responsabilidad. Siempre fui responsable, a pesar de las limitaciones que tenía como para ir por ese sueño. Sí con una premisa principal que era mantener los estudios hasta donde se pudiera. Los primeros años en Wanderers eran días que parecían que tenían 40 horas, porque me iba de mañana temprano y entre estudio y fútbol, había días que pasaba 10 o 12 horas con un refuerzo y una botella de agua. Trataba de compatibilizar ambas cosas y eso lo sufrí mucho, porque me daba la sensación de que no cumplía con ninguna de las dos cosas.

“Me arrepiento de no haber sabido convivir con la fama”

¿Y tuvo que trabajar de joven?
Sí, claro. En la transición de pasar de Cuarta de Wanderers a la Tercera, a un paso de Primera, fue una de las etapas más difíciles de mi vida, porque mis hermanos eran pequeños, mi mamá trabajaba y era el único sostén que había. Estábamos en 1994 y como hermano mayor, tenía que hacerme cargo de esa situación. Salí a trabajar con un amigo que tenía una empresa y coloqué paredes de yeso y cielorraso. Estuve siete meses, aprendí el oficio y contribuí en la construcción de los cines del complejo de Punta Carretas. Fue un sostén para mí y para contribuir con mi casa. Lo sostuve hasta que me subieron al plantel principal.

Para el exfutbolista, había una diferencia entre Hugo De León como técnico de Nacional y la llegada posterior de Daniel Carreño

Lo que son las cosas, cuatro años después, debutaba en Nacional.
Siempre tuve claro qué era lo que quería hacer y a dónde quería ir. Pasé por momentos de muchas alegrías y tristezas antes de pegar el salto a Nacional y se dio todo muy rápido.

Usted llegó con 23 años a Nacional y me imagino que no era fácil jugar en ese equipo cuando Peñarol venía de ganar un quinquenio.
Cuando uno está para dar el salto, lo único que el ser humano quiere, es que el sueño se cristalice, no tomás estado de conciencia de la situación real de lo que le estaba tocando vivir en ese caso a Nacional. Hoy que pasó el tiempo, valoro muchísimo esos años en el club, y tomo conciencia del momento que me tocó llegar y de todo lo importante que el club se jugaba en ese año 1998. Nosotros, los que llegamos aquel año, hasta el día de hoy hablamos de una generación dorada que creemos que es muy poco valorada por el club, porque la verdad es que la camiseta pesaba mucho. Y los que habíamos llegado, todos unos carasucias de muy corta edad, prácticamente sin antecedentes en el fútbol profesional, teníamos que intentar cambiar una historia que venía muy torcida, con un quinquenio del rival y con la posibilidad de quedar en la historia negra del club si no cortábamos ese sexenio, porque iba a ser el primer sexenio en la historia, a favor de uno y en contra del otro. Después que pasó ese año, empezamos a tomar real dimensión de lo que habíamos conseguido. Lo que se logró tiene varias aristas, pero una que salta a la vista y era el hambre que teníamos de conseguir cosas importantes y la mancomunión que habíamos creado entre todos. Pocas veces en mi carrera, me había tocado integrar un grupo humano como ese con figuras, como Ruben (Sosa) que llegaba de hacer un carrerón en Europa, guiado por una persona como Hugo (De León) que no hacía diferencias, para él éramos todos iguales, los que jugábamos y los que no. Una de las virtudes de De León era tener siempre en perfecto estado de conciencia tanto a los que jugaban, como a los que no.

“El grupo en general se sentía más cómodo con las formas de Sabella y no las de Passarella”

Pero finalmente lograron el cometido y cortaron el sexenio.
Ganamos, quedamos en la historia. Sobre todo, hoy luego de tantos años, los hijos de las personas que sufrían te reconocen y esa es la caricia al alma que te queda, reconocimiento de hinchas y de directivos. Hay momentos que marcan en la historia de un club y ni que hablar que nos marcó y al club también, y por eso, de parte de Nacional, sobre todo con algunos compañeros que por distintos avatares que tiene la vida no lo están pasando bien, deberían haber un reconocimiento mayor.

Del Campo cree que la llegada de D'Alessandro podrá arreglar algunos problemas de vestuario que tiene Nacional

¿Y eso le duele?
El mundo es tan dinámico y tan voraz y el fútbol te deja muchas alegrías y con el correr de los años, tristezas, sobre todo, en distintos estados. Hace muchos años atrás, los márgenes económicos eran muy diferentes a los de ahora, se ganaba infinitamente menos, no había esponsorización ni marketing. Lo que ganabas, si lo invertías bien, te daba la sensación de que podías llegar a una etapa de la vida de una buena manera. Y me pasa de encontrarme con algunos compañeros de aquella época que no lo están pasando bien, y quizás el club que en algún momento representaron, pudo haber hecho algo más, porque están en la historia. Obligación no tienen, pero si en algún momento te hicieron feliz, me da la sensación de que siempre está bueno darle una mano al que la necesita.

¿Cómo era De León?
Era un hombre de pocas palabras, te miraba y ya sabías lo que tenías que hacer y lo que quería de vos.
Muy frontal, como cuando jugaba, con una metodología de trabajo muy clara y sobre todo, un adelantado en el tema del grupo y de las relaciones interpersonales. Conocedor de lo que era el jugador y su esencia, él soltaba, dejaba fluir. Sobre todo, aquellos compañeros que estaban acostumbrados a que cuando teníamos libre, tuvieran ganas de salir. Él toleraba esas cosas y nosotros le respondíamos de la mejor manera, porque el ambiente cotidiano era muy bueno, uno iba a entrenar feliz y hoy no pasa eso. Era muy cristalino con nosotros y no se casaba con nadie.

“El cerebro del cuerpo técnico era Sabella, no Passarella”

¿Y a usted lo vio en algún boliche?
Sí, una vez. Hugo sostenía que las debacles en los equipos venían siempre después de una gran victoria, porque el jugador se distendía y hacía cosas que no tenía que hacer. Y a nosotros nos pasó. Una vez habíamos ganado un partido importante y yo no tenía el hábito de salir, pero sí tenía compañeros que salían. Hugo era un tipo que salía, andaba en la noche, y esa vez éramos como 10 jugadores y nos vio, y no nos dijo nada. El lunes en el entrenamiento fue claro como siempre, y nos dijo, “muchachos, vi que hubo gente que hizo cosas que normalmente no hace. Yo le permito salir a fulano, mengano y perengano, pero a vos Martín no porque nunca salís, a vos Regueiro tampoco”. Nos marcaba y dejaba las cosas claras para que no las repitiéramos.

¿Qué le enseñaron en Nacional?
En casi cinco años que estuve, tuve grandísimos dirigentes como Dante Iocco que fue un crack como persona, Magurno, que de no haber sido por él no hubiera llegado a Nacional. Por un lado, me dejaron la enseñanza de tener siempre claro de dónde eran mis raíces y que tratara de no olvidarme de mi paso anterior. Por eso nunca me olvidé de Wanderers que fue de donde salí. En Nacional me terminaron de desarrollar como persona, porque los primeros dos años, combinaba el fútbol con los estudios, nunca me impusieron nada, al contario, me acompañaron en la carrera que hacía entonces. Después, la familia en sí del club que es maravillosa, te imponía no subestimar a nadie, siempre nos prestaban los oídos y eso es algo muy valioso porque el jugador de fútbol pasa de la alegría a la tristeza en dos minutos y fundamentalmente, un sostén anímico. Porque la alegría en el jugador es efímera, el futbolista sufre mucho y a mí en Nacional me hicieron sentir siempre feliz. Siempre había alguien para escucharte.

Martín Del Campo reconoció que Nacional lo formó como persona

¿Qué recuerda de aquellos años?
Mi llegada a Nacional no fue fácil. Ahí resalto la figura de Óscar Magurno. Después tuve momentos que me marcaron: vos podés ser imprescindible para un entrenador y para otro, descartable. Para Hugo era una figura insustituible y sin embargo, cuando llegó Carreño, prescindió de mí, y la verdad es que la pasé mal. Porque en ese momento estaba en la selección y a raíz de mi poca continuidad en Nacional porque no era del gusto del entrenador, llegué a perder mi lugar en la selección. Ese fue un momento muy difícil para mí.

“Un carasucia como yo terminó siendo el mejor lateral derecho de la Copa América”

¿Quedó algún rencor con Carreño?
Nunca tuve la oportunidad de hablarlo con Daniel. Rencor, no, acepté cuáles eran las reglas de juego, siempre traté de ser leal en ese sentido. El jugador no debería preguntar cuando juega, ni pedir explicaciones cuando no lo hace. Como hay que darse un baño de humildad, muchas veces cuando le preguntas a un futbolista por qué no juega, generalmente te dice que la culpa es del entrenador, o si juega y le preguntás cómo anduvo, te va a decir “bien”. El jugador de fútbol es poco autocrítico y yo quizás en ese momento también lo era. Allí entrás en un pozo, es difícil, pero acepté las reglas. No hablé con Daniel y si hubiera tenido la chance, tampoco lo hubiera hecho por eso que te acabo de decir.

Estuvo en aquel clásico que terminó 1-1 con una piñata tremenda y con futbolistas procesados por la Justicia.
Recuerdo que fuimos superiores. Por mi personalidad, siempre fui tranquilo y respetuoso de mis rivales, jamás subestimé a nadie. En ese lío lo que hice fue separar. Desde el punto de vista de la imagen, me pareció pésimo. Si sucediera hoy, con los índices de violencia que hay, sería una pésima imagen al mundo en general. En ese momento, nos sentimos bastante tocados por ese tema, porque el uruguayo es un mercado es muy pequeño, nos conocemos todos y nos encontramos en cualquier lado. Con el tiempo nos dimos cuenta que nos equivocamos.

El exfubolista de Nacional, habló de la importancia de Alejandro Sabella en la selección de Daniel Passarrella

¿Cómo era aquel duelo que se daba entre Camejo y Bengoechea?
Carlos era impredecible. Cuando llegaba el clásico, no sabías para dónde iba a arrancar. Un ser humano con una adhesión increíble a Nacional y un sentido de pertenencia XXL, y él no planificaba cosas como no darle la mano en el sorteo a Bengoechea. Eso lo decidió en el momento. Cuando decidió hacerle marca personal, era una cuestión suya, porque Hugo le sugirió que estuviera cerca, pero de ahí a seguirlo a todos lados a los que Bengoechea se movía, eso surgió de Carlos. Esa era su génesis y si repasás su carrera en Nacional, en los clásicos siempre pasaba algo con él, y a la gente le gustaba. Era un tipo ganador. Se lo tomaba más a pecho que cualquier otro jugador.

“Nacional ha tenido algunos tsunamis dentro del vestuario y necesita a una persona conciliatoria como D’Alessandro”

¿Cómo fue la patada que le intentó pegar Carlos Bueno en aquel clásico?
Todos los años me llaman de Argentina porque la siguen incluyendo en el ranking de la 10 mejores patadas en el mundo. Fue una desgracia con suerte, porque yo lo vi venir y gracias a Dios, pude esquivar la patada, si no, probablemente se me hubiera acabado la carrera, sobre todo, a nivel de la rodilla. Lo que vino después en los años sucesivos, la verdad es que no me gustó mucho. Yo sabía que él estaba arrepentido porque me llegaban mensajes en común, pero nunca había tenido la caballerosidad de Carlos de pedirme las disculpas. Todos nos equivocamos, puede pasar, pero eso me dolió mucho. Ocho o nueve años más tarde, lo escuché en una nota, que pidió disculpas. Pero las disculpas face to face no llegaban nunca. Hasta que nos encontramos en Querétaro, en México, yo ya trabajando como empresario del fútbol y él jugando por allí. Estuvimos cara a cara, fuimos a cenar y me pidió disculpas.

Así fue el patadón de Carlos Bueno en el Clausura 2001:

Claudio Yacob dijo que el fútbol uruguayo está atrasado 50 años. ¿Qué piensa?
Creo que ese comentario, Yacob lo hizo a nivel de infraestructura. Si ese comentario va dirigido al fútbol uruguayo en general, está equivocado, porque en ese fútbol atrasado 50 años, no logró mantenerse como titular, no logró mantener una estabilidad. Me da la sensación que hablar cuando ya te fuiste, no está bien visto. Yo no lo hubiera hecho y no estoy de acuerdo porque veo mejoras sustanciales en el fútbol uruguayo si lo comparo con mi época.

¿Cómo lo ve al fútbol uruguayo?
Ha mejorado en varios aspectos, en la dinámica, en los campos de juego. En mi época las canchas no se regaban y hoy se hace. Tampoco había clubes con campos deportivos. Soy un convencido que el fútbol seguirá creciendo en tanto y en cuanto los clubes se sigan asociando a Sociedades Anónimas Deportivas para darle un buen destino regulatorio económico. Sí haría una diferenciación a nivel internacional. Allí sí el fútbol uruguayo está lejos, tenemos que cambiar muchas cosas. En Uruguay, hay dos versiones del fútbol uruguayo bien separadas: el fútbol local y la selección. Y van por caminos distintos y yo no estoy muy de acuerdo. Estamos muy bien en el contexto internacional en cuanto a selección, bien rankeados y cotizados, y el fútbol uruguayo, a nivel internacional, cuando sale, deja mucho que desear. Como que hay un desbalance ahí. Hay mucho para un lado y poco para el otro.

“Nacional ganó el último Uruguayo más por errores de la vereda de enfrente que por méritos propios”

¿Cómo ve a Nacional?
Futbolísticamente hoy no me gusta. No lo veo bien.
Tampoco lo vi bien a nivel internacional, potenciando juveniles que me parece maravilloso, pero no veo a un Nacional definido con una identidad de juego. Hay momentos que veo un buen desarrollo táctico y en otros que no, como por ejemplo, contra Independiente del Valle en la Copa Libertadores, que lo veía defenderse y me cuesta creer que esa fuera la versión de un equipo grande. Ya no está en una etapa de transición, porque esta directiva tiene un tiempo y ha ordenado al club desde el punto de vista económico. En eso la directiva ha hecho un buen laburo y creo que ganó un torneo que era imposible que pudiera ganar la temporada pasada. Imposible. Ganó el Uruguayo más por errores de la vereda de enfrente que por méritos propios. A nivel de infraestructura, lo veo en crecimiento constante y me pone contento. Manejan muy bien la parte de marketing que es fundamental, tienen un canal que pueden desarrollar contenidos, pero nos falta un poquito a nivel futbolístico. Por momentos tenemos una identidad que empatiza con lo que es Nacional y por momentos, no.

El exlateral tricolor sostuvo que el Uuguayo pasado lo perdió más Peñarol de lo que lo ganó Nacional

¿Cómo fue su pasaje por River argentino?
En Europa, solo jugué en Ucrania. Pero River, a nivel sudamericano, si no es el mejor, pega en el palo. Un club para quedarse a vivir. Muy similar a Nacional, con los mismos valores, con un ADN de juego definido, de ir siempre a buscar. Increíblemente, pese a las cosas similares que teníamos con Nacional, a mí me costó la adaptación, es como contradictorio. Pero porque los planteles uruguayos son de 26 u 28 jugadores y yo llegué a un plantel de 40, y donde la competencia era extremadamente absurda porque competías con alguno que estaba en la selección argentina. El nivel era altísimo. A veces tenés que tener suerte en los momentos en que llegás a un club. Peleaba el puesto con Garcé y nunca había sido llamado a la selección, salvo cuando yo llegué. Entonces ya se me hizo un poco cuesta arriba. Después, fue todo maravilloso. Me encontré con un entrenador como Pellegrini que era un adelantado en cuanto a la metodología de trabajo con entrenamientos cortos e intensos, de 45 minutos con calentamiento incluido, muy distinto a lo que hacíamos con Esteban Gesto. Eso me costó. Me costó afianzarme porque el nivel era superlativo, más allá de que salí campeón. Me quedó la amistad con algunos como D’Alessandro, por ejemplo. Creo que llegué a River en un año que no tenía que haber llegado. Capaz que si hubiera llegado dos o tres años más tarde, mi apellido hubier quedado en la historia de River.

“Futbolísticamente hoy Nacional no me gusta; no lo veo bien”

¿Con D’Alessandro habló ahora que llegó a Nacional?
Por ahora, no. Le va a dar muchas soluciones a Nacional, sobre todo, en el vestuario. Últimamente Nacional ha tenido algunos tsunamis dentro del vestuario y necesitás a una persona conciliatoria, con años, entre los más jóvenes y los más grandes. No es un detalle menor ese del vestuario. Y por supuesto, tiene una calidad pocas veces vista. El fútbol uruguayo todavía te da esas licencias de que una persona grande pueda desarrollarse, te diría que le va a caer bien a Nacional.

¿Qué es lo más increíble que le sucedió en su vida como futbolista?
Nunca pensé que iba a estar en la selección. Estar en la selección es para elegidos y me considero un elegido. Cuando estuve en América de Río de Janeiro, el técnico era Jorginho (lateral de la selección brasileña que perdió la Copa América 1995 contra Uruguay y campeón del mundo 1994) e hicimos la pretemporada en su casa. Nunca me había pasado eso. Era una chacra inmensa con canchas de fútbol playa, espacios para jugar futgolf, más las canchas tradicionales, un lago artificial. Tremendo. Un par de veces vino Romário el hincha número uno del club, sencillo, un crack, amigo de los amigos, pude dialogar con él varias veces. Pasé maravilloso en una cultura que vive el fútbol distinto a nosotros: ellos están en una alegría constante, en una energía positiva constante, si ganás está todo bárbaro, si perdés, también.

En la Copa América de Paraguay 1999, fue elegido por Conmebol como el mejor lateral derecho, por encima del brasileño Cafú

En la selección llegó a la final de la Copa América 1999.
Esa fue una selección que estaba bajo las órdenes de Passarella, pero la dirigió Púa. Había un entrenador como Passarella que era de mi paladar futbolístico, pero yo no era prioridad para él, porque entendía que yo daba muchas ventajas en lo defensivo, que algo de razón tenía. Lo contrario era el pensamiento de Púa, quien me bancaba a morir. Llegué a esa Copa América sabiendo que no iba a comenzar jugando, de hecho comenzó jugando Pilipauskas, porque él era del gusto de Passarella.

“El jugador de fútbol es poco autocrítico”

¿Pero Passarella le decía a Púa quién jugaba desde Montevideo?
Supervisaba todo, lo que pasa es que él no viajó porque recién había asumido. Fue a Paraguay cuando fuimos avanzando. Era una selección local y en esa época, eran pocos los astutos que creían que iba a llegar a la final. Se lesionó Pili, y yo sabía que si más o menos rendía, me iba a quedar con el puesto. La Copa fue de las experiencias más inolvidables de mi vida, por varias razones. Fui de menos a más, tuve la posibilidad de entrar en la tanda de penales ante Chile -que yo no pateaba penales- y levanté la mano para patearlo, tenía la confianza por las nubes. Para mí, ese año 1999 fue el mejor de mi carrera. Un carasucia como yo terminó siendo el mejor lateral derecho de la Copa electo por la Conmebol. Estaba yo en lugar de Cafú. El único sabor un poco amargo, fue el tiro en el palo que pegué contra Brasil, ya que siempre consideré que si hubiera anotado, mi carrera hubiera sido otra historia.

¿Cómo define a Passarella como técnico?
Hablaba poco, un tipo serio, recio. Sin duda alguna, el cerebro de su cuerpo técnico era Sabella. Un crack. Me dio mucha pena cuando falleció hace poco. Un gran docente, un gran laburador, pero por sobre todas las cosas, las formas. A mí las formas que tenía Daniel no me gustaban. Era más de las formas de Sabella, sobre todo por cómo se expresaba con los jugadores y cómo laburaba. No quiero decir que Passarella no laburaba, pero el grupo en general se sentía más cómodo con las formas de Sabella y no las de Passarella. No en vano, fíjate el cariño que el aficionado le tiene a Sabella en Argentina y los últimos sucesos que le pasaron a Daniel. Mi opinión no va a ser objetiva con Daniel porque yo sabía que él no empatizaba mucho con mi forma de jugar.

“Para Hugo era una figura insustituible y cuando llegó Carreño, prescindió de mí, y la verdad es que la pasé mal”

¿Cómo se hizo representante de futbolistas?
Cuando dejé de jugar al fútbol, tenía claro que no iba a ser entrenador. Ahí nació el tema empresarial. Empecé a ver que había algunas cuestiones vinculadas con los futbolistas que me parecían que no eran bien manejadas, como el marketing, por ejemplo. Me di cuenta que podía crear un vínculo entre representante y jugador que yo creía que estaba perdido. Generalmente el representante aparece en los períodos de pases, y eso no debe ser así. El futbolista sufre distintos estadíos, y justamente lo que tenés que hacer es acompañarlo y estar cerca. Eso ha cambiado mucho y muchos colegas lo están haciendo muy bien.

¿Por qué piensa que los empresarios futbolísticos no están bien vistos?
Es una muy buena pregunta. Ha cambiado todo y hoy todo es más cristalino que antes. Siempre ocurría que con el futbolista, la familia y los empresarios, todos querían hacerse ricos a costa de un solo jugador. Hoy eso ha cambiado gracias a Dios. Lo que costó entender es que el actor principal de todo esto es el futbolista. Hay cosas que los futbolistas deben mejorar, sobre todo, el respeto y la memoria, porque si vos transitaste el camino con una persona que te acompañó, que te pulió como si fueras un diamante, hay que tener memoria para que cuando estés arriba, no lo saques del camino. Y eso muchas veces el jugador de fútbol lo hace y está mal.

Del Campo recordó sus comienzos en Wanderers y cuando tuvo que salir a colocar paredes de yeso para ayudar económicamente a su familia

¿Qué jugador fue el mejor que vio en una cancha?
No tengo dudas: Rivaldo. En la final de la Copa América 1999, yo no sabía ni dónde estaba metido, ni cómo marcarlo. Encontrar a un jugador de 1,91 metros, con la versatilidad, dinámica, potencia y técnica, nunca me había pasado. Completo desde todo punto de vista: manejaba pelota quieta, las transiciones, técnicamente un monstruo, buen cabezazo. Era completo en varias áreas.

¿Cómo vivió el lamentable episodio de la muerte de Maximiliano Pereira, representado por usted, quien falleció en un accidente a fin de año?
Hasta el día de hoy sigo triste. Con Maxi hacía cinco años que estábamos juntos y era un encanto de persona, con unos valores increíbles, amigo de sus amigos. El mayor reconocimiento se lo hizo el fútbol de acá. Sano como pocos… (se emociona). Era amigo, era familia, siempre con una sonrisa en la cara. El día que falleció lo llamé en Navidad porque se había dado un pase al fútbol ecuatoriano. Me atendió Agustina, su señora y me contó el insuceso.

“La alegría en el jugador es efímera, el futbolista sufre mucho”

¿Y estaba embarazada, verdad?
Sí, estaba embarazada entonces, pero por todas estas situaciones difíciles de procesar, se le interrumpió el embarazo. Por suerte, gracias a Dios, yo estoy pegado a su familia. Está muy bien acompañada por profesionales y por su familia, que está vinculada al fútbol porque su cuñado, que era el mejor amigo de Maxi, era Gonzalo Mastriani que juega en Barcelona de Guayaquil. Hicimos una movida y quiero agradecerle a todos los clubes en general y lo que hicieron los capitanes para colaborar con la familia.

¿Qué le enseñó la vida?
Los momentos. A lo largo de mi vida he cambiado muchísimo, creo que forma parte del proceso de maduración. Cuando era profesional, Martín Del Campo estaba más en el tener que en el ser. Yo quería tener, tener, tener. Y eso me llevó a relacionarme con lo material y dejaba de compartir momentos y de profundizar en el ser. Hoy, con 45 años, este Martín Del Campo está más en el ser que en el tener, trato de compartir mucho tiempo con mi hijo y mi mujer. Porque en definitiva, eso es lo que me voy a llevar cuando me vaya de este mundo: los momentos, la familia. Y la verdad es que soy feliz.

“En Nacional me terminaron de desarrollar como persona”

¿Se arrepiente de algo?
Me arrepiento de no haber sabido convivir con la fama,
que también es efímera. El no haberme dado cuenta de que con la fama siempre estás más rodeado que cuando las luces se apagan. De eso me arrepiento, de no haber tenido la facultad como para haber hecho un filtro y haberme quedado en un metro cuadrado más afín a mí.

¿Qué pregunta que nunca le hicieron en una entrevista le hubiera gustado contestar?
(Piensa mucho). Quizás me hubiera gustado que me preguntaran si hubiese querido que mi padre me hubiera acompañado y hubiera estado cerca de mí en todo el proceso. Nunca me la hicieron esa pregunta y la verdad que me habría gustado que me la hubieran hecho, y habría respondido que sí. Yo sentí mucho la falta de mi papá, sobre todo en la edad temprana. Y no pude disfrutar con él los logros que fui consiguiendo en el fútbol. Nunca los pude disfrutar. Hoy, que tengo una muy buena relación con él, me hubiera gustado que esto fuera antes.

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