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“Nadie apoyó a la cultura como para hacerse dueño del tema”

Mariana Wainstein, la nueva directora de Cultura, habló con El Observador sobre la crisis del sector tras la pandemia, la deuda que dejó la administración anterior y sus objetivos para los próximos cinco años
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23 de mayo de 2020 a las 05:02

Cuando la ruleta de nombres de quienes podrían ocupar los distintos cargos en el nuevo gobierno empezó a girar, hubo quienes dentro del medio artístico respiraron. Porque el ministro Pablo da Silveira llamó para la dirección de Cultura a Mariana Wainstein, directora teatral y gestora cultural respetada y conocida dentro del sector desde hace más de 25 años. Pese a que vivía en India desde 2018, su filiación nacionalista la empujó y no lo dudó. Llegó a Uruguay en febrero y aceptó el cargo que se oficializó el 2 de marzo en la Dirección Nacional de Cultura (DNC).

Adrenalina, ganas de hacer y mover fichas. Y de repente, 13 de marzo y el anuncio de los primeros cuatro casos de covid-19 en Uruguay. “La calesita paró, tenés que bajarte y te tocó donde te tocó”, dice Wainstein ahora con una sonrisa en la cara. A casi 10 días de haberse instalado en su nueva oficina tuvo que tachar los eventos, estrenos y reuniones sociales que tenía anotados en una agenda que ahora muestra casi como una extensión de su cuerpo. Después de pensar toda la noche, el 14 de marzo a las 6 de la mañana la nueva jerarca ya tenía armado el grupo de Whatsapp Emergencia cultural. Cuatro días después se inauguró el portal Cultura en casa. Y así, los primeros dos meses se volcaron en atender la crisis que destapó la pandemia en el sector cultural.

Pero también hubo que hacerle frente a otro asunto: Wainstein se encontró con un déficit de $ 38 millones en la DNC. Por eso, “hay que ordenar la casa” es una frase que repite una y otra vez, mientras cuenta que uno de sus principales objetivos es dejar la Dirección de Cultura “limpia y organizada” para que lo estructural deje de ser tema de conversación y el foco se coloque sobre la cultura en sí misma. 

Sobre cómo saldrá a flote la cultura en tiempos de crisis, cómo dejó la DNC la última administración del Frente Amplio y cómo desea dejarla en cinco años, Mariana Wainstein habló con El Observador.

A menos de dos semanas de oficializarse su cargo aparecieron los primeros casos de covid-19, ¿qué planes tuvo que modificar de inmediato?

Todo. En cuatro días y medio hicimos Cultura en casa. Eso te muestra la adrenalina que teníamos por empezar. Tuvimos que cambiar de rumbo con la expectativa de dar con la talla y hacer lo que se necesitaba. También pensamos en ideas para los artistas. A los pocos días abrimos el Fondo Solidario Cultural Ruben Melogno y empezamos a ver cómo juntar fondos y utilizarlos. Hicimos un relevamiento muy rápido para medir el impacto y ayudar a los planteos. Nadie es experto en pandemias, tratamos de movernos rápido y de estar en contacto con los diferentes usuarios de esta dirección, colectivos de artistas y diferentes organizaciones. Queríamos ser facilitadores en proyectos mucho más tranquilos y positivos y terminamos siéndolo en una emergencia. Pero, como en toda crisis, se fueron encontrando oportunidades de hacer cosas.

En una situación de emergencia, donde se suelen explotar las capacidades al máximo, pudo ver una especie de radiografía completa sobre cómo es el equipo con el que le tocará trabajar de aquí a cinco años. ¿Qué le pareció?

Pude ver cómo estábamos de esqueleto y de músculo y me encontré con gente talentosa y con la camiseta puesta. Porque en la cultura hay mucho de vocacional también. Quedé encantada con la gente que elegí tener cerca y con la gente de todas las áreas. Es un lugar en el que si tirás una pelota te la devuelven con efecto, todo sigue creciendo y una idea solo trae otra mejor. También a nivel del ministerio, trabajando con el ministro Da Silveira me di cuenta del apoyo que tiene la cultura. También tuve que aprender un montón de temas administrativos. Fue un aprendizaje de nuestra capacidad de reacción y velocidad como equipo. Deja cierto alivio para lo que vendrá.

¿Cuáles fueron las primeras acciones que tomó cuando llegó a la DNC el 2 de marzo?

Lo primero fue saludar oficina por oficina. Hicimos una reunión abajo en la que vino el ministro, la subsecretaria, el director general, saludamos y tomamos un café con leche con martín fierro y alfajorcitos. Era importante tener un momento de calidez, me da la impresión de que hacía falta. Es algo muy simple, pero en algunos casos había como cierta distancia entre la gente que trabajaba. Esto marca un estilo de cómo queremos funcionar. Me interesa lo humano y la motivación de los que trabajan acá.

Después, no todo fue pandemia. No dejamos de lado los proyectos y empezamos a construir un informe de lo que recibimos para entender cada área en profundidad. Parte de las medidas tuvieron que ver con mantener lo que ya había. En muy pocos días estuvimos analizando los Fondos Concursables, los Fondos Regionales y los Fondos de Estímulo a la Formación y Creación Artística para ver cómo adelantar esos llamados y en algunos casos redireccionarlos para apoyar a la población que veíamos más vulnerables. Por ejemplo, pensamos en hacer hincapié sobre los artistas docentes y apoyar a las escuelas. Van a empezar a salir en pocos días. Costó y fue un trabajo intenso de varias semanas. A la vez, empezamos a desarrollar un programa de rutas culturales, que tiene que ver con turismo cultural, que eso no existía en la DNC. Impulsamos el departamento de gestión territorial, que se relaciona con el trabajo con el interior y con crear centros culturales en todo el país.  

¿En qué estado encontró la Dirección de Cultura?

Estoy de acuerdo en eso que dijo el presidente de que lo bueno va a quedar, lo que haya que arreglar se va a arreglar y se van a hacer cosas nuevas. Antes de asumir ya sabía los puntos débiles. Sabía que había temas por solucionar y que tenía un déficit enorme. Sabía que había funcionado a refuerzo de partida, porque se gastó más de lo que se tenía. Eso era lo que más me asustaba. No me veía trabajando a largo plazo de esa manera. Sentía que había que solucionar un tema estructural y de administración para poder concentrarme en lo conceptual. Siempre tuve presente que había que ordenar la casa.

El teatro local suele estar bastante asociado a la izquierda, ¿alguna vez se sintió por fuera por declarar su filiación al Partido Nacional?

Puede ser que siempre me haya sentido una outsider en ese tema pero nunca sufrí. Siempre pensé “qué pena que no me llaman para dirigir la Comedia Nacional”, por decir algo que mucha gente me comentó. ¿Es por política? No lo sé. La última vez presenté El cartógrafo, de Juan Mayorga, porque era una obra con muchos actores y solo la Comedia podía hacerla. No salió. Siempre me presenté a concursos aunque muchos me decían que estaba todo arreglado. Pero yo decía que si estaba arreglado con más razón había que presentarse y dar la pelea. 

Por otro lado, fui muy bien recibida acá. Siento que más allá de diferencias político partidarias hay una gran unión bajo la bandera de la cultura. Me siento parte de a quienes nos importa la cultura y eso lo comparto con mucha gente. Incluso con muchos (asociados a la izquierda) que me escribieron para apoyarme antes de asumir.

En los últimos años desde varios colectivos de artistas se defendió que durante los gobiernos del Frente Amplio el apoyo a la cultura fue notorio, ¿qué piensa de eso?

Nadie ha hecho milagros con el tema de la actividad cultural. Nadie a cargo del Estado apoyó a la cultura de una manera que pueda hacerse dueño del tema. Yo misma les dije en una reunión de transición antes de empezar, “pero están dejando una deuda…, no me vengan a decir que ustedes son dueños de la cultura”. Son fondos públicos y tenemos que administrarlos bien. Siento una gran responsabilidad. También con prudencia y humildad, no vengo con la solución, no tengo la verdad en el puño. Tengo que analizar y ver cómo están realmente las cosas, en qué país estamos viviendo en este momento, valorar todo lo que se hizo. Y no solo en los últimos 15 años, porque antes existía un país y una actividad cultural maravillosa.

Es fácil decir “te doy, te doy”, pero si no tenés fondos… Ahora tengo la lista de acreedores haciendo cola. Estoy pagando deudas de marzo de 2019. Y son a grupos de artistas. Y quizá la responsabilidad no es solo de la gente que estaba en la DNC, tiene que ver también con una visión país de cómo se administran los fondos públicos. Lo ideal es que la administración y la importancia del tema sean tan buenos y tan eficientes que desaparezcan de la agenda. Si me tengo que ocupar todos los días de cómo pagar deudas, o no planifiqué bien, planifiqué endeudarme y prometí dinero que no tenía, o administré mal el dinero… No se puede depender de un refuerzo de partida, que de hecho el año pasado no llegó. Tenemos la idea de que estamos de paso y que este es un pasaje rápido por la administración pública que tiene que ser 100% transparente y eficiente. Es complicado, porque se asume un año pero se tiene la carga de los dos anteriores. Estamos viendo cómo limpiar esta casa desde el punto de vista administrativo.

¿Es una prioridad para la DNC, entonces, pagar las deudas?

Sí, menos en los casos en los que no queda absolutamente claro desde el punto legal que se trata de una deuda. Parte del apoyo al sector cultural supone pagar deudas. Porque si hay un colectivo de actores al que se le está debiendo dinero desde mayo de 2019 y se lo pagás ahora que le cerraron el teatro, la escuela o le cancelaron el concierto es parte de apoyo. No es fácil. También tenemos deudas con fondos internacionales y hay proyectos uruguayos que ganaron pero no les van a pagar hasta que Uruguay no salde esas deudas. Son muchas y estamos avanzando lo más rápido que podemos. Cuando tenés una deuda intentás negociarla, pero en una emergencia todo cambia. 

Si podés pagar ese dinero ayudás a ese individuo o colectivo de una forma muy directa. No nos podemos desentender. Es el mismo Estado, solo hubo un cambio de inquilino, de gobierno.

¿Se sabe cuánto se perdió en estos meses sin actividad y sin recaudación mediante espectáculos?

Hicimos un relevamiento del impacto marzo- abril, después vamos a medir mayo- junio y tratar de obtener más datos para cuantificar. Ahora no lo puedo decir y es muy difícil de calcular. Cada vez se suman más variables. Y uno va transitando esta pandemia y pensando en temas más abstractos, porque una cosa es el virus y otra el miedo. ¿Cuánto va a durar el miedo? ¿Cuándo va a retornar la gente a los espectáculos y cómo? No nos podemos apurar, sobre todo ahora, que parece que Uruguay está haciendo las cosas bien. Nos hemos juntado por Zoom muchas veces con distintos colectivos. Hemos entregado todos los protocolos para el retorno a las distintas actividades. Y son la OPP y el MSP junto con un grupo de científicos los que los analizan. Todavía ninguno fue aprobado pero el mensaje es alentador. Es cuestión de días. Vamos aprendiendo en el camino. Hay que moverse con rapidez para llegar a tiempo, pero con paciencia y respeto por los que saben de los temas médicos y son los que van a indicar cuándo se puede hacer qué cosa dentro de este ambiente de libertad que disfrutamos en Uruguay.

¿Cuál cree que fue el sector de la cultura más golpeado?

Todos. Ninguno tenía la fortaleza como para sobrevivir indemne a algo así. Todos los sectores han sufrido, ni que hablar la gente que depende de dar clases. Los que viven de espectáculos, de la música, las artes escénicas. También el cine, porque aunque se abran las salas no hay películas, porque todos los rodajes pararon y esa industria está en problemas.

¿Falta regulación que ampare a los trabajadores de la cultura?

Creo que se había recorrido un camino muy interesante. Antes era más informal el sector. Pero estas situaciones te demuestran que hay que seguir trabajando en el estatuto del artista, en la formalización, y ser realistas. Porque siempre va a haber un espacio de informalidad que tiene que ver con la idiosincrasia del artista, con ese espacio ácrata, bohemio. Hay que fortalecer determinadas estructuras para poder ocuparse de estos temas en caso de emergencias. Pero hay una ecuación que es única: si querés recibir una jubilación u obtener beneficios sociales, como el seguro de paro, tenés que aportar. Y ese trayecto tenemos que repensarlo para ver cómo mejorarlo. Hubo solidaridad en el Estado, por ejemplo en UTE, que brindó una exoneración por cuatro meses a todas las instituciones culturales. Hablamos de un sector que es muy emprendedor, muy activo, pero que desde el punto de vista comercial no es tremendamente efervescente ni tiene plata para tirar manteca al techo. Hay que seguir trabajando en eso, ahora no me puedo meter en todos los temas a la vez.

¿Qué es lo urgente hoy?

Ayudar al sector cultural en la pandemia es lo urgente. Ordenar las cuentas y limpiar la casa es lo importante. Es clave armar un plan muy claro para llegar a la ley de presupuesto con las cosas claras y bien pensadas. Lo especial de este primer año es que lo que se haga, bien o mal, va a sentirse en toda la gestión. Es la gran responsabilidad.

La austeridad es una política que se defendió desde este gobierno, ¿de qué forma se puede ahorrar en la DNC?

Cuando tenés un gran déficit es muy difícil recortar. Pienso que es muy importante chequear la vigencia de cada proyecto, porque algunos ya no son necesarios. Como los programas Fábricas de Culturas y Usinas Culturales, que son muy lindos de escuchar y leer pero perdieron vigencia, fueron creados por fondos internacionales en un momento en el que para los ciudadanos era muy difícil grabar música en su casa y fueron maravillosos. Pero hoy en día todo el mundo tiene mayores posibilidades. No es necesario dedicarles una oficina entera. No es cuestión de hacer más y más, prefiero hacer cosas contundentes que puedan echar raíces. Lo más importante para ahorrar es no duplicar tareas, no se puede tener dos oficinas haciendo lo mismo. En ese sentido, vamos a potenciar el dinero que hay para que tenga un resultado más intenso. Hay muchos proyectos y títulos por analizar. Por ejemplo, ¿qué es el área de Ciudadanía Cultural?, ¿qué es el programa Puntos de Cultura? Estamos tratando de simplificar. Trabajando con un área de cultura comunitaria, un proyecto de gestión territorial que va a ser transversal a los cinco institutos (Artes Escénicas, Fomento de la Lectura, Artes Visuales, Música y Cine y Audiovisual) que van a ser como la columna vertebral, y toda una sección de fondos. Nos organizamos con una columna artística y una de economía creativa, después está el brazo técnico. Queremos dedicarnos a hacer bien estos programas, hacer un plan de desarrollo para la DNC y trabajar en políticas culturales. No hay casi proyecto que vayamos a hacer solos, todo es en sinergia con otros ministerios o instituciones.

Llegar al interior es algo que siempre han repetido jerarcas de distintas áreas en sucesivas administraciones, ¿por qué siempre es un objetivo por cumplir y nunca uno cumplido?

Sería poco humilde decir que tengo la solución. Voy a intentar trabajar con y no para el interior. La respuesta más obvia es que está todo tan centralizado en Montevideo que después vas a la Patria Gaucha y no podés creer la excelente organización de ese evento. Ellos tienen que liderar fiestas. Con nuestra política de gestión territorial vamos a pensar bien ese tema.

¿Cómo querría dejar la DNC en cinco años?

Me gustaría dejarla austera, transparente, eficiente, moderna. Me gustaría que desapareciera del mapa, en el sentido de que no fuera tema de conversación. Y que los temas sean la cultura, los eventos, las actividades de los institutos y no la misma estructura en sí misma. Todavía la carga es muy grande. Pero creo que, cuando quede organizada la casa, el peso que tiene que ver con lo técnico y lo administrativo –y no con lo conceptual, artístico y cultural– va a disminuir. 

Además de directora, productora de teatro y gestora cultural, Mariana Wainstein es licenciada en Artes escénicas y magíster en Liderazgo Democrático y Comunicación Política.
Integró la DNC entre 2007 y 2010 y participó en la creación del Fondo de Incentivo Cultural. En 2008 fue productora ejecutiva de la temporada de ópera del Teatro Solís. En el ámbito privado trabajó como coordinadora académica de Comunicación Audiovisual en la Universidad ORT Uruguay.
Su trayectoria artística cuenta con más de 20 puestas en escena en los últimos 25 años. También se dedicó al estudio de aspectos teatrales sobre la actividad política.

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