Una crisis sanitaria sin precedentes, un gobierno recién asumido y con un respaldo político endeble y limitado, un escenario económico adverso y una carga financiera en el Estado ya de por sí pesada y difícil de llevar. Pero sobre todo, incertidumbre. Porque no se sabe cuándo la crisis sanitaria va a terminar –o al menos, de los escenarios que se trazan no hay uno que sea mucho más probable que el resto– ni el impacto final que vaya a tener. Un combo con el que ningún político especula cuando sueña con su primer año de gestión. Y sin embargo, son las cartas que le tocaron a Luis Lacalle Pou y su equipo.
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