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Antología de miradas perdidas: Ulises Beisso y Jorge Páez Vilaró vuelven a exponerse en Montevideo

La capital alberga dos exposiciones que ponen en valor la obra de artistas fundamentales del siglo pasado
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07 de mayo de 2022 a las 05:04

Dos nombres destacados de las artes visuales vuelven a pasar de boca en boca en la esfera artística de Montevideo. Ulises Beisso y Jorge Páez Vilaró vuelven a exponerse y reivindican su valor cultural, simbólico y plástico más de 20 años después de su muerte. Y ambos vuelven a sorprender.

Ulises Beisso y la reivindicación de un rara avis

"Yo pretendí que con mi obra pasara eso, que entraras y no salieras el mismo, que en algún lugar te hubiera tocado. Que tu corazoncito se hubiera abierto un poco y hubiera entrado algo” – Ulises Beisso.

De una visita a Rara avis, la exposición antológica de Ulises Beisso en el Centro de Exposiciones SUBTE, no se sale con el corazón intacto. Con la curaduría del mexicano Pablo León de la Barra, la exposición se compone de más de 100 obras que nunca fueron exhibidas en conjunto y que, en su mayoría, tampoco fueron mostradas públicamente hasta el momento. El conjunto invita a hacer un recorrido por diferentes etapas de la producción de un artista único en el panorama nacional.

Uno de los cinco hijos del matrimonio de Ulises Beisso Pérez y María del Rosario Quijano Capurro, nació en Montevideo el 24 de abril de 1958 y creció en medio de una familia cultivada por la intelectualidad de la época. Incursionó en el taller de Pepe Montes, el único espacio en donde le abrieron las puertas a un chico de 13 años, y luego fue alumno de Guillermo Fernández y de Jorge Damiani. En 1977 viajó a México para unirse con su familia que se encontraba en el exilio y desde entonces hasta 1979 cursó estudios en la reconocida Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, en Ciudad de México, una institución que estuvo íntimamente relacionada con el muralismo mexicano.

La paleta de Beisso escapa al mandato torresgarciano y los colores vibrantes se despegan de la tonalidad ocre que solía habitar en Montevideo. En sus más de 300 obras, Beisso incorporó sus conocimientos como psicólogo, ilustrador y diseñador gráfico, profesión que desempeñó principalmente en la revista Cuadernos de Marcha, fundada por su abuelo Carlos Quijano. Pero, por sobre todo, expresó una subjetividad que fue oprimida e invisibilizada incluso después de la restauración democrática.

Manuel Neves, historiador y curador de arte, sostiene en diálogo con El Observador que la figura de Beisso forma parte de un relato sobre el arte de los años de 1980 y 1990 en Uruguay que todavía está por escribirse. "Pienso que la figura de Ulises trae temas que ahora son muy importantes, entre ellos la diversidad sexual y también un tipo de arte que está muy vinculado a lo decorativo y lo objetual. En la obra de Ulises esa dimensión de objeto y de obra de arte un poco se pierde, rompe el límite entre qué es un objeto que puede ser utilitario y una obra de arte. Hay un aspecto también muy interesante que se trabajó mucho en los años 80 que es el elemento de lo decorativo, ese elemento que algunos llaman kitsch en el sentido del mal gusto o el gusto que no está vinculado a lo que puede ser la alta cultura. Él trae todo eso, lo coloca en su obra y hace que sea de una extrema originalidad y al mismo tiempo de un extremo refinamiento”.

Neves, que estuvo a cargo de reconstruir el lugar de Beisso desde una perspectiva histórica en el catálogo de la exposición, señala que la muestra presenta principalmente dos momentos de su obra, marcados por Rituales dorianos con ángeles, la exposición que inauguró en 1990 en la galería Aramayo, e Imágenes de lo (mi) escondido, la muestra que concretó en el Cabildo de Montevideo poco antes de su muerte.

Rituales dorianos con ángeles fue una exposición con una fuerte impronta mitológica, que tomó valores estéticos clásicos y religiosos que unió con su Manifiesto Doriano, un texto en el que propone la veneración de las “Doras”, semidiosas que "se levantaron contra las nociones de pecado, culpa y sacrificio" y "decidieron rescatar la fantasía".

Las Doras, estas figuras venerables que "jerarquizaron hasta el delirio las pasiones y los odios, no soportaron los prejuicios, los esquemas y las pequeñeces de los mortales; consideraron la pacatería como la peor aberración, a la virginidad como un estado insalubre, a la vergüenza como el mas estúpido de los sentimientos y la moralina represora inventada por los terrestres les producía alergia", son una serie de figuras de madera que caminan en los límites decorativos, utilitarios como candelabros, estanterías o atriles, y su fascinante valor estético. 

Ya para Imágenes de lo (mi) escondido la paleta cambia, se apaga e introduce una simbología propia: la rosa de los vientos y una rosa espinada. Se trata de una serie mucho más autorreferencial, en la que aborda una búsqueda de identidad y una problematización sobre la mirada de los demás. "Se da cuenta de que es diferente en un contexto social conservador, no solamente en Montevideo sino también en el contexto de su familia, y se hace un montón de preguntas en relación a si era diferente o no, y cómo podía desarrollarse cuando su opción sexual estaba un poco por fuera de la norma. Quizá en el año 2022 ese debate está pasado y ya la gente no se cuestiona más el tema de ser o no ser homosexual en Uruguay. Pienso que son temas en los que todavía Uruguay a nivel social y a nivel político tiene que hacer un trabajo muy grande para el reconocimiento y para que poder vivir en una sociedad donde todos tengamos la opción que queramos y que no nos sintamos diferentes”, comenta Neves.

Acompaña la exposición una serie de documentos personales que ponen en contexto su producción artística, al tiempo que se proyecta el documental La intención del colibrí, de Sergio de León, que se estrenó en 2019 y que recoge la memoria del artista, el proceso de su familia para conservar su obra y pone luz sobre la historia de amor que mantuvo, y mantiene aun en la ausencia, con su compañero Juan Arrospide.

En 1996, a los 37 años, Beisso murió a causa de un cáncer de páncreas. Luego de su muerte, su obra fue atesorada por su pareja y por su madre, que, según cuenta el hermano en el documental, las mantenía “en un cuarto cerrado bajo siete llaves y en total oscuridad los 365 días del año”. Ahora es posible revisitarla, estudiarla y encontrar en ella una parte de la historia que faltaba.

En una escena social y cultural homofóbica que a mediados de 1980 cubrió y ocultó la producción artística de la comunidad Lgbtiq+ en Uruguay, Ulises Beisso desarrolló un lenguaje personal y un cuerpo de obra que incluso para la mirada de hoy es cautivante. Es trascendental en forma y contenido. “Su proyecto artístico aborda la zona de los afectos, la ternura y la compasión a través de la belleza y los valores estéticos, y todos estos elementos parecen ausentes en las artes visuales uruguayas”, escribió Neves para el catálogo de la exposición. 

Pero si bien la dimensión de género que aborda la obra de Beisso es fundamental y transcendente, no es la única. "La obra de Ulises es mucho más que un cuestionamiento LGBT o un cuestionamiento de género. No solamente es eso. Eso es lo que hace a la obra tan importante, que trasciende mismo el tema, que pocos artistas logran ese equilibrio entre una forma o una estética nueva y el tema que trata –indica el experto y agrega–: Es una obra visual, una obra estética, una obra plástica, y entonces el artista logra encontrar formas que son formas nuevas o formas renovadas para abordar esos temas".

Para agendar:
La exposición antológica de Ulises Beisso, Rara avis, se puede visitar hasta el 9 de julio en el Espacio de Exposiciones del Subte de lunes a sábados entre las 12 y las 19.

Otro expresionismo: Jorge Páez Vilaró

Nacido el 19 de mayo de 1922, Jorge Páez Vilaró se desarrolló como un artista plástico autodidacta hasta convertirse en uno de los pintores e intelectuales más destacados de la segunda mitad del siglo XX en el Uruguay. Sin embargo, la historia lo fue diluyendo en el panorama artístico.

“La historiografía vernácula no pareció realmente interesarse por sus obras, ya que solo Fernando García Esteban y Ángel Kalenberg lo nombran escuetamente, y más recientemente, con la misma brevedad, Gabriel Peluffo Linari. Tampoco las instituciones parecieron reconocer, ni distinguir su trabajo, porque a diferencia de sus amigos y colegas artistas nunca recibió una medalla de oro en el Salón Nacional", reza el texto de la exposición que actualmente se puede visitar en el Museo Nacional de Artes Visuales. En cambio, fuera de fronteras Páez Vilaró expuso en múltiples oportunidades, y su obra fue premiada repetidamente, como sucedió en la Bienal de San Pablo, donde se convirtió en uno de los artistas más premiados en la historia. Esta exposición de más de 80 pinturas del artista es una oportunidad para recuperar para nuestra contemporaneidad una obra fundamental. 

En la celebración de su centenario, el MNAV inauguró esta muestra de carácter retrospectivo que pretende rescatar el legado de “un artista fundamental en el relato incompleto del arte nacional” en más de cuatro décadas de producción artística. Con una organización cronológica, la exposición recorre su actividad desde las primeras obras, un período experimental y un afianzamiento de la técnica. Los temas centrales de su obra son un registro de la cultura y la identidad nacional, que se focalizan en el tango, la bohemia, los bares y la cultura urbana, así como en los paisajes más característicos del Uruguay y especialmente sus playas. Con un marcado sentido del humor, Jorge Páez Vilaró fue un pintor de la cultura de su época. 

Neves también fue el encargado de la curaduría y diseño de montaje de esta exposición y explica que Páez Vilaró fue un pintor que intentó representar la realidad urbana, la realidad de la vida moderna. Al mismo tiempo se trata de una representación a través de un estilo propio, un estilo de pintura expresionista. "Hay un elemento de expresión, un elemento subjetivo, él logra equilibrar esas dos cosas: la temática de la vida moderna y un estilo que es propio. Esa característica es única en Uruguay y también es bastante original en el continente".

Si bien cuando falleció, en 1994, hubo varios homenajes a su figura, su obra no obtuvo mayor difusión. "Como pasa con todos los artistas, depende un poco de la familia o de las galerías y los museos para que su obra siga circulando y se siga mostrando. Es una cosa un poco del Uruguay. También depende, muchas veces pasa, como pasó por ejemplo con Torres García o con Figari, que la difusión de la obra nace en el exterior. En el caso de Torres García es muy claro y Figari también", explica el curador, e indica que la familia de Páez Viaró es nuevamente la que se está ocupando de visibilizar la obra.

Gestor cultural y espíritu inquieto, Jorge Páez estuvo asociado principalmente al Museo de Arte Americano de Maldonado (MAAM), del que fue fundador y director. También fue comisario de arte, antes de que se introdujera el término curador, galerista y crítico de arte en los diarios como La Mañana y El País, integró comisiones relacionadas tanto con las artes como con el patrimonio y encabezó múltiples conferencias sobre arte uruguayo y europeo. "Era una persona extremadamente activa. Pero se eligió mostrar solamente la dimensión de Jorge como artista plástico, porque pienso que él hubiera querido ser recordado como un artista comprometido con su medio social. En definitiva es eso: un artista que se compromete con la cultura del Uruguay y su sociedad", destaca Neves. 

Páez Vilaró quizá puede estar asociado para muchos lectores con Carlos, su hermano. Pero lejos de ser "el hermano de", Jorge construyó un nombre y un lugar propio en la escena artística nacional.

"En un lugar común contraponer la figura de Carlos y la figura de Jorge, decir que Carlos era un artista popular y Jorge no lo era. No es así en realidad, porque Jorge fue muy popular también. Quizá no en la dimensión de Carlos, pero Jorge fue muy conocido en vida. Carlos fue muy longevo, él está cronológicamente más presente que nosotros porque está más próximo en el tiempo. Eso posibilita que la memoria, que siempre es muy corta y sobre todo en Uruguay, lo mantenga muy presente"

Para agendar:
El otro expresionismo, la exposición por el centenario de Jorge Páez Vilaró puede visitarse hasta el 24 de julio en el Museo Nacional de Artes Visuales, de martes a domingos entre las 13 y las 20.

Factor común

Neves no identifica como punto común entre los artistas la obra ni la trayectoria, sino el contexto cultural uruguayo al que "le cuesta reconocer a la gente en vida y después de que fallece", así como un marcado sentido del humor en sus obras. "Los dos eran personas que tenían una vitalidad enorme, eran personas muy alegres, muy dinámicas, con mucha energía. Creo que eso se ve en la obra: esa energía, esa vitalidad y ese humor que atraviesa los dos proyectos artísticos". 

Dos hombres, dos firmas y dos exposiciones que echan luz a distintas expresiones del siglo XX. Ahora, Jorge Páez Vilaró y Ulises Beisso pueden redescubrirse y ser admirados una vez más.

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