Beatriz Argimón junto a su nieto Juan Felipe, su hija Belén y su marido Jorge Fernández

Nacional > DECISIÓN 2019

Así fue el domingo de la futura primera vicepresidenta electa de Uruguay

La particular jornada que vivió Beatriz Argimón: entre la ansiedad, la clásica liturgia de la votación, el resguardo de la familia, los abrazos de su nieto y una noche de mucha cautela
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25 de noviembre de 2019 a las 05:01

A las 11.15 el sol de primavera calienta el asfalto y los jardines de la calle Máximo Tajes, en el barrio de Carrasco. Sin embargo, la realidad de las pantallas dice que en Montevideo hay unos 19 grados. Afuera del colegio Jesús María, con puntualidad estricta, un pequeño grupo de militantes aguantan las banderas blancas y celestes (tiempo después se sumarán las amarillas y bordó de Cabildo Abierto y las rojas del Partido Colorado, la imagen se repetirá en varios de los circuitos de votación de las figuras de primera línea del Partido Nacional). A unos metros un perro con bandana celeste mueve la cola al lado de su dueña. Un poco más allá, cuatro cámaras de televisión apuntan a la puerta que, de lunes a viernes, ve entrar a cientos de niños y adolescentes. Frente a ellas un señor escupe un chicle con la misma naturalidad de quien traga saliva. 

Allí, en el circuito 1009, a las 11.30 —tal como lo decía la escueta agenda que llegó a decenas y decenas de celulares en los últimos días— vota Beatriz Argimón, la candidata a la vicepresidencia por el Partido Nacional. Entonces a las 11.34, cuando Argimón se baja de una camioneta blanca con dos sobrias banderas de Uruguay y de su partido, la espera da paso a la liturgia de siempre. 

Y la liturgia de siempre es, en este caso, más o menos así: aplausos, gritos, aplausos, gritos; la procesión que acompaña a la candidata hasta su circuito; más aplausos, más gritos; de nuevo la procesión que vuelve para atrás; alguien que afirma que Argimón va a hablar; los movimientos desordenadamente orquestados de las cámaras y los camarógrafos; más gritos—a veces improvisados y otras estudiados—; le reiteración de que ahora sí; un coro que dice: be-a, be-a, olé, olé, olé, be-a, be-a; otro alguien que repite que se acabó el relajo; las preguntas de los periodistas —si habló con Lacalle Pou, qué papel va a jugar si llega a la vicepresidencia y una que se repetirá en tres oportunidades formulada de manera distinta: cuál es la lectura sobre el video de Guido Manini Ríos—; las respuestas de Argimón siempre medidas y pacientes (“vuelvo a decir que cualquier manifestación yo entiendo que hoy viola la veda y no me corresponde a mí hacer evaluaciones”); los periodistas que agradecen; beso, abrazo, selfie, selfie, selfie, foto, selfie, selfie, beso, abrazo, foto, selfie, selfie, selfie. 

Pasan los minutos, quedan solo las banderas blancas y celestes, la candidata saluda a los últimos y finalmente cruza la calle para subirse al auto y seguir con la agenda del día que tiene pocas paradas. La primera es acompañar a su marido Jorge Fernández Reyes a votar, la segunda es pasar a saludar a la gente del partido que trabaja y espera en la sede de la lista 2004 en 18 de Julio y Pablo de María, caminar unos metros al Centro de Control Electoral de la fórmula Lacalle Pou- Argimón que se montó en el primer piso de la sede de la lista 250 y, finalmente, ir hasta la Casa del Partido Nacional en la plaza Matríz para afinar los últimos detalles de la transmisión online que hará el equipo de comunicación. 

—¿Votó bien, señora? 

La voz de Fernández Reyes llega desde el asiento del acompañante, para escuchar la respuesta de su esposa se da vuelta y mira al asiento de atrás. 

—Voté bien. 

—Era un voto cantado el suyo. 

—Sí. Me voté. 

Junto a su marido después de votar

Argimón va buena parte del viaje con la mirada puesta en la calle, en lo que sucede del otro lado del vidrio, tiene las manos entrelazadas, sus pulgares se mueven como si uno persiguiera al otro y jamás lo pudiera alcanzar, de tanto en tanto balancea la pierna izquierda. Como su celular lo lleva Victoria Vera, integrante del equipo de comunicación del Partido Nacional, durante varias horas solo hablará con Belén y Santiago, sus dos hijos, en alguna oportunidad chequeará Twitter, responderá unos pocos mensajes de WhastApp y dirá, cuando aún no son las 13 horas, que ya votó 40% de la gente en Montevideo y otro tanto en Canelones. 

—Yo creo que solo falta Luis votar. 

Argimón dice, como ya lo dijo frente a los micrófonos unas horas antes, que no siente nervios, que lo que siente es ansiedad, que en la última noche durmió bien pese a que se levantó en dos oportunidades. Dice, también, que en la noche de hoy (por el domingo), si todo sale según lo previsto, el acontecimiento terminará temprano y que ella querrá estar cuanto antes en su casa. 

—Te imaginarás que con la ansiedad de mi líder mañana de mañana ya tengo un mensaje o, tal vez, esta noche —dice, se vuelve a desprender de su celular y sus ojos se pierden en la Avenida Rivera. Y en el cruce con Julio César ve, de pronto, a una mujer que reconoce.  

—Mirá María Julia. 

Del otro lado de la ventana, la ministra de Educación y Cultura se prepara para cruzar con el marco de banderas con las franjas rojas, azules y blancas. El camino se hace largo, Argimón no imaginaba que tanto. 

El dial de la radio está fijo en la transmisión de Del Sol. Aunque nadie escucha. 

—Podríamos escuchar un poco de música, ¿no? Para esto vamos a tener todo el día. 

El dial salta a Radio Disney. Ahora suena un pop latino que suena igual a todas las canciones de pop latino del momento.

Argimón empieza a pensar en la noche. Reitera que va a ir a la sede de Todos para esperar los resultados con Luis Lacalle Pou, anticipa que su discurso va a ser distinto al de las elecciones nacionales y cuenta que hubo que poner una carpa para recibir a los dirigentes de los otros partidos. Al mediodía del domingo nadie sabe que los números serán mucho más ajustados de lo esperado. Argimón había dicho con mucha cautela más temprano, en la puerta del Jesús María, lo siguiente: "Primero que hable el pueblo". 

El auto avanza y finalmente Andrés Etcheverry, encargado de manejar, pone el freno de mano en la calle Pablo de María, a metros de 18 de Julio. Argimón baja del auto y la recibe Jorge Gandini. 

—Ay la vice.

—Vine a ver cómo te estabas portando. 

Las escenas que siguen son una versión un poco más sobria de lo que sucedió en el circuito de votación. Minutos más tarde Argimón vuelve a subir al auto. Va a haber un pequeño desvío: un encuentro con su nieto, su primer nieto, el hijo de su hija, Juan Felipe. No importa que todo se dilate un poco más, ese encuentro de unos diez minutos –nada más, nada menos– va a ser un bálsamo para la ansiedad de la candidata a vice. En el Parque Batlle, entre los corredores, los que pasean a sus perros, los que apuran el paso para llegar al almuerzo familiar, Beatriz Argimón va a esbozar una sonrisa única, la sonrisa que solo está reservada para su nieto. 

El remanso se acaba. Hay que llegar rápido a la Casa del Partido Nacional, el lugar que la vio asumir como primera presidenta del directorio de su partido, para después volver a casa. Pero hay un pequeño símbolo en su pasaje por la calle Juan Carlos Gómez. Cuando Argimón vuelva a subir esas escaleras va a ser la primera vicepresidenta del Partido Nacional y la primera vicepresidenta electa de Uruguay. 

–La lectura (de este hecho) es que llega una mujer de estructura. 

Argimón reflexiona una vez más sobre los procesos lentos del Partido Nacional, sobre la necesidad de no darle la espalda a lo que la gente quiere, sobre la importancia de poner mujeres en lugares de decisión en la política uruguaya.Y de pronto hay una pregunta que aparece.  

–¿Nunca le preguntó a Lacalle Pou por qué cuando habla de usted le dice la vicepresidente y no la vicepresidenta?

–No, no. Yo ya lo tengo incorporado. Siempre fui escribana, edila, diputada, legisladora, siento que soy vicepresidenta. 

Son las 14.10 de la tarde. Argimón y las tres personas que la acompañan en el auto parten rumbo a Carrasco.

En la sede de Todos, durante la noche del domingo

 A las 19.30 aparece junto a su marido. No hace declaraciones. Recién sale a hablar con los medios sobre las 21.30, cuando muchas encuestadoras dan un empate técnico. Con su aplomo habitual pide cautela y vuelve a hacer silencio. Recién aparecerá en la madrugada del domingo. Saldrá penúltima, antes de Luis Lacalle Pou. No hablará, pero escuchará con atención y, seguramente, ya sin ansiedad lo que dice, como ella le gusta llamarlo, su líder.        

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