José Mujica y Lucía Topolansky en junio de 2004, con el gobierno a la vuelta de la esquina
Miguel Arregui

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Auge y freno del ciclo reformista de la izquierda

El Frente Amplio como sustituto histórico del Batllismo (IV)
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02 de noviembre de 2016 a las 05:00

Este post forma parte de una serie de notas que tratan sobre el El Frente Amplio como sustituto histórico del Batllismo, cuyas tres entregas anteriores se pueden leer aquí

El primer gobierno del Frente Amplio (2005-2010) restableció la convocatoria a los Consejos de Salarios, órganos tripartitos –con representación oficial y de trabajadores y empresarios– creados en 1943 para la negociación colectiva. Estos Consejos, concebidos como amortiguadores de conflictos, revivieron a la alicaída central sindical PIT-CNT, que multiplicó sus afiliados por más de dos. Los gremios de funcionarios públicos perdieron la supremacía y el Partido Comunista retuvo el liderazgo general. Muchos dirigentes sindicales pasaron al Parlamento o a cargos jerárquicos en el Estado.

Enseñanza y salud públicas

El Frente Amplio reforzó la inversión en la enseñanza pública de todos los niveles, aumentando su presupuesto más de 40% en términos reales, lo que permitió financiar nuevos planes y mejorar salarios e instalaciones. Pero hay cierto consenso, incluso en la izquierda, de que la calidad de la enseñanza pública es baja y desigual, y que el sistema languidece por los bloqueos políticos, burocráticos y corporativos.

En 2007 se creó el Plan Ceibal: la entrega gratuita de computadoras básicas con conexión a Internet a niños y maestros del sistema público, un programa que Tabaré Vázquez consideró el más importante de su primer gobierno. A instancias de Miguel Brechner, presidente del LATU, el mandatario adoptó resueltamente el programa internacional One Laptop Per Child (OLPC) que acercó a Uruguay a los países de vanguardia. Ya se entregaron más de un millón de pequeñas computadoras y tabletas en la enseñanza pública. La posesión de la herramienta no asegura resultados sin planes de enseñanza acorde, pero aceleró la "inclusión digital" y el acceso a la información de la gran mayoría de los hogares uruguayos.

Otro hito fue la creación en 2006-2008 de la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación), que ofrece fondos concursables, la carrera de investigador y estímulos a la producción de conocimiento.

También se introdujeron el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) y el Fondo Nacional de Salud (Fonasa), en su conjunto un ambicioso intento de regulación en procura de universalizar los servicios y beneficiar a los más humildes. Por ahora el sistema es deficitario y desordenado y la calidad de la atención muy despareja, pues las mutualistas se saturaron.

Entre Argentina y la Casa Blanca

Tabaré Vázquez debió enfrentar la hostilidad del gobierno argentino de Néstor Kirchner, como antes hizo Jorge Batlle, por la construcción de la fábrica de celulosa de Botnia en Fray Bentos. Ante la indiferencia brasileña, recurrió al gobierno estadounidense de George W. Bush, quien visitó Uruguay en marzo de 2007. "Si me necesitas, llámame", le dijo Bush, quien también afirmó en público: "Si Uruguay necesita alguna cosa solo tiene que levantar el teléfono y pedirlo".

La asociación con Bush dejó perpleja a buena parte de la izquierda "dogmática": desde comunistas a radicales. Sin embargo Vázquez actuó dentro de la tradición de política exterior de Uruguay, un enano que ha debido sobrevivir entre gigantes volubles.

Cada vez que uno de los vecinos se rehusó a contener al otro, como un contrapeso, los gobiernos uruguayos recurrieron a una gran potencia extrarregional: Gran Bretaña en el siglo XIX, Estados Unidos desde el siglo XX.

Durante la guerra civil de 1904, el presidente José Batlle y Ordóñez hizo gestionar en Washington la venida de una escuadra naval estadounidense al Río de la Plata, para acabar con la actitud permisiva del presidente argentino, Julio A. Roca, ante el contrabando de armas y municiones de los rebeldes del Partido Nacional. La Casa Blanca no mostró entusiasmo. Pero en setiembre, apenas la guerra civil había finalizado con la muerte de Aparicio Saravia, cuatro buques de guerra estadounidenses realizaron visitas de cortesía a Montevideo y Buenos Aires.

Cuatro décadas antes, el jefe de la flota británica en el Atlántico Sur intimó a Rio de Janeiro el retiro de las tropas que ingresaron a Montevideo en 1865 junto a Venancio Flores. "Es necesario que se conserven los límites de Uruguay como estaban", advirtió, y amenazó con intervenir si Brasil tenía "pretensiones de expansión territorial" (2). Mucho después, a inicios de la década de 1950, la Casa Blanca prometió respaldo en caso de agresión del gobierno de Juan Domingo Perón a cambio del voto uruguayo en la OEA y otros favores por el estilo.

Tentativas de apertura comercial

Si bien José Batlle y Ordóñez realizó algunos experimentos proteccionistas, según las prácticas que inició el Militarismo, el Uruguay próspero del 900 era esencialmente abierto: a las transacciones comerciales, a la actividad empresarial, a los flujos migratorios y a las ideas. El encierro y el dirigismo vinieron después, a partir de 1931.

Vázquez y Astori trataron de zafar del cerco comercial y político que implica el Mercosur, que tiene aranceles externos muy altos, para lo cual intentaron firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Astori ya advertía en noviembre de 2004: "No se trata ahora de sustituir la economía cerrada" de Uruguay en el pasado "por un encerramiento regional". Pero la oposición de los gobiernos de Argentina y Brasil, unida a las grandes diferencias en el seno del Frente Amplio, terminaron con el proyecto.

José Mujica tuvo buena relación personal con Cristina Fernández (hasta que la arruinó en 2013 con afirmaciones del tipo "esta vieja es peor que el tuerto", o "el Tuerto Kirchner era bastante baboso; Dios lo tenga en la gloria"). Pero de todos modos no pudo con el proteccionismo argentino. Las exportaciones uruguayas hacia allí se volvieron insignificantes –salvo el turismo. Además, el acuerdo de intercambio de información tributaria, forzado por la OCDE, redujo sustancialmente la fuga hacia Uruguay de dinero argentino, que siguió de largo hacia otros destinos.

Mujica propuso en mayo de 2010 que Uruguay viajase "en el estribo de Brasil", por entonces el principal importador y proveedor y una superpotencia en ciernes (y también una eterna promesa que no termina de cuajar). Empresas brasileñas se han hecho fuertes en la producción local de cerveza y cebada, la faena de ganado, la producción de arroz, la construcción o la curtiembre. Pero China se convirtió desde 2014 en el principal socio comercial de Uruguay, y comienza a comprar empresas agroindustriales.

La decadencia relativa del Mercosur, otra vieja promesa inconclusa, ayudó a Vázquez y Astori a negociar resueltamente, desde 2015, tratados de libre comercio: con Chile, que se alcanzó, y –en un paso de enorme audacia– con China (en proceso).

Los TLC fuera de la región forzarían un cambio socio-económico revolucionario en Uruguay, aunque provocan grandes reacciones contrarias por izquierda y derecha (3). Su suerte es harto dudosa debido al conservadurismo uruguayo.

Mujica entre dos Vázquez

Hubo cierta desproporción entre las expectativas que rodearon al gobierno de José Mujica (2010-2015) y lo que efectivamente ocurrió. De hecho fracasaron sus propuestas más ambiciosas: enseñanza pública más eficaz ("educación, educación, educación y otra vez, educación", prometió al asumir), rescate del ferrocarril, proyecto Aratirí para la explotación de mineral de hierro, puerto de aguas profundas sobre el océano Atlántico, planta regasificadora en la bahía de Montevideo.

La administración Mujica fue cuestionada por su tendencia a improvisar, por el gran aumento en el número de funcionarios, por la autonomía a veces arbitraria de las empresas del Estado (luego Ancap debió ser asistida para evitar la quiebra), la manera en que cerró la compañía aérea Pluna y el temerario aumento del déficit fiscal.

Debió lidiar con una interna política compleja, el fin del "viento de cola" en los mercados internacionales, la crisis de los Estados vecinos y la decadencia del Mercosur.

Logró la creación de la Universidad Tecnológica (UTEC) en el interior del país, y obtuvo una impensada popularidad internacional por su discurso anti-consumismo y por su modo de vida austero. Por lejos ha sido el presidente de Uruguay más entrevistado de la historia por los medios internacionales.

También acompañó el reconocimiento legal de nuevos derechos, según la agenda liberal europea y norteamericana: despenalización del aborto, matrimonio igualitario, legalización de la marihuana (aunque su puesta en práctica parece interminable).

Al iniciar su segundo mandato en 2015, Tabaré Vázquez tomó distancia del MPP y el PCU, que proponían un inespecífico "giro a la izquierda", y eligió de nuevo a Astori como ministro de Economía.

Astori, el comisario frenteamplista de las finanzas, de alguna forma cumple el papel de ancla de rigurosidad que José Serrato desempeñó durante la era Batlle y Ordóñez.

Vázquez ya no dispone de la discrecionalidad política que tuvo en su primer gobierno y cuando fue intendente de Montevideo. El Frente Amplio agotó su margen financiero ya durante el gobierno de Mujica. El déficit fiscal trepó hasta cerca de 4% del PBI y obligó a un ajuste: recorte de gastos y aumento de impuestos.

La coalición está más dividida, y las tensiones de la bajada están muy lejos de la cohesión que en 2005 daba la euforia de la subida.

El panorama económico es poco auspicioso. Pero ello no significa que el ciclo frenteamplista, o al menos su primera etapa, finalice en 2020, pues la oposición no es necesariamente más convincente.

Los déficits de la izquierda

Algunos de los aspectos más cuestionados de la gestión frenteamplista han sido el desfinanciamiento, la burocratización y la ineficacia de la Intendencia de Montevideo; el ingreso masivo de militantes políticos al aparato del Estado, según las prácticas clientelísticas tradicionales (en 2014 los funcionarios representaban el 8,8% de la población del país y superaban el récord histórico de 1985, cuando finalizó la dictadura); el gran retraso en obras de infraestructura, desde carreteras a ferrocarriles y puertos; la muy baja inversión relativa en vivienda social; y los malos registros en algunas de las funciones básicas del Estado: seguridad pública (rapiñas y homicidios continuaron el ascenso vertical iniciado en 1985), enseñanza (parálisis de los organismos de dirección, feudalización política y corporativa, alta repetición y vasta deserción entre los más humildes, educación de calidad mediocre comprobada por pruebas internacionales), y salud pública (desorden y desigualdad, mientras aumenta el déficit financiero).

Una grave amenaza para el ciclo frenteamplista es el enorme poder de veto que adquirieron los sindicatos, en particular los del sector público, que tienden a establecer co-gobiernos de tinte corporativo.

Vázquez y su ministra de Educación, María Julia Muñoz, debieron retroceder ante los sindicatos cuando decretaron la esencialidad de la enseñanza pública en agosto de 2015. El margen de gestión de las autoridades municipales de Montevideo es muy estrecho debido al poder de ADEOM, que trepó al máximo durante la gestión de la comunista Ana Olivera (2010-2015). (El tupamaro Henry Engler, director del Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (CUDIM), denunció la semana pasada que "el sindicato quiere tomar el control" del instituto y dijo estar "totalmente desilusionado". Y describió el estilo de acción: "¿Se amonestó a fulano? ¡Persecución sindical!" (4). Es apenas un ejemplo de un problema más general).

Próxima nota: El final del Primer Batllismo con las crisis de 1913 y 1929 y el final abierto de la "era progresista"

Algunas fuentes para este capítulo: (1) En suplemento Fin de Semana de El Observador, 24 de julio de 2004. (2) Nota del autor en el suplemento Qué Pasa, diario El País del 18 de abril de 2015. (3) "Fuga hacia adelante", El Observador del 22 de octubre de 2016. (4) Radio El Espectador, 27 de octubre.


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