Horas después de anunciar que tiene coronavirus, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se mostró en sus redes sociales medicándose con hidroxicloroquina, un medicamento cuya eficacia contra el covid-10 no ha sido demostrada y que puede provocar graves efectos secundarios.
Bolsonaro se mostró sereno y sonriente y publicó un hilo en Twitter, que en el último tweet tiene una foto suya en el que tomando el remedio. "A quienes están contra la hidroxicloroquina, pero no tienen alternativas, lamento informarles que estoy muy bien con su uso y, con la gracia de Dios, viviré por mucho tiempo", escribió el mandatario brasileño.
El comentario no solo apunta a los detractores de esa sustancia, sino también a los miles de internautas que crearon la etiqueta "Forçacorona" (FuerzaCorona).
"Deseo que su estado se agrave y que muera. No es nada personal. Pero (...) la muerte del presidente se vuelve filosóficamente sustentable, si estamos seguros de que permitirá preservar un número mayor de vidas", escribió el cronista Helio Schwartsman en su columna de Folha de S.Paulo, uno de los principales periódicos del país.
El mismo diario publica un editorial mucho menos polémico, en el cual desea un "rápido restablecimiento" a Bolsonaro y emite votos para que la enfermedad lo motive a "cambiar de actitud".
Muchos analistas evocaron el caso del primer ministro británico Boris Johnson, inicialmente un "coronaescéptico" que cambió radicalmente de posición tras haber sido contagiado por el covid-19 y pasar tres noches en una unidad de cuidados intensivos.
Pero para el cientista político Everaldo Moraes, de la Universidad de Brasilia, "si Bolsonaro se recupera rápidamente, fortalecerá su discurso".
Con su actitud desafiante, Bolsonaro ha querido "transmitir un ejemplo de fuerza, de optimismo, de coraje ante la enfermedad", dijo Moraes a la AFP.
Desde el inicio de la pandemia, el mandatario brasileño mostró un total desdén por las medidas de distanciamiento físico, multiplicando –casi siempre sin usar mascarilla– los contactos con sus seguidores y criticando las medidas de confinamiento impuestas por los gobernadores, a los que acusa de conducir el país a la ruina.
La preocupación se instaló entre todas las personas que frecuentó en los últimos días, empezando por sus ministros, que se vieron obligados a someterse a pruebas de detección en un país donde el virus ya mató a más de 66.000 personas.
En los últimos 14 días, tiempo de incubación del virus, Bolsonaro estuvo en contacto con centenares de personas de varios estados y las fotos publicadas en las redes sociales lo muestran a menudo sin barbijo y muchas veces dando un apretón de manos a dirigentes políticos y simpatizantes.
El martes, tras tener la confirmación de su contagio, Bolsonaro admitió que "pudo contaminar gente" porque ya suponía que era un paciente asintomático.
Y al finalizar una entrevista con televisiones seleccionadas, se sacó el tapabocas para mostrarles a los periodistas que se encontraba "bien". Prueba suplementaria de ello: el mandatario sigue ejerciendo sus funciones, aunque ahora por videoconferencia.
"El presidente sigue actuando de manera criminal, poniendo en peligro a la población", afirmó la Asociación Brasileña de Prensa, que anunció su intención de presentar una denuncia formal contra el jefe de Estado.
Pero sus partidarios no parecen ofuscarse.
"El coronavirus no es culpa de Bolsonaro. No es el único que no lleva mascarilla, veo mucha gente en la calle que tampoco lo hace", dijo a la AFP en Brasilia Benedito Barbosa, un militar retirado.
AFP
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