A muchos lectores de novelas policiales se les dibujó una mueca en el rostro cuando se anunció, ya hace varios años, que Antonio Manzini era el sucesor de Andrea Camilleri, creador del legendario Comisario Montalbano. Esa incredulidad creció y se justificó cuando llegaron a las librerías uruguayas las primeras novelas protagonizadas por el subjefe Rocco Schiavone, un personaje mucho menos simpático que el jefe de Catarella, con un sentido de la justicia muy discutible y varias manchas negras en su currículum.
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