Bajo el cielo azul de Gardez, en el este de Afganistán, a no más de 80 kilómetros al sur de Kabul, un funcionario talibán preside la inauguración de una maternidad ante un público compuesto exclusivamente por hombres, pese a que la clínica está gestionada por mujeres y sólo atiende a mujeres.
"No hay clínicas de este tipo en la mayoría de las provincias. Aquí se respetan tanto los principios de la sharía como de la medicina", afirma satisfecho Jair Mohamad Mansoor, director de Salud de la provincia de Paktiyá, cuya capital es Gardez.
“El centro, inaugurado por el Comité Noruego de Afganistán (NAC, por sus siglas en inglés) en nuestra pequeña ciudad, ayudará a muchas de nuestras hermanas que viven en zonas aisladas”, explica la directora del recién inaugurado centro de salud, Nasrin Oryajil.
La ONG noruega planea abrir clínicas similares en otras cuatro provincias de Afganistán, un país en donde cada dos horas una mujer muere durante el parto, según Naciones Unidas (ONU), y en el que la mortalidad materna es de 683 mujeres por cada 100.000 nacidos vivos, frente a 12 en los países de ingresos altos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“La cifra oculta las enormes disparidades entre las ciudades y las zonas rurales. En las zonas remotas, se llega a 5.000 muertes por cada 100.000 nacimientos”, asegura Terje Watterdal, director del NAC. "Hoy, todavía hay lugares donde los hombres atraviesan las montañas con sus mujeres embarazadas sobre los hombros y ellas mueren antes de llegar a un hospital", añade.
"Mi madre murió en el parto"
La maternidad de Gardez huele a pintura fresca. Tiene una farmacia, un laboratorio y está concebida para atender hasta diez partos diarios. "Todo el personal de salud es femenino", dice Oryajil, en referencia a los principios que rigen el país, de mayoría musulmana.
"Nuestros servicios son gratuitos", añade Momina Kohistani, jefa del equipo de parteras. De pronto, las lágrimas resbalan sobre sus mejillas al relatar su historia. "Mi madre murió en un parto cuando yo tenía tres años", murmura.
Antes del regreso al poder de los talibanes en agosto de 2021, cuando las fuerzas militares estadounidenses todavía los combatían, "en algunos distritos, las mujeres debían atravesar las líneas del frente para ir al hospital, así que esto es un cambio positivo", explica Watterdal. "El cambio negativo es la fuga de cerebros, muchos ginecólogos huyeron de Afganistán, donde cada mujer tiene, en promedio, seis hijos”, añade.
No es el único problema. Watterdal señala que los funcionarios talibanes "quieren eliminar los equipos médicos móviles que acuden hasta donde están las pacientes”. El motivo es sencillo. “Porque no pueden controlar los mensajes que les dan, especialmente en relación a la anticoncepción”, añade la directora del Comité Noruego de Afganistán.
Filipe Ribeiro, director de Médicos Sin Fronteras (MSF), señala que "el acceso a cuidados prenatales y postnatales para las mujeres son aún más complicados en la actualidad". No sólo por las “las medidas tomadas por los talibanes" contra las mujeres, cada vez más confinadas en sus hogares, sino también "por las cada vez más frecuentes fallas del sistema de salud debido a que el apoyo estructural de los donantes extranjeros se desplomó".
Partos en casa
Para la doctora Noor Janum Ahmadzai, coordinadora de salud de la ONG Tierra de Hombres, con sede Kabul, el deterioro del sistema de salud hace que los partos sean cada vez más peligrosos.
En un hospital público, donde las parteras están desbordadas y reciben salarios bajos, las parturientas deben llevar sus propios medicamentos. Un parto cuesta unos 2.000 afganis, alrededor de unos US$ 28), una suma muy alta, especialmente para la población rural, formada en su inmensa mayoría por campesinos atados a una economía de subsistencia.
AFP
Pese a los riesgos, "las mujeres que antes iban al hospital, ahora prefieren dar a luz en casa por falta de dinero", relata la doctora. La estadística es contundente. Cerca del 40% de las afganas dan a luz en sus hogares, cifra que llega al 80% en zonas remotas. En muchos casos porque los maridos y sus familias rechazan que la mujer sea hospitalizada, o bien la embarazada se avergüenza de exponer su cuerpo.
A 250 kilómetros al sur de Kabul, en la ciudad de Jost, MSF atiende 20.000 partos por año; es decir: el 47% del total de los partos en la provincia homónima. El centro de salud de la ONG cuenta con un centenar de parteras, algo muy poco común en Afganistán. Allí, Zubaida, cansada tras dar a luz el día anterior, todavía se recupera del parto.
"Si hubiese dado a luz en casa, podría haberse complicado para el bebé o para mí", explica la mujer, que dice no saber su edad. Su bebé duerme en una cuna de hierro con la pintura descascarada, con los ojos cubiertos de kohl, un maquillaje que se cree que ahuyenta los males. Al igual que Zubaida, en esta provincia ultraconservadora, MSF recibe a muchas mujeres que nunca tuvieron un seguimiento de su embarazo.
Decimocuarto embarazo
"Nuestra misión es salvar vidas", explica Therese Tuyisabingere, jefa del equipo de parteras de MSF en Jost. "Lamentablemente, muchas veces las mujeres llegan demasiado tarde, desde lejos. Dieron a luz en casa y tienen hemorragias graves", añade Tuyisabingere, una ruandesa acostumbrada a lidiar con la escasez de recursos.
"Sólo atendemos los embarazos de riesgo o complicados", precisa Tania Allekotte, una ginecóloga argentina que forma parte de los equipos de MSF. “Los embarazos múltiples, las cesáreas y los frecuentes abortos espontáneos incrementan el riesgo de muerte”, explica la médica.
Islam Bibi, que tiene 38 años y seis hijos, dio a luz a trillizos el día anterior. Con voz apagada, explica que forma parte de los refugiados afganos expulsados de Pakistán. "Estaba enferma, mi marido no tenía dinero. Me dijeron que viniera a este hospital, que lo hacen todo gratis'", cuenta.
"En Afganistán se valora tanto tener hijos que muchas mujeres se someten a tratamientos para estimular su fertilidad", explica la doctora Allekotte, que hace poco atendió a una mujer en su decimocuarto embarazo. "Tenemos muchos mellizos aquí", afirma la ginecóloga en una pausa durante la agotadora jornada.
(Con información de AFP)