Fútbol > EL TAPADO DE LA FECHA

De ir en moto con yeso y muletas y querer dejar el fútbol, a este presente exitoso

Esteban González tenía todo para ir a probarse a AZ Alkmaar de Holanda, pero tres días antes se fracturó el peroné; quiso abandonar todo, pero su abuelo lo incentivó; hoy disfruta la punta con Progreso
Tiempo de lectura: -'
05 de marzo de 2019 a las 05:02

Esteban González, el actual volante que ha mostrado un enorme presente en Progreso –uno de los líderes del Apertura–, tenía todo pronto para viajar un martes.

Tenía 17 años y defendía a Durazno FC, aquel equipo que pasó fugazmente por la Segunda división profesional durante pocos años. Le sonó el teléfono y le propusieron ir a hacer una prueba a AZ Alkmaar de Holanda. Se puso como loco de alegría. Nada implicaba que se fuera a quedar, pero sí le iba a servir al menos como una experiencia diferente en su carrera.

El sábado anterior, quisieron ayudarlo en el último día de la pretemporada para que fuera con más fútbol del que tenía y realizaron un entrenamiento con pelota. Pero tuvo mala suerte y se fracturó el peroné. Se quedó sin viaje y sin prueba en Holanda. En pocas palabras, se le vino el mundo abajo.

“Pasé muy mal. No quería jugar más al fútbol. Estuve un mes y medio con yeso y me perdí la posibilidad de esa prueba. Sentí mucho ese momento”, explicó el volante a Referí.

Pero en ese momento, como suele ocurrir en las malas, apareció como tantas veces había aparecido, su abuelo Luis.

“Me venía a buscar todos los días a casa para llevarme a hacer la fisioterapia. De lunes a viernes venía en la moto, yo cargaba con las muletas y allá íbamos. Fue el que me incentivó siempre y así volví a jugar”, cuenta.

Y añade: “Lloraba todos los días porque era una linda oportunidad para sumar en una carrera que siempre es corta como la del futbolista. Al final, quedó como una anécdota”.

Lejos habían quedado aquellos inicios en el baby en Santa Bernardina y luego en Wanderers de Durazno cuando jugaba como delantero.

Luego de algunos años en Durazno FC con técnicos como Miguel Puppo o Ariel Longo, Ángel “Bebe” Castelnoble lo ascendió al plantel principal. Todavía jugaba arriba y fue ante Cerrito que debutó en el Méndez Piana. Cómo olvidarlo.

Al flamante club –como a tantos en el fútbol uruguayo– no le iba bien económicamente, por lo que cobraba salteado. “Pero como vivía en Durazno, mis padres me ayudaban”, recuerda.

Su papá Julio es carnicero de toda la vida en la tierra del Pepe Urruzmendi y de Antonio Alzamendi. Su madre, Mónica, trabaja para la intendencia y limpia la terminal de ómnibus.

Después de aquella mala experiencia de no viajar a Europa, se fue a préstamo a El Tanque Sisley en donde tampoco cobraba asiduamente y casi ni jugó con Tabaré Silva de entrenador. Fue en la temporada 2010-2011 donde vio sus primeros minutos en el fútbol de Primera División, aunque en apenas dos partidos. 

Se había venido a vivir solo a Montevideo y el club de su ciudad le pagaba un hotel y la comida.

Al año volvió a Durazno FC del préstamo, pero el club se fundió.

Por eso se fue a jugar al club Artigas de Durazno, una institución militar.

“Tenía 20 años y fue otro golpe, porque volvía al amateurismo. Recaí futbolística y físicamente. Pensé que se podía terminar mi carrera. Sentís que estás de vuelta, como que sobrás. Ahí no tuve más remedio y empecé a trabajar vendiendo electrodomésticos. En el club me pagaban $ 1.500 por partido ganado”, dice.

Pese a todo, tiene un gran recuerdo de ese club que es “familiero” y en el que hizo “amigos que me incentivaron mucho para que volviera al profesionalismo”.

Y le suma más recuerdos. Sostiene que cuando murió su abuelo Luis fue el momento más complicado de su vida.

“Su muerte me marcó muchísimo y esos mismos compañeros del club Artigas fueron mi soporte. Fue un grupo bárbaro con el cual aún hoy, ocho años después, mantengo contacto”.

Además, fue campeón con el club Artigas de su ciudad. El premio fue un asado para todos.

En 2012, dejó de trabajar en esa tienda de electrodomésticos porque lo llamaron para jugar en Tacuarembó en la B.

“Con Jorge Castelli como técnico aprendí mucho. Empecé a jugar como lateral derecho y logramos el ascenso a Primera”, cuenta.

Allí también se fue a vivir solo y fue donde más sufrió en materia económica.

“El primer año nos llegaron a deber nueve meses. El club nos daba casa y comida, pero si quería ir a tomar un refresco con un amigo, al cine o comprar algo, no tenía dinero para hacerlo”, añade dando la pauta de lo difícil y casi imposible que se hace este “profesionalismo” a veces en el fútbol uruguayo.

Permaneció nada menos que cinco años en el club con el que ascendió, pero también le tocó descender.

Pensó que se había cumplido su ciclo en Tacuarembó y emigró. No tenía club y se fue a entrenar con unos amigos al club Fénix de Flores. Allí lo llamó Gustavo “Gaucho” Lucas para llevarlo a Cerro Largo que estaba en la B. Fue un cambio importante ya que “el club estaba bárbaro y podíamos cobrar todos los meses en fecha”. Con todas las malas experiencias que había tenido, no era un tema menor.

Luego se fue a préstamo a Juventud de Las Piedras y le tocó volver a descender, aunque jugó muy poco.

Danielo Núñez se lo llevó el año pasado a Cerro Largo con el cual lograron el ascenso y el primer título del club.

“Es una gran persona y un buen técnico. Aprendí mucho con él”, dice.

Con el paso del tiempo fue jugando de volante y para este año lo llamó “Leo” como él llama a Leonel Rocco para Progreso. El técnico ya lo había querido llevar a Plaza Colonia, pero no pudo. Hoy disfruta de la punta pero con tranquilidad: “Vivo el día a día. No pienso en un futuro, estoy tranquilo. No me pongo a pensar que a los 35 años se termina la carrera. Estamos punteros y eso está notable”.

Vive con dos hermanas y es baboso con su sobrino Genaro –quien va a cumplir cuatro años– al cual siempre lo saca a jugar con la pelota o a andar en bicicleta.

Este miércoles comenzará las últimas cuatro materias que le quedan de sexto de Derecho. Después de entrenar, se irá a estudiar porque quiere hacer el curso de Educación Física.

“El estudio es fundamental y quiero seguir en el fútbol y en el deporte en un futuro”, comenta.

Pero por sobre todas las cosas, el recuerdo por el abuelo Luis, aquel que lo ayudó siempre y cuando quiso abandonar el fútbol, siempre permanece intacto: “Cada vez que hago un gol, miro al cielo por él. Siempre digo que juego por él. Es muy bueno reconocer lo que la gente que te quiere alguna vez hizo por vos”.

 

LA FRASE

“Jonathan Álvez, cuando jugaba en Torque, volaba, era rapidísimo, potente y fuerte. Fue el más complicado de los que me tocó marcar”

Esteban González

Volante de Progreso

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...