Con el chaleco 25 Mentas La Calavera, ganadora. Y con el chaleco 33 Sino La Calavera, segundo puesto.

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De Treinta y Tres, hermanos, apasionados por los Criollos y protagonistas de un récord

Dos hermanos que durante toda su vida estuvieron entre caballos ganaron la prueba de la raza Criolla más exigente, la Marcha Funcional, con dos yeguas hijas del mismo padre
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25 de junio de 2023 a las 05:00

Juan Magallanes corrió su primera carrera a caballo cuando tenía 13 años, y este año, con 43, marcó un récord con la cabaña familiar de Criollos que fundó junto con su hermano Andrés. La cabaña La Calavera no solo ganó el primer y segundo premio en la categoría de mayores de la Marcha Funcional de Criollos, organizada por la Sociedad de Criadores de Caballos Criollos del Uruguay (Scccu), además con un tiempo de 65:24:58 para el primero y 65:28:28 para el segundo puesto estableció un récord, destacó Juan al comentar para El Observador su reciente triunfo.

Entre 80 equinos, en una competencia que duró 15 días (fue la edición Nº 52 y se tituló "Carlos Máspoli"), con un recorrido de 750 kilómetros por los pagos de Flores, Mentas La Calavera, con el jinete Washington Rodríguez (trabajador de la cabaña), y Sino La Calavera, con la monta de Juan, se coronaron como las mejores.

Washington Rodríguez fue el primer jinete de la Marcha Funcional en la categoría de mayores, con Mentas La Calavera.

Una vida junto al caballo

Los hermanos Magallanes han estado vinculados al caballo en toda la vida, su árbol genealógico está lleno de uniones a los Criollos, tanto por su herencia materna como por la paterna. Y hoy sus hijos pequeños siguen la tradición y el amor por ese animal, criándose alrededor de los Criollos. “Nuestra economía se basó siempre en el campo”, comentó Juan.

En el campo de la familia, cerca de Cerro de Amaro, en Treinta y Tres, Juan y Andrés empezaron su camino en la cría de Criollos.

Apasionados por los equinos, en 2004 compraron sus primeras yeguas de pedigrí. Ambos corrían raides y comenzaron a pensar a la genética Criolla como inversión, así fue que en 2008 en el remate anual de la cabaña La Invernada adquirieron a Bufido La Invernada, un padrillo al que compraron por US$ 9.600, en esa oportunidad el mayor valor de la subasta, y para aquella época, en la que el precio de los equinos “pegó un salto”, fue “bruto valor”, recordó.

Lo eligieron por su excelente pedigrí, y con él comenzaron un camino de éxitos. En 2010 Juan corrió con él y ganó la Marcha de Padrillos, en Melo, lo que le dio a los hermanos la motivación necesaria para comenzar a comprar vientres y de a poco darle forma a su propia cabaña.

Fueron comprando genética y afinando la forma de seleccionar yeguas. En los remates elegían los animales con buenos pedigrís, aquellos firmes de lomo, con buenas patas y buenos aplomos, animales que fueran de resistencia. Los filtros de selección, así, se fueron afinando cada vez más, y los resultados de esa selección se comenzaron a ver en las pistas.

La cabaña La Calavera logró bajar el tiempo récord de la Marcha Funcional.

Al fin llegó la victoria

Juan recuerda que cuando empezaron a invertir en la cabaña tuvieron varias buenas performances en marchitas, enduro o chasques. Corrieron cinco marchitas de 160 kilómetros y las ganaron todas. Con un caballo hijo de Bufido La Invernada corrieron un chasque –un raid de Criollos, de 60 kilómetros que se hace en dos etapas de 40 y de 20– y lograron establecer “el récord histórico de 31 kilómetros 209 la hora para esa distancia”, contó, y el caballo siguió corriendo.

Este, el año de la victoria en la Marcha Funcional, no fue el primero de participación para La Calavera. Hace varios años que el equipo de los hermanos Magallanes forma parte de los jinetes que salen a marchar. Años atrás, “estuvimos a punto de ganar, veníamos arañando ganar la marcha y a la yegua le dio un bajón de azúcar”, recordó.

La vida les dio una revancha y este año los premios de la 52ª Marcha Funcional se los llevaron ellos para Treinta y Tres. Las dos yeguas con las que se coronaron campeones son hijas de Bufido La Invernada.

Mentas La Calavera, que corrió con el número 25, es hija de ese padrillo y de Calera Bolichera.

Sino La Calavera, que compitió con el número 33, es hija de Bufido La Invernada y Pequeña Selva Negra.

Mentas La Calavera y Sino La Calavera en un descanso de la Marcha Funcional.

Medio mes de prueba

En la Marcha Funcional se evalúa la resistencia, la rusticidad y el poder de recuperación de los equinos. La competencia, que dura 15 días, tiene cabalgatas por la mañana y por la tarde y los caballos deben alimentarse a campo natural.

Juan destacó que su preparación para esta marcha fue 100% de trabajo a campo. Tanto él como Washington se prepararon trabajando en el campo, donde los hermanos Magallanes desarrollan las actividades de ganadería ovina y vacuna, y agricultura, para su empresa familiar.

La idea es que el de la prueba “sea un ambiente lo más parecido a lo que es el trabajo de campo. La idea es seleccionar a los mejores animales para trabajar, por eso es la competencia más representativa de la raza Criolla, porque su virtud es la rusticidad y la recuperación”, sostuvo.

Treinta días antes de que comenzara la prueba todos los equinos que se concentraron juntos en un campo para equiparar tanto la alimentación como el entrenamiento, y que las condiciones de competencia sean lo más parejas posible.

La emoción tras el esfuerzo

Una vez la carrera terminó y Juan y Washington bajaron de las yeguas cientos de emociones se juntaron, recordó el jinete.

“Lograr esto es muy difícil, te vienen todas las emociones, te empezas a acordar de las cosas que pasaron, del sacrificio de todos los años. Los altibajos de la agropecuaria nosotros los hemos vivido todos, y en estos momentos se te cruza que todo valió la pena, que las cosas pasan y se puede salir adelante. Porque a veces aflojar el cuerpo es más fácil, pero uno sigue cinchando”, reflexionó.

La familia junto a las yeguas campeonas.

Al pasar la línea de meta los que eran competidores se transforman en colegas y todo el mundo festeja, todos los que corrían conforman una gran familia, destacó Juan.

Ese ambiente familiar que forma el mundo del caballo es lo que más valora, y por lo que le gusta incluir a sus hijos en él. Cuando el baile, la comida compartida y el partido entre los chicos terminó fue hora de volver a casa, a pensar en volver al trabajo y en demostrar en el campo las virtudes de esas dos yeguas campeonas.

 

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