A principios del 2000, el escándalo que se desató en el seno de la empresa americana Enron cambió la forma de ver las prácticas corporativas. Después de haber presentado balances millonarios, Enron vendió un sinfín de acciones, pero repentinamente la corporación se fue a la quiebra, desatando el cataclismo empresarial más grande conocido hasta ese entonces. La compañía energética presentaba irregularidades en su manejo financiero, contable y sus políticas de conducción.
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