Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > ENTREVISTA

Diego González: "Me cuesta pila salir en la tele"

El comunicador habla sobre su llegada a TV Ciudad, su regreso a los teatros y la polémica con el personaje radial Edison Campiglia
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11 de julio de 2020 a las 05:04

Diego González no pensaba trabajar en televisión este año. Como tampoco pensaba trabajar en televisión cuando empezó su carrera en los medios de comunicación hace dos décadas. Pero una cosa fue llevando a la otra. Un aviso clasificado lo llevó a un programa sobre el fútbol de segunda división en la radio Sport. Eso lo llevó a escribir por un tiempo en el diario Últimas Noticias. Un llamado a un casting lo llevó a ser el movilero de un programa matinal en la extinta radio M1, y eso a trabajar con Ricardo Gabito en TV Libre. El cierre de M1 lo llevó a Radio Futura, donde tiempo después se convirtió en productor de Malos pensamientos, el programa de Orlando Petinatti. El conductor le ofreció trabajar en Canal 10, donde participó y condujo en una decena de programas, hasta este año.

Este 2020, Diego González no pensaba trabajar en televisión porque no encontraba cómo seguir después de MasterChef. El incremento en la exposición que acarreó conducir el exitoso reality se sumó a un cansancio con lo que llama la televisión comercial. “No encontraba desde dónde podía aportar por fuera del ingreso económico para mí. Y yo desde hace años sé que puedo trabajar de cualquier cosa, porque trabajé de cualquier cosa. Entonces entendí que era un trabajo que se había terminado, porque no le encontraba la vuelta a la tele, no sabía qué hacer”, cuenta en el comedor del edificio del Grupo Magnolio, donde trabaja como uno de los conductores de La mesa de los galanes en Del Sol FM.

Hasta que llegó un ofrecimiento de TV Ciudad. La primera vez les dijo que no, pero cuando le hicieron una propuesta más concreta, se puso a pensar en el rol de la televisión pública, en salir de lo comercial, en que le implicaba aprender cosas nuevas, y además, el programa para el que lo convocaron lo atrajo.

Ese programa es La letra chica, que conducirá junto a Ricardo Piñeyrúa y Ana Matyszczyk de lunes a viernes a las 21 horas a partir de este lunes 13. Sobre ese nuevo ciclo, la experiencia de MasterChef, su labor radial y su actividad en las redes sociales, González dialogó con El Observador.

¿Qué se puede esperar de La letra chica?
Va a ser un programa que no hay, porque TV Ciudad desde hace unos años busca eso, ser una alternativa, y ponerle el título de periodístico capaz que le cabe. Tiene un tono diferente, eso es buscado por TV Ciudad, va a ser un tono amigable. Entendemos que un programa de lunes a viernes de noche, si es de confrontación, o de continuamente estar buscando posiciones opuestas, es cansador. A nosotros nos cansaría. Entonces lo que se busca es que sean pocos temas, seguramente sea un tema por día, de actualidad, desmenuzarlo, traer especialistas, y nosotros ponernos en otro lugar, el de preguntar lo que pensamos que puede ser interesante sobre el tema y todavía no se preguntó. Y los viernes cambia el formato, no es que son dos programas como se dijo al principio, es el mismo. Se va el Profe y quedamos en un formato parecido a Sobredosis de TV (programa argentino que emite el canal C5N, antes conocido como Televisión Registrada): resumir la semana, en un tono más entretenido, con invitados, tapes a cargo de la productora Zur, y que los invitados charlen de lo que está pasando aunque no sea su palo, por ejemplo, viene un músico, que vive en Montevideo y tiene la misma realidad que nosotros. No le pedimos un análisis profesional, pero sí su perspectiva de un tema. Va a ser más de charla. Vamos a tratar de no pelearnos con nadie.

¿Cómo te sentís en ese rol de opinión?
Por eso están los columnistas rotativos. Si hablamos de actualidad política, va a venir un politólogo y una periodista, que son los que tienen información, y nosotros vamos a opinar desde nuestro lugar de persona escénica, o tratando de representar lo que nosotros pensamos. Opiniones personales pero no elevadas, lo que visceralmente pienso de esto. Es algo que me gusta, lo hago todos los días, y me parece que es honesto que un comunicador marque su posición en determinados temas. De política partidaria no suelo opinar porque es algo que no me interesa, pero sí sobre los temas sociales, me interesan todos. Sería hipócrita que no me interesaran. Creo que a veces a los comunicadores nos cuesta, porque hay opiniones que pueden molestar, pero es parte de lo que la gente te compra. Si yo no sé qué opinás de cosas sensibles a la sociedad, es raro. Por lo menos, es raro. Y ahora estoy en un programa en el que lo puedo hacer explícitamente, y me parece muy divertido.

Opinar es algo que hacés mucho en Twitter por ejemplo. ¿Qué te permite esa red y como lidiás con la virulencia que suele haber entre los usuarios?
Antes me frenaba más, después me di cuenta. Tengo un tuit fijado que dice: “Con los años uno entiende que es imposible agradarle a todo el mundo, y también entendés que los que te ‘odian’ también te definen. Hay gente que amo que me odie, me tranquiliza”, y es eso. Es re difícil pararse en ese lugar, porque cuando uno se para adelante de una cámara o atrás de un micrófono lo que busca es agradar. Difícilmente alguien te diga que busca que todos se enojen con él, no funciona así. Y claro, también es chocante para todos los que nos toca trabajar en un medio de comunicación con tanta visibilidad, porque te llegan mil mensajes que te dan para adelante, y solo uno que dice "te odio, me pareces una mala persona", y te vas a dormir pensando en ese, porque te duele que haya alguien que no te quiera. Y es re difícil aceptarlo. Pero es parte de la movida, claro que no te van a querer. Y capaz que con tu opinión buscás que el que no te quiere, no te quiera, porque pensás de una forma radicalmente opuesta. A veces me pasa en Twitter que me gusta hacer visibles cosas, y discutir sobre eso. Y si me putean me la fumo, no tengo ningún problema. Pero cada vez hago más cosas con las cuales siento que soy honesto.

¿Esa postura de aceptar que no le vas a agradar a todos la fuiste generando con el tiempo o la tuviste desde un primer momento?
No, pero hace años que lo acepté y capaz que no tuvieron tanto que ver las redes sociales. Yo me tuve que hacer fuerte con mi imagen en televisión, que nunca me gustó. Yo no quería trabajar en televisión, era antinatural para mí. Porque en la época que yo miraba televisión, había solo gente linda, bien peinada, bien vestida, con gran facilidad para la palabra, con un gran vocabulario, y yo no era eso. No soy eso. Pero después la televisión cambió, empezó a haber lugar para la gente parecida a mí, y aún así me costaba mucho. Tuve que hacerme una especie de escudo, diciendo, "si me contrataron es porque les gusto, y si le gusta a los demás, mejor". Para mí siempre fue un trabajo, nunca le puse más carga que esa. Pero me cuesta pila salir en la tele. Que la gente te juzgue, es bravo. Pero es mi laburo, así que me la banco.

¿Cómo te cambió trabajar en un programa como MasterChef?
No tenía recuerdo de un programa que tuviera un impacto social. Porque la televisión, en realidad, es algo superficial. Y dentro de ese monstruo que fue MasterChef empezabas a ver cambios en la sociedad, gente que empezaba a tocar temas que no se tocaban. Y me afectó personalmente también, me daba gracia que me llamaban para hacer cosas de cocina y les tenía que decir que no soy cocinero, soy un conductor de televisión. Pasaron cosas con el programa, se acercó mucha gente a la televisión abierta, lo que fue una satisfacción, se generó mucho trabajo, y seguramente me cambió muchas cosas. Pero profesionalmente me dio la espalda de tener ese formato, un gran respaldo en lo comercial, y me abrió un montón de puertas. Estuvo buenísimo.

Lo sentías como un ciclo cerrado y no pensabas trabajar en televisión este año. ¿Tenías cosas pendientes que querías hacer?
El programa Yo y 3 más, que hicimos hace unos años, empezó como una obra de teatro. Fue la primera vez que entré a un teatro en mi vida, desde arriba del escenario. Y fue horrible. No lo disfruté para nada. Porque arrancamos, con la visibilidad que teníamos, con teatros llenos. No es la manera de arrancar. Lo sentí como que estuvo muy bueno, pero era irreal. Nadie que empieza mete 500 personas de una. No tiene sentido. Y era mucha presión. Me pasaba que me bajaba del escenario y no tenía idea de lo que había pasado. Me decían y no tenía registro, porque era mucho nervio, mucho estrés. Y charlando con Ernesto Muniz, del Club de Comedia, me decidí a volver a arrancar de verdad. Ir a un boliche, que no funcione, probar material. Yo me subía con un material que era mío pero estaba superprobado, tenía una red gigante atrás. Se venía postergando, tengo mucho material nuevo, y este año lo que voy a hacer es ir a boliches. Tengo muchos amigos comediantes, los respeto muchísimo, y me parecía irrespetuoso usar mi imagen para vender entradas. Nunca me gustó eso. Creo que el laburo del comediante es muy sacrificado y quiero sentir ese sacrificio. Que se rían de lo que digo, no conmigo o de mí. Entonces este año seguramente me meta en algún escenario con el aval de los comediantes que ya tienen mucha experiencia.

¿Y en televisión tenés algo pendiente?
Se frustró algo, con la pandemia, que estábamos por hacer. A una semana de empezar a grabar. Es un formato que me encanta, y que en el futuro seguramente lo haga. Es en el interior del país. Y después el sueño de todos los de mi edad en televisión, que es el late night show. Es muy difícil hacerlo acá, porque son muy simples en apariencia pero muy caros, porque se invierte en cosas que no se ven en la pantalla, y en nuestra tele, que es humilde, invertir en guionistas o visualizadores no se hace.

En radio, con La mesa de los galanes, han construido un proyecto popular y establecido. ¿Eso tiene que ver con la relación entre ustedes, con el tiempo que han estado, o con la gimnasia adquirida?
Puede ser una mezcla de todo eso, pero es fundamental el tiempo. Un concepto que aprendí no hace mucho es el de persona escénica. Nosotros estamos tres horas hablando de nada, y es re difícil replicar eso. ¿A quién le interesa que a Rafa Cotelo se le quemó un asado? A nadie. O sí, porque a todo el mundo le pasó. Pero en realidad hay una construcción de tiempo, la gente quiere escuchar cómo se le quemó el asado, cómo reaccionó, como reaccionamos nosotros. De un tema intrascendente se genera algo, porque la gente quiere saber cómo reaccionamos nosotros. Es un trabajo muy persona-dependiente, dependemos mucho del humor. Por eso somos varios. Nos gusta trabajar con amigos, es parte del chiste. Yo trabajo para hacer amigos. Nos gusta generar esa sensación. Pero creo que es eso, una dinámica grupal que lleva tiempo, construcción, complicidad con la audiencia. Nosotros somos un gran chiste interno, solo que es un chiste interno de mucha gente. Eso lo hace tomar una dimensión más grande, nos divierte mucho hacerlo, y nos sale bien.

Hace algunas semanas protagonizaron una polémica por una columna del personaje Edison Campiglia, que interpreta Rafa Cotelo, por el foco de coronavirus en Rivera. ¿Hay temas con los que no se meten, incluso antes de que sucediera eso?
No, prácticamente hablamos de todo, y a veces tenemos la capacidad de hablar más en serio, con temas que son sensibles. En la radio incluso llegamos a hablar de política partidaria, pero lo hacemos desde otro lugar, más irreverente, o sacándole solemnidad. Pero no hay temas con los que no nos hayamos querido meter. Eso nos ha expuesto a críticas, y nos parece re válido. Nosotros también desde la crítica buscamos comunicar. Ahora nos pasó esto de Rivera, de gente que se ofendió, y nos pasa todos los días eso: gente que malinterpreta o que lo lleva hacia su lugar, o gente que no le gusta lo que hacemos. Y eso me parece superválido. Porque si no se torna hasta medio aburrido. Nosotros le perdimos el miedo al concepto de entretenimiento, o al de popularidad. Si, loco, somos un programa popular, en el más amplio sentido de la palabra, y buscamos entretener, no mucho más que eso. Pero hay gente a la que no le gusta, y hay que bancársela.

Después de la denuncia por lo de Campiglia, ¿charlaron entre ustedes sobre los límites del humor o sobre cómo lo encararon?
Rafa se bajoneó, pero nosotros no lo hacemos con la intención de ofender. Yo por ejemplo escribí algo, de que Campiglia es ofensivo, lo sabemos y aún así, lo hacemos. Campiglia es ofensivo porque es la naturaleza del personaje. Pero tenés que tener en cuenta que no todos partimos del mismo lugar. Hay gente que no tiene una concepción más abierta de lo que puede ser la sátira o el sarcasmo, o lo que es un personaje, hay gente que no maneja esos conceptos, y está bien. Pero nosotros no lo hacemos para ellos. También hay gente que tiene que aceptar que no todo lo que sale en una radio o en un canal de televisión, es para ella. Es para la gente que los quiere aceptar o abrazar. Si vos no lográs separar lo que dice un personaje de una persona, Campiglia no es para vos. Campiglia es todo lo que está mal. Es ofensivo. Y si me decís "me ofendió", pero no hiciste esa segunda lectura, te vas a ofender, sí. Pero lo estamos criticando. Nosotros no vamos a salir en un programa a hablar de forma ofensiva de los negros o los homosexuales, Campiglia sí lo puede hacer. Porque visibiliza todo lo que está mal. Volviendo a lo del chiste interno, si escuchás los últimos diez años de Campiglia, ya sabés de que se trata. Por ejemplo, nos decían: "No se meten con las feministas", pará loco, es la primera vez que escuchás el programa, entonces está bien que te ofendas. Escuchalo un par de viernes más: te vas a calentar, pero vas a entender el chiste. Y los límites, los pone cada uno. Hay compañeros que de algunos temas prefieren no hablar. Hay mucha libertad.

¿Campiglia va a volver al aire?
Ahora tenemos una denuncia penal. Si no va preso, vuelve (risas). Depende de eso.

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