Fútbol > EL TAPADO DE LA FECHA

Dorrego, el pibe que hizo un máster de tiros libres con el Chino Recoba

Debutó con 18 años en Nacional y tuvo un mentor de lujo para aprender a pegarle a la pelota como pocos; hoy sigue haciendo uso de su arma letal en Cerro Largo
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28 de mayo de 2019 a las 05:01

Su padre se iba a trabajar a las 4 de la madrugada al Mercado Modelo. Silvio se llama. Jugó hace años en Villa Española, en la Divisional C. “Hacía changas, levantaba cajones. De todo. Eso sí: nunca nos faltó un plato de comida ni a mí, ni a mis hermanos”, cuenta su hijo, Hugo Dorrego, a Referí.

Hasta ahí, se puede decir que Silvio hacía un sacrificio importante por el horario, pero también hay muchos uruguayos que lo hacen.

Lo que lo fue transformando en héroe al padre de esta historia, fueron las ganas de acompañar siempre a sus hijos a los entrenamientos.  ¿Cómo lo hacía? Los llevaba en bicicleta. Al mayor, Hugo, lo sentaba en el manillar. A su hermano, Richard, más sobre la bici.

Desde Villa Española, como si fuera Federico Moreira en sus mejores épocas de ganar la Vuelta Ciclista, Silvio los dejaba enfrente al Cilindro Municipal y por allí pasaba a buscarlos el ómnibus de Nacional que los llevaba a las prácticas.

“No importaba si llovía, si hacía calor, frío, lo que fuera. Siempre nos daba una mano y nos llevaba”, recuerda Hugo, quien agrega: “Ojo que más de una vez pedaleó desde el barrio hasta Los Céspedes, esperó que entrenáramos y después nos traía hasta casa de regreso. Se acostaba y a otro día, otra vez a las 4 estaba en el Mercado”.

Mientras tanto, su madre, María del Rosario, tenía dos trabajos: ama de casa y hacía limpiezas.

Por eso cuando Hugo percibió su primer sueldo importante en Nacional, se lo dio todo a su papá. De alguna manera, trataba de retribuir todo aquel esfuerzo que había hecho Silvio.

“Él me decía que me quedara con algo de dinero, pero yo no quería. Se lo dejaba todo a él y la heladera siempre estaba llena”, dice Hugo con orgullo y emoción desde Melo, ya que hoy defiende a Cerro Largo.

Obviamente que Silvio tuvo mucho que ver en la carrera de su hijo y que hoy sea uno de los mejores pegadores de tiro libre del fútbol uruguayo.

Cuando salía en la comparsa Serenata Africana, conoció a Germán Rolín, el padre de Alexis, quien además dirigía la Preséptima en Nacional. Lo había visto en el baby de Huracán Villegas y lo recomendó a los albos. Empezó en AUFI de los tricolores. Le hicieron una prueba de 20 minutos y la clavó en el ángulo en un tiro libre. Ya de niño se destacaba en eso.

Era de la generación ’93 que contó con muy buenos jugadores como el Diente López, Gonzalo Bueno, Renato César, Maximiliano Amondarain, José Aja y muchos más.

El Chavo Díaz lo ascendió en 2012 al plantel principal, pero lo hicieron debutar Juan Carlos Blanco con Gustavo Bueno.

“No me olvido más de ese día. El día anterior al partido, fui a ver a mi hermano Richard en la Cuarta. De ahí fui a entrenar a Los Céspedes y los dos me dijeron que iba a ser titular contra Central. Debuté en el Gran Parque Central y ganamos con dos goles de Vicente (Sánchez)”, explica.

Pero la felicidad no terminaba allí. Iba a ver a la Quinta y estaban el Morro García, Coates, Facundo Píriz, Calzada. “Ver que subían a juveniles era todo un sueño. Por eso, para mí fue un sueño cumplido poder jugar en Nacional”.

Hugo tenía 18 años, había debutado en Nacional y en el vestuario “miraba para un lado y para otro y me preguntaba a mí mismo: ‘¿Dónde estoy?’. Es que a mi izquierda estaban Vicente (Sánchez), el Loco Abreu, a mi derecha el Chino Recoba. No parecía real, no me caía la ficha y yo se los decía. La pieza en la concentración la compartíamos con el Pichón Núñez, Alexander Medina y Efraín Cortés y todos me enseñaban”.

Sostiene que “era chico, tenía que escuchar, aprender. El Chino (Recoba) me hablaba mucho por la pelota quieta. Nos quedábamos después de hora a practicar y me decía cómo pegarle, si tenía que ir al arco o si en una jugada debía levantar el centro”.

Jugó también la Copa Libertadores con Nacional, pero de un día para el otro, lo cedieron a préstamo a Rentistas porque lo pidió Adolfo Barán. Ahí sintió el cambio, más allá de que le tocó jugar Copa Sudamericana con los rojos. “De jugar con 20 mil personas o más, pasé a hacerlo con mi familia en la tribuna. La motivación no era la misma en esos seis meses”.

Pero la peor parte de su historia fue cuando pasó a defender a Deportivo Maldonado en la B. Quedó libre de Nacional y se fue al interior a vivir solo. “Fue un bajón salir de Nacional a jugar en la B, sin desmerecer a nadie. Tenía otros sueños y aspiraciones. Fue un año durísimo en el que me costó adaptarme. Vivía solo, me tenía que cocinar y pagar el alquiler, y el suelo no era grande. Tenía cero idea de lo que era la cocina. Comía lo que podía. Me hacía arroz, fideos, huevos duros y abría una lata de atún”, dice.

Cuando dejó Maldonado, fue el momento más complicado de su carrera. Allí lo ayudó mucho su representante “quien me abrió los ojos y cambié el chip. Estuve entrenando dos meses solo y él me decía que no me quedara, que tenía que volver a levantarme. Cafú, que había sido mi compañero en Rentistas, me llevó a su equipo de jugadores libres a entrenar y también me daba para adelante. Me decía que no me bajoneara, que le siguiera metiendo. Me ayudó mucho. ‘¿Viste cómo es el fútbol? Hace algunos meses estabas jugando la Libertadores con Nacional y ahora estás sin equipo. Metele que salís de esta’. Y así fue”.

Tanto esfuerzo tuvo su premio: recaló en Cerro Largo en 2017 en la B luego de que nadie lo llamara de otros clubes. “Cerro Largo era otra realidad a lo que viví en Maldonado. Me daban las comidas, un lugar para vivir y me sentí muy cómodo, más allá de que estaba lejos de mi familia”. La confianza que le dio el técnico Gustavo Lucas fue determinante para que terminara goleador de la B con 13 goles.

Su buen rendimiento lo devolvió a la A y Rampla lo llevó a pedido del Ronco López y de Omar Pérez. “Era como volver a sentirme importante. Pude volver a jugar la Sudamericana y fue un lindo pasaje por el club”, recuerda.

Mientras su hermano Silvio –del mismo nombre que su padre, aquel de la bicicleta– juega en Villa Española y el menor, Richard, lo hace en Plaza Colonia, Cerro Largo volvió a apostar por él, ahora en la A.

“Llegué con otra experiencia, a sumar a un plantel muy bueno y un grupo lindo. Al principio no me tocó jugar, pero cuando me dieron la chance, la aproveché. Estamos haciendo una buena campaña y es muy positivo todo. Ahora vendrá Peñarol el domingo. Es especial porque es un grande y por la gente que lleva. Acá en el pueblo se vive con muchas ganas. Es una fiesta”, señaló.

Atrás quedó el hecho de haber sido preseleccionado para el Sudamericano y el Mundial sub 20 de 2013 con Juan Verzeri como DT. Quedar fuera del primero, no lo sintió tanto, pero de la Copa del Mundo sí, “porque era titular en Nacional, era uno de los más importantes y no se pudo dar. Por suerte, mis compañeros jugaron un tremendo Mundial y fueron segundos”.

Hugo es el dueño de los tiros libres. Su pujanza lo lleva a convertir muy seguido por esa vía. Su mentor fue un tal… Recoba.

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