En Oriente, especialmente China, hay una revalorización de la carne uruguaya. No solo por la carne en sí sino también por la epidemia de fiebre porcina que acerca la apetencia de carne vacuna
En Occidente, por su parte, la valoración de la ecología hace que nuestra carne, producida en campo natural, tenga un valor muy especial a diferencia de la producida en Brasil, Paraguay y Bolivia que se nutre en pastos que ocupan el lugar de selvas quemadas.
¿Por qué estas dos circunstancias se conjugan para favorecernos? Blasina lo explica muy bien: “Somos lo que Oriente ansía y somos lo que Occidente pide. La ganadería, sea para producir carne, lana o lácteos en Uruguay, es un negocio éticamente defendible y diferenciable. Energía solar que pasa por una pastura y luego se convierte en músculo o fibra”. Quizá hasta la propia joven sueca Greta Thunberg, estrella de la Asamblea General de ONU hace unos días, si estuviera bien asesorada respecto al efecto del ganado sobre el medio ambiente, nos exhibiría como ejemplo en esas importantes tribunas.
Pero más allá de ello, lo que destaca Blasina es la necesidad de cobrar el 5 de Oro que nos ganamos. Y para ello hay apostar a un crecimiento del stock ganadero que está en su nivel mínimo desde que se llevan estadísticas en 1974. Duplicar la cantidad de terneros y de ovinos produciría efectos notables en todas las zonas del país, tanto rurales como urbanas. Y ello podría llevarse a cabo en 5 años si existen reglas claras y estables, sobre todo en materia impositiva, que genera un clima positivo para la inversión.
Implicaría la oportunidad de aprovechar las políticas de estado que se siguieron en materia sanitaria y de trazabilidad ganadera durante muchos años y bajo diferentes gobiernos. Esas políticas son similares a las que se siguieron en materia forestal y portuaria pese a la oposición de las FA y que hoy nos permite tener UPM2. Eso que tanto cuesta lograr en materia de educación, de seguridad o de inserción internacional, donde no damos pie con bola y aún gobiernos del mismo partido van de un lado hacia otro.
Lo que ocurre en la ganadería, donde confluye sí la alineación de astros externos –lo que Oriente demanda y lo que Occidente éticamente pide–, es posible de alcanzar porque hubo durante años políticas de estado. Hoy hay un golpe de suerte, pero a ella solo acceden los que estaban preparados. Y somos nosotros y no nuestros vecinos los que podemos aprovechar esta coyuntura notable.
Ese ejemplo del 5 de Oro ganadero, podría darse en otras áreas de la producción pero también en temas vitales para el país. Solo que es necesario consolidar durante varios gobiernos, políticas que vayan en la misma dirección. Uruguay, por ejemplo, tiene buena reputación en materia financiera internacional porque en 2002 y 2003 el presidente Batlle se negó a hacer el default de la deuda que pedía el FMI. Y honró una tradición que está enraizada en nuestra historia. Sobre esa base, el primer gobierno del Frente Amplio pudo construir una buena imagen internacional, mediante un manejo prudente de la macroeconomía. Y por eso hoy recuperamos y mantenemos –por ahora– el “investment grade”.
Pero, si hubiera alguien que diera “investment grade” en educación ¿podríamos acceder a él? Seguro que no, porque la educación ha venido en bajada durante muchos años y ello se ha acentuado por la falta de voluntad de tomar medidas que duelen pero que son correctas. Mujica habló hasta cansarse de la “educación”; Vázquez prometió “cambiar el ADN de la educación” pero nada de ello ocurrió. En educación, no ganamos ni a la quiniela porque no hubo políticas de estado sensatas. Y para muestra, vaya el botón de la reforma de Germán Rama, que fue duramente criticado por la izquierda en su momento, para que 15 años después, algunos sectores del partido de gobierno dijeran que no “estaba tan mal lo que proponía Rama”.
Uruguay tiene un 5 de Oro para cobrar en ganadería. Debería tener otros 5 de Oro para ganar en educación, seguridad pública, políticas sociales inclusivas, inserción internacional. Pero cuando la ideología predomina sobre el análisis racional de los problemas, cuando el gobierno no tiene convicción para aplicar lo que cree necesario y ha anunciado, entonces es imposible progresar.
A menos de un mes de las elecciones, sería bueno pensar cuánto nos ha costado esa tozudez para ganar 5 de Oros o para dejar pasar trenes. Y cuanto mejor podría estar el país si se hubiera gobernado con espíritu amplio y no de aplicar la mayoría parlamentaria como una aplanadora.
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