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El abogado que se hizo un nombre defendiendo narcos

Es el abogado de varios integrantes del grupo de Los Chingas, incluida la mujer señalada como su líder; recientemente empezó a trabajar para el Clan Figueroa
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21 de octubre de 2018 a las 05:01

Raúl Estomba llega a su oficina de Aquiles Lanza y Maldonado con 20 minutos de retraso. Con una sonrisa, se disculpa, y explica que –como suele ocurrir– la jornada de audiencias en el juzgado penal de Juan Carlos Gómez se había extendido más de la cuenta. 

Este abogado penalista de 37 años logró forjar una amplia cartera de clientes a partir del boca a boca en los bajos fondos. Rapiñeros, ladrones oportunistas, y traficantes de poca monta recurren a sus servicios cuando son atrapados con las manos en la masa, o cuando las pruebas apuntan en su contra. 

Fue ese mismo boca a boca el que lo llevó a ser el abogado de Mónica Sosa, la persona señalada por el Ministerio del Interior como líder de la banda de narcotraficantes “Los Chingas”, responsables de haber expulsado por la fuerza a por lo menos 110 personas de sus hogares en Los Palomares. Estomba niega que su defendida siquiera pertenezca al grupo:  “Moni no es Chinga; sus hermanos son Chingas, los sobrinos son Chingas (…) lo sé porque conozco la interna”, insiste.

También fue el abogado de tres de los líderes clan Figueroa, el grupo narco que había tomado el control del Complejo Quevedo, en Jardines del Hipódromo, lo cerró con la construcción de un muro perimetral, la instalación de 36 cámaras de vigilancia y la disposición de guardias armados que custodiaban quien salía y quien entraba a la vecindad. El pasado 4 de octubre la policía desarticuló a esa banda y envió a los tres clientes de Estomba a la cárcel con prisión preventiva por los delitos de negociación de estupefacientes, lavado de activos, tráfico de armas y usurpación.

Estomba contó a El Observador cómo se convirtió en el abogado de dos grupos narcos de alto perfil, y cómo convive esta realidad con su otro trabajo: el de ser profesor de Derecho de los encargados de poner tras las rejas a sus clientes: los policías. 

Usted dicta un curso de Derecho en la Escuela de Policía y al mismo tiempo defiende  a integrantes de dos grupos criminales, como son los Chingas y los Figueroa, contra los que el Ministerio del Interior ha tenido una acción muy fuerte ¿No cree que hay una contradicción entre estas dos tareas? 
Hay que tener claros los roles.  Como docente busco instruir a la policía para que esté lo mejor preparada y pueda hacer mejor su trabajo. En lo que suele haber un error es en pensar que uno como abogado busca que el malo salga y no vaya preso. No es así. La persona que cometió el delito tiene que recibir su sanción. Yo velo para que la persona tenga un juicio justo, que se cumplan las garantías del proceso y que se cumplan las normas penales. Yo no enredo nada, cuando la fiscal lleva toda la prueba ya está. Si consigo que el tipo admita y explique lo que hizo capaz que consigue un beneficio de reducción de pena.

¿Defenderías a cualquier criminal?
Mi talón de Aquiles son los abusadores sexuales. Esos casos no los tomo. Creo que toda persona tiene derecho a un juicio justo, y por eso me abro de este tipo de casos, porque me voy a quedar bloqueado y no voy a poder hacer lo que tengo que hacer. 

Los Chingas y los Figueroa

Cuando el Ministerio del Interior informó de la existencia de un grupo criminal en el Complejo Quevedo que al igual que los Chingas en Los Palomares habían expulsado vecinos de sus hogares para extender su control territorial, los puntos de contacto entre estas dos bandas narcos llevaron a una coincidencia más: Estomba como abogado.

¿Cómo terminó como abogado de integrantes de estas dos bandas?
Vengo de una familia de clase baja. No tengo problema de decirlo. Conozco a personas que han tomado por el camino del trabajo y las ocho horas, y otras personas que han tomado otro camino. Con ellos  hace mucho tiempo que no trato, pero que me conocen de toda la vida porque me crié con ellos en el barrio, y fue así que mi nombre se empezó a manejar. A los Figueroa alguien les pasó mi teléfono. Quisieron contratarme después de la exposición mediática que implicó el caso de los Chignas. 


El muchacho de barrio

Estomba vivió hasta los 20 años en Sayago, cerca de la cancha de Racing. Su padre emigró de Uruguay cuando era un niño, escapando de la dictadura militar, por lo que su madre debió criarlo solo. “Por suerte tuve mi casa, fui a estudiar, tenía un plato de comida todos los días. Pero algunos de mis conocidos no tenían eso, cuando iba a jugar al fútbol  iban a las prácticas sin comer, o caminaban cuarenta cuadras porque no tenían plata para el ómnibus”, recuerda. 

Durante el tiempo que permaneció en el barrio fue vecino de Welligton “Tato” Rodríguez Segade, un narcotraficante de Sayago que fue asesinado en 2015 en el 40 Semanas cuando intentó disputarle el territorio a la banda de Los Algorta. Un año más tarde, su esposa, Claudia Silvera,  fue secuestrada y asesinada por hermanos del Betito Suárez, quienes lideran la banda de Los Ricarditos de Cerro Norte –aliados de Los Algorta–.

El sobrino de Silvera, Brian Méndez, presenció el secuestro de su tía, y, temiendo por su vida, se refugió durante un año en Italia. A las pocas horas de retornar al país, en junio de 2017,  fue asesinado. Su cuerpo apareció calcinado en un vehículo en el barrio Colón, junto a un adolescente, y una joven que nada tenía que ver con el negocio narco que habían montado Segade y Silvera.

Como un abogado conocido en el barrio, la familia de Brian Méndez  recurrió a sus servicios para que los asesoraran como víctimas de lo que más tarde sería recordado como el triple crimen del barrio Colón. En setiembre de 2017, tres personas fueron procesadas por este crimen, entre ellas un delincuente conocido como “el Kama”, líder de la facción narco que mantiene un sangriento enfrentamiento con los Chingas por el control de los Palomares en Casavalle. Fueron los familiares de Brian Méndez quienes le dijeron a Mónica Sosa que contrate a aquel abogado del barrio Sayago, según contó Estomba. 

El respeto por la Moni

Moni es hija de Waldemar Ross, el primer procesado por tráfico de drogas del clan de los Chingas en el año 2000. En abril de 2017 este hombre de 68 fue asesinado por su nieto, e hijo de Mónica, Jairo Sosa. El anciano había intentado frenar la escalada de violencia que estaba tomando el grupo contra los vecinos del barrio.  Sin embargo, según contó a El Observador una fuente del Ministerio del Interior, para ese entonces el patriarca del clan ya había cedido buena parte del control de la banda a tres de sus diez hijos,  entre los que se encontraban la Moni y dos de sus hermanas.

Al final, la acción de la banda contra los vecinos, a los que expulsaba de sus casas a punta de pistola sin que pudieran llevarse consigo nada, llevó a que algunas víctimas se animaran a denunciar a la banda criminal. Meses de investigación coordinada entre la Fiscalía de homicidios, delitos económicos y estupefacientes derivaron en el primer operativo Mirador, desarrollado el pasado 20 de diciembre en el que se movilizaron 600 policías en los Palomares, y fueron detenidas 34 personas.

De ese total 10 fueron imputadas por la Justicia. Mónica Sosa fue condenada con prisión domiciliaria por un delito continuado de extorsión en calidad de cómplice. En agosto volvió a ser detenida, esta vez bajo la imputación de un delito de usurpación (por no tener el título de propiedad de la casa en la que vivía) y hurto de energía eléctrica y agua potable. Como se trataba de su segunda imputación, fue enviada a prisión. Finalmente fue condenada por este delito a cinco meses de prisión.

Usted ha marcado una postura muy diferente al Ministerio del Interior al decir que Mónica no solo no lidera los Chingas, sino que ni siquiera pertenece a la banda. 
Yo defendí a integrantes de los Chingas porque vinieron a mí, no porque Moni les haya pagado. En el caso de él los velé para que tuvieran un juicio justo, fueron personas que reconocieron lo que hicieron y todo se solucionó en dos días porque estaban recibiendo una sanción correcta. 

Con Mónica es distinto. Más allá de lo que sale por la prensa de que era la líder de los Chingas, yo estaba convencido de que eso no era verdad. Conozco la interna, he estado en su casa y sé cómo se manejaba. Te soy sincero, Mónica es una persona que se ganó mi más sentido respeto. Se  la señaló por estar vinculada al tráfico de drogas, pero nada de eso se pudo probar, todo era meros dichos. 

Ella fue condenada por complicidad en la extorsión. Si es cómplice, entonces no puede ser la líder de nada. Es imposible que Mónica Sosa saque gente de sus casas, ella no agarra un arma y conociendo la calidad de persona que es, es imposible de hacerlo. ¡Nunca agarró un arma! 

Cuando estaba por ser enjuiciada por usurpación y robo de luz y agua, usted señaló que Monica hacía una obra social en el barrio, ¿Mantiene esa afirmación a pesar de que el desde el Ministerio del Interior se señaló que eso era falso?
Fui a los Palomares en verano una tarde para reunirme por primera vez con ella, y cuando entré a su casa lo primero que me topé fue con siete u ocho niños que estaban en la casa. Ella preparaba un guiso para esos niños y había dos botellas de dos litros con jugolín. Es cierto que cuando  se hizo el censo en los Palomares ella no declaró esos niños, porque solo se refirió a sus hijos de sangre. Pero a esos niños del barrio los llevaba al médico, los vestía y les daba de comer.

El director de Convivencia del Ministerio del Interior, Gustavo Leal, dijo que Mónica Sosa tenía “un nivel de vida con altísimos niveles de confort, en una zona donde la gente no lo tiene” y que el lavadero de ropa que atendía no recibía clientes, por lo que no tenía forma de justificar sus ingresos.

Se juega con el contraste respecto a otras viviendas, pero no había lujo en su casa. Lo que puedo decir es que no tiene ingresos vinculados a actividades ilícitas, pero a mí no me corresponde decir qué hacía. Trabaja desde muy joven y fue generando sus ahorros. 

El caos y el orden

Como defensor de los Figueroa y de la mujer señalada por el ministerio como líder del grupo criminal, Estomba ha quedado en la vereda de enfrente de Gustavo Leal, el hombre que lideró la acción tanto en el Complejo Quevedo como  en Los Palomares.

¿Qué opina de la acción del Ministerio del Interior en Los Palomares?
Yo sería un falso si dijera que la acción del ministerio no está bien. Leal desembarcó en un caos y trata de poner un orden. La obra es correcta, el tema es que se genera un choque social y cultural tan importante que tiene consecuencias. A esa gente que vive hace  años en esas casas y que no tiene un título de propiedad porque la compraron por $ 100 mil o $ 50 mil sin título porque se vende así, no corresponde que las sancionen por usurpación (Moni y otras personas fueron imputadas por este delito).  Pero no justifico las expulsiones. Mis clientes Chingas que expulsaron vecinos  confesaron y  fueron condenados.

 

Homicidio en San Luis
Raúl Estomba es el abogado de los dos señalados como los autores del asesinato del almacenero de San Luis (Canelones) ocurrido en noviembre, en los que el juez Marcos Seijas resolvió dejarlos el libertad por falta de pruebas. El caso generó una fuerte disputa entre el Ministerio del Interior y el Poder Judicial. Uno de ellos está preso por un homicidio ocurrido meses después. Estomba asegura que este último crimen fue en realidad una legítima defensa. La víctima habría entrado en la noche a la propiedad del homicida y apuntado contra su pareja y su hija. 

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