Rómulo Aitken y Sergio Chamy, los protagonistas de El agente topo
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > NOMINADO AL OSCAR

El agente topo, una mirada a la soledad de los ancianos disfrazada de comedia

Disponible en Netflix y nominada al Oscar, esta película chilena sigue a un hombre de 83 años que se infiltra en un residencial de ancianos para investigar situaciones de violencia
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22 de marzo de 2021 a las 10:24

Sergio tiene una misión. Se preparó para ella. Recibió los dispositivos que lo ayudarán a espiar a sus objetivos. Creó el engaño público para desaparecer de su vida cotidiana e infiltrarse en la vida de sus blancos sin que ellos se enteren de que está ahí para obtener información secreta. Aprendió a camuflarse y a recabar datos de forma subrepticia. Es el caballo de Troya ideal. Nadie lo verá venir. Nada mal para un hombre de 83 años que nunca se dedicó a esa tarea.

Los primeros minutos de la película chilena El agente topo –nominada al Oscar, candidata en los Goya y disponible en Netflix– apuntan a una comedia simpática. A que nos vamos a reír un poco con la torpeza tecnológica de Sergio Chamy, el protagonista de esta historia, cuando intente mandar audios de Whatsapp para informar de sus hallazgos, o cuando trate de filmar con su celular y apunte la cámara a su rostro, como cualquier abuelo.

Este documental (con algunos elementos de ficción) de Maite Alberdi empieza incluso con algunos toques disparatados. Un expolicía y actual responsable de una agencia de detectives, Rómulo Aitken, presenta un aviso clasificado en el diario. “Se necesita adulto mayor hombre: jubilado entre 80 a 90 años. Autovalente, de buena salud, discreto y con manejo de la tecnología”, dice el anuncio. Primero vemos el casting. Los ancianos se van entrevistando ante Rómulo, y le dicen que para ellos es una oportunidad de salir de la normalidad de sus vidas de jubilados. O que para alguien de sus edades es imposible encontrar trabajo. Que nadie les da una chance, solamente por su vejez.

Las películas de este género tienen, también, un componente de suerte. El primer elegido por el detective sufre un accidente, se fractura la cadera, y así entra en escena Sergio. Hace pocos meses quedó viudo y necesitaba cambiar su rutina. Y sin él, la película no tendría el efecto que termina teniendo. Como protagonista es la mejor opción posible.

Chamy se infiltra en un residencial de ancianos a las afueras de Santiago con la misión de descubrir si la madre de la clienta que contrató a la agencia es maltratada por el personal. El hombre pide permiso a sus hijos para que lo alojen allí durante algunos meses, y ayudado por una lapicera con micrófono y unos lentes con una cámara, comienza su tarea.

A los 83 años, Sergio Chamy debuta como detective y se infiltra en una residencia de ancianos

Acompañado por las cámaras de Alberdi, Sergio terminará descubriendo que ser un observador pasivo es más difícil de lo que parece en un primer momento, al tiempo que se va transformando en un referente del residencial y va generando relaciones con otros habitantes del lugar, sobre todo con algunas señoras, para quienes se convierte en un galán crepuscular que las hará suspirar.

Emociones infiltradas

Así como Sergio se infiltra en el residencial, el documental infiltra unos cuantos golpes en lo que parece una historia graciosa. Hagamos de cuenta de que a usted no le gustan las aceitunas. Está comiendo una empanada, riquísima, y de repente siente ese gusto. Sin darse cuenta, mordió una aceituna. Y no le queda otra que tragar y aceptar el golpe, aunque no le guste.

La directora le dijo al diario español El País “mi película de detectives en realidad es una excusa para ver un tema que, sin esa excusa, quizá nadie vería”. Y razón tiene. Los viejos no suelen protagonizar historias. No suelen tener romances, o hablar de iniciar un vínculo de pareja a esa edad. Quizás por una cuestión de no enfrentarse a la decadencia física, de plantarse cara a cara ante la eventual vejez, no se habla de esa etapa de la vida en buenos términos. Se la esconde. Se la aleja.  

En palabras de Alberdi, “No hablamos de cómo queremos envejecer. Cuando niños hablamos mucho de cómo queremos crecer. Cuando joven pensamos en el adulto que queremos ser. Pero nunca nos preguntan sobre el viejo que queremos ser”.

Simpática y tierna, la película esconde bajo toques de comedia y cine negro un duro mensaje

Porque en definitiva, El agente topo es una película sobre la soledad en la vejez, el abandono familiar y el desplazamiento que en algunos lugares (como el mundo laboral) la sociedad ejerce sobre las personas mayores. Sergio Chamy es el guía a la vida cotidiana en el residencial, en el que vivirá algunas circunstancias que parecen guionadas, entre ellas un momento en el que se convierte en una especie de rey del Carnaval y lo sacan a pasear en un descapotable, mientras los autos le tocan bocina. O el festejo de su cumpleaños en el residencial, con un cantante melódico y torta incluida.

Hay momentos de la película en la que las situaciones se sienten forzadas. Armadas. Quizás no todas lo sean, pero hay una sensación de naturalidad perdida, que se contrasta con las reacciones genuinas de los protagonistas, sobre todo de los habitantes del residencial y de Sergio. Esa sensación de armado que es buscada –por lo que ha contado Alberdi– se intensifica con el papel de cada personaje en el relato. Cada figura que aparece en la película es funcional al relato, tiene un papel más o menos delimitado y no tiene demasiados matices. Está la señora con demencia que quiere fugarse, la que se enamora de Sergio, el objetivo de la agencia de detectives, y no salen mucho de ese lugar.

Ese aspecto es una crítica pero también algo que apoya a la sensación que se genera con El agente topo, y es que es fácil olvidar que se está viendo un documental. El relato, filmado con la excusa de un documental sobre la tercera edad, que sigue al residente más nuevo de la casa de salud, funciona sobre todo porque todos los golpes que tira son por encima del cinturón, y se nota que hay segmentos en los que el control del equipo de rodaje es más firme que lo habitual en estas producciones. En definitiva, es efectivo, sin ser efectista.

Alberdi, que ya había trabajado con personajes ancianos en su película La once, que cuenta la historia de su abuela y el grupo de amigas con las que durante 60 años se reunió cada semana, el mismo día y el mismo horario a tomar el té, retrata un mundo particular (el residencial) que sirve para poner el foco sobre lo global. Sobre el abandono y la soledad en la tercera edad, pero también sobre como enfrentan el mundo las personas de esa edad. La enfermedad y la muerte están presentes en la residencia, y en ese sentido tiene puntos en común con otro documental disponible en Netflix, Descansa en paz, Dick Johnson, que desde otro enfoque también encara la ancianidad, la muerte, y la memoria.  

La película está nominada al Oscar a Mejor documental, y estuvo en la preselección de Película internacional

“Nos ha pasado mucho que la gente que ve la película ha comenzado a preguntarse 'cómo me relaciono yo con mi abuelo, hace cuánto tiempo que no lo llamo, hace cuánto tiempo que no lo voy a ver'. Y eso es increíble. Creo que la película tiene esa gracia de que, al partir con esta cosa medio graciosa del espía que no le resulta, que es el peor espía del mundo, te lleva a una trama o a una experiencia profunda y dolorosa pero desde una excusa súper liviana y simpática”, dijo Alberdi al sitio BBC Mundo. Y ahí está el gran logro del agente Sergio. Luego de un año en el que la pandemia implicó para muchas personas mayores enfrentarse a la soledad más o menos forzada y a incrementar las distancias, esta historia importa el doble.

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