El alto costo de perder un nombre

Siempre hubo grandes ausencias en la entrega de los premios Oscar. O mejor dicho, siempre hubo grandes nombres que brillaron por su ausencia. Mañana, cuando se celebre la 84ª edición de los premios más importantes y glamorosos de la industria cinematográfica, no será la excepción. El nombre del teatro que desde hace una década acoge los premios de la Academia de Hollywood no será más Kodak. Desde este domingo el escenario en el que se darán a conocer los nombres de los ganadores que se llevarán a su casa una estatuilla será Hollywood & Highland Center. Kodak, esa palabra puesta en la boca de cada presentador y que entre una pausa y otra sonaba como uno de los “chivos” publicitarios más efectivos del mundo, brillará por su ausencia.

Si bien la empresa CIM Group, propietaria del teatro, no ha señalado todavía cuáles serán los planes para el recinto ni cuándo retirará oficialmente la marca fotográfica de las instalaciones, se sabe que el logo de Kodak se mantendrá a la vista del público al menos en la fachada del teatro, donde más de 3.000 personas, acomodadas en sus butacas, presenciarán en vivo uno de los mayores espectáculos que tiene al séptimo arte como su centro y que en el mundo es sintonizado por más de 30 millones de televidentes.

El punto es que tanto para los espectadores como para las estrellas que lucirán en la alfombra roja sus últimos modelos de los más selecto de la alta costura, esto no significará mucho, ya que ninguno está patrocinado por esta marca pionera en el mundo de la imagen. Y aunque lo estuvieran no verían un solo centavo, porque todo este asunto del cambio del nombre del teatro Kodak por el de Hollywood & Highland Center es un tema de números muy grandes.

Cuando el teatro fue diseñado –y vale señalar que fue específicamente diseñado para esta ceremonia de los premios de Hollywood–, se invirtieron US$ 500 millones, de los cuales US$ 75 millones fueron desembolsados en el año 2000 por Kodak para estampar su nombre en la fachada del recinto durante 20 años. Pero la realidad hoy es bien distinta. A poco más de 10 años de aquel acuerdo firmado entre CIM Group y Eastman Kodak Co, la empresa que introdujo a millones de personas en el mundo de la fotografía, anunció su bancarrota. Esto impide que Kodak pueda hacer frente a su compromiso anual de entregar al CIM Group –y por ende a la ciudad de Los Ángeles– los 75 millones que garantizaban que la palabra Kodak estuviera allí, en lo alto del edificio.

Si bien la compañía de la ciudad de Los Ángeles presentó una objeción en la Corte Federal de Bancarrotas contra la solicitud de Kodak de suspender su contrato de derecho de uso de su nombre en cada uno de los rincones del teatro –sobre todo porque alegan que Kodak ya obtuvo publicidad por la entrega de los Oscar de este año y que el patrocinio debería mantenerse al menos hasta fines de 2012–, un juez de Nueva York autorizó a la empresa fotográfica a que rompa sus obligaciones, amparándose en el capítulo 11 de la Ley de Bancarrotas de Estados Unidos.

De este modo, una década de buena historia de los premios Oscar queda sepultada por los entuertos de la economía y las finanzas, pero también una década de buena historia de estos premios queda congelada en una imagen que muchos retendrán en su memoria: la fotografía de un majestuoso teatro del que colgaban cinco letras doradas de una época de oro.