Producir en Ucrania, un desafío mayúsculo.

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El desafío de ser agricultor en medio de las bombas

En Ucrania "la agricultura siempre ha sido difícil, pero ahora lo es aún más", lamentó Kudimov, uno de los productores que al esfuerzo de producir le sumó el riesgo de hacerlo en medio de una guerra
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21 de agosto de 2022 a las 05:00

La cosechadora yace rota en medio de un campo de cultivo del este de Ucrania, rodeada de una marca ennegrecida que señala el lugar donde estalló la mina.

La agricultura es un sector complejo, pero labrar el campo bajo los bombardeos rusos, en medio de una guerra, “lo es aún más”.

El agricultor Pavlo Kudimov explica que la máquina averiada avanzaba por un pasto en las afueras de la aldea de Maidan, a unos 20 kilómetros de la línea del frente con las fuerzas rusas, cuando golpeó el artefacto explosivo.

El estallido arrancó una rueda delantera y el carrete giratorio gigante salió despedido, mientras la cabina se veía rodeada por las llamas.

A la mañana siguiente, el conductor seguía en el hospital con graves quemaduras, un recordatorio de los riesgos de cuidar la tierra cuando esta se convierte en campo de batalla.

“La agricultura siempre ha sido difícil, pero ahora lo es aún más”, dice Kudimov a la AFP.

Una profesión de riesgo

A principios de agosto salió de Ucrania el primer envío de cereales desde que Rusia lanzó su invasión a gran escala el 24 de febrero y bloqueó los puertos ucranianos en el Mar Negro.

El navío zarpó gracias a un acuerdo negociado por Turquía y Naciones Unidas, con el que se pretende mitigar el aumento exponencial de los precios, que ha creado una crisis global en el acceso a los alimentos. No en vano, las exportaciones de Ucrania suponían el 10% del mercado mundial de trigo.

Pero en este país en guerra, el embargo sobre las exportaciones de cereales también ha creado una crisis para los propios agricultores.

Sin acceso a los mercados internacionales, los silos están llenos, los precios se han desplomado y el atasco de la cadena de suministro aún no se ha aliviado.

Para los agricultores de la zona del Donbás, la zona oriental, corazón industrial y agrícola de Ucrania, la amenaza es aún mayor.

Allí todos los días suenan las sirenas antiaéreas, llueven cohetes, aviones militares atacan objetivos terrestres y los campos se ven literalmente regados con bombas de racimo, mientras los interminables pastos de girasol están ahora excavados con trincheras defensivas.

El año pasado, el agricultor Sergei Lubarskyi cobraba hasta 8 grivnas (22 céntimos de dólar) por kilo de trigo, pero desde el bloqueo, lo máximo que le ofrecen son 3 grivnas.

Y eso contando con que logre transportar el trigo al centro regional de Kramatorsk. En Rai-Aleksandrovka, la localidad de primera línea de combates en la que se encuentra, apenas obtiene 1,8 grivnas por kilo de trigo. “Los conductores tienen miedo de venir aquí”, explica.

Eduard Stukalo, de 46 años, cultiva 150 hectáreas en las afueras de la ciudad de Sloviansk. Explica que es una lucha convencer a los trabajadores de que recolecten la cosecha que queda cerca del frente: “Nadie quiere ir, todos tienen miedo de los misiles”.

“Los agricultores iremos a la quiebra este año”, agrega.

Otros siguen yendo, a pesar de los riesgos. “Vamos al campo porque aquí no hay otro trabajo”, dice Svitlana Gaponova, de 57 años, mientras arranca berenjenas en un campo en las afueras del asentamiento sitiado de Soledar. “Da miedo, pero distrae”, dijo mientras el sonido de las explosiones de municiones resuena de fondo.

La salida de barcos cargados con granos ucranianos se agilizó.

Resistencia a marcharse

En esta empobrecida parte de Ucrania también existe una fuerte tradición de agricultura de subsistencia.

En el mercado dominical, los vendedores venden los escasos productos que logran cultivar en sus parcelas personales.

“La gente planta en sus jardines y trabaja en ellos”, explica Volodimir Ribalkin, responsable militar del distrito de Sviatohirsk, para explicar la renuencia de los residentes a marcharse pese a los continuos llamados de las autoridades a evacuar la zona.

En las primeras horas de la mañana del pasado lunes, un ataque destrozó el huerto detrás de la modesta casa de campo de Liubov Kanisheva, de 57 años, en las afueras de Kramatorsk.

Sus vides se han cubierto de polvo y los tomates han quedado aplastados en la tierra. “El jardín era justo para nuestras necesidades”. Ahora “no queda nada”.

Fuente: por Joe Stenson (AFP)

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