Opinión > EDITORIAL

El legado de Bretton Woods

Nos estamos alejando de los valores comunes
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31 de julio de 2019 a las 05:00

En general tenemos la percepción de que la humanidad nunca estuvo peor en la historia, aunque es una apreciación equivocada. En las conversaciones cara cara más formales hasta las más familiares, en las redes sociales, suelen tener mucha más presencia e influencia los aspectos más sombríos del presente, lo que no es inocuo porque es algo que se termina reflejando en las urnas y en la consolidación de liderazgos y proyectos políticos que siempre son perniciosos.

Por supuesto que enfrentamos muchos problemas y los retos son enormes, pero no significa que estemos en un período de tinieblas. La inédita ola de migraciones que asola al mundo, el calentamiento global, las guerras como la de Siria, la crisis de Venezuela, la persecución de minorías étnicas o religiosas, el largo conflicto en Medio Oriente, son solo seis ejemplos de males que nos duelen y que nos muestra las calamidades del mundo de hoy. 

Pero al mismo tiempo hay una cara oculta de la Luna que nos negamos a ver, como bien escribió Nicholas Kristof, reconocido periodista y analista político estadounidense, en una columna en el periódico The New York Times, el 8 de enero del año pasado en la que nos advierte que 2017 “quizá fue el mejor año en toda la historia de la humanidad”: una baja muy importante en la pobreza y en la pobreza extrema;  mayor acceso a la electricidad y al agua; más y mejor cobertura de salud lo que incide en un descenso en la mortalidad infantil y materna.  
Nada de eso ha sido fruto del azar. Es una consecuencia de la arquitectura institucional puesta en marcha desde la posguerra y que ha tenido un principio orientador clave y es que el desarrollo de un Estado-nación depende de la cooperación mundial. Que la democracia, el respeto al estado de derecho en todas sus dimensiones y una economía abierta y estable se deben conjugar con la cooperación global, el globalismo, como lo define Martín Wolf, analista económico del diario británico Financial Times. 

Y esa fue el principal legado que nos dejó el histórico acuerdo de Bretton Woods del que este mes se cumplen 75 años: el multilateralismo y el orden liberal son los mejores instrumentos a largo plazo en lugar del proteccionismo que junto a las devaluaciones competitivas y una crisis en el funcionamiento de la política monetaria provocaron, eso sí, uno de los períodos más oscuro de la historia de la humanidad. 

Gracias a Bretton Woods se crearon tres instituciones, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio e antes Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) y el Banco Mundial, cuyas ideas a favor del libre comercio explican que el PIB per cápita mundial hoy sea cinco veces mayor que en 1945.

Todas ellas han sido mal demonizadas, aunque hayan cometido errores. Nadie parece preguntarse lo que el mundo evitó con los acuerdos de Bretton Woods que dieron origen a un multilateralismo y un libre comercio que explican el mayor bienestar humano de hoy.

Mucho ha cambiado la economía mundial desde entonces. Pero de las reuniones de Bretton Woods, en el Hotel Mount Washington en julio de 1944 de más 700 delegados procedentes de 44 países, sigue muy vigente la noción de que la paz global necesita de un conjunto de valores comunes de los que hoy nos estamos peligrosamente alejando. 

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